La institución de las viudas en la Iglesia antigua




La institución de las viudas en la Iglesia antigua.
Autor: Julio Vallarino.


Introducción.

El presente trabajo respondió a las exigencias del curso “Biblia, género y sexualidad” que tuvo por objetivo indagar en la construcción de género bíblico y su incidencia en la historia de la iglesia cristiana, en el marco del Diplomado sobre Teología y Género que cursé en GEMRIP.

El contenido se estructura en el marco de las “Pautas generales para la preparación de trabajos monográficos” (Diana Rocco Tedesco y Hugo Córdova Quero – GEMRIP). Consta de una introducción que nos ubica en el trabajo en sí mismo: “la institución  de las viudas en la Iglesia antigua”, entendiendo por Iglesia antigua, el período que va de la Iglesia apostólica (30/40 dC) hasta el edicto de tolerancia de Galerio (311 dC). Si bien hay autores que ubican el fin de la Iglesia antigua en el año 313, con la unificación de Constantino y Licinio, entiendo que a partir del edicto de Galerio comienzan a producirse cambios que fueron fundamentales y decisivos en la Iglesia. Uno de esos, por ejemplo, es que antes de la paz de Constantino, las mujeres alcanzaban el martirio al igual que los varones, dando testimonio con sus vidas de la fe en Jesucristo, y siguiendo su camino. Un claro ejemplo de ello es la Passio Pepetuae (203 dC)

En “la institución de las viudas en la Iglesia antigua” recorreremos dos períodos, el primero la etapa apostólica que culminará aproximadamente en el año 100, abarcando el período del Nuevo Testamento; el segundo la etapa de la iglesia primitiva o antigua que finalizará en el año 311, abarcando el período de los Padres de la Iglesia; ambos precedidos de un capítulo sobre “antecedentes” que nos permite ubicar el tema en un contexto más amplio al del judeocristianismo.

Para el desarrollo de este trabajo recurrimos a fuentes documentales, proporcionadas por este y otros cursos vinculados al tema, como “Mujeres en la Biblia” (GEMRIP, 2014) y “Mujeres en la Iglesia Antigua” (GEMRIP, 2014), ambos correspondientes al Diplomado antes mencionado, además de consultar varios documentos a través de internet.


Antecedentes

Viuda es aquella mujer que, una vez muerto su marido, no ha vuelto a casarse. En las sociedades patriarcales las mujeres, debido a su estatus social de desigualdad con respecto a los varones, entradas en viudez, se veían vulneradas en sus derechos y dignidad, pasando a integrar un grupo de verdadera exclusión.

La protección de aquellas personas que van quedando fuera del sistema por su situación socio económica, fue un área abordada desde el surgimiento de los estados organizados; ya en sus códigos suelen aparecer cláusulas de protección, por ejemplo en el código de Uru-ka-gina, gobernador de la ciudad estado de Lagash (2380 aC – 2360 aC), tratando de reducir la desigualdad entre los habitantes, realizó importantes reformas, entre ellas la exención de impuestos a viudas y huérfanos; en la reforma de Gudea (2144 aC -2124 aC) el Ensí de Lagash centra su acción en la protección a las personas más débiles:
“el huérfano no fue entregado al rico, la viuda no fue entregada al poderoso …”

Igualmente el código de Shulgi (2094 aC – 2047 aC) afirma:
“no entregué al huérfano al rico, no entregué la viuda al hombre poderoso”.

También el código copilado por el rey sumerio de la dinastía de Isín, Lipit Ishtar (1934 aC – 1924aC) se esfuerza por establecer la solidaridad responsable en “la casa paterna”; finalmente, el Código de Hammurabi, rey de Babilonia (1972 aC – 1950 aC), reconocido como el más antiguo, se caracteriza por proteger a las personas débiles o esclavas, mujeres y niños /as contra la injusticia de las personas poderosas y ricas, afirmando:
“el fuerte no puede oprimir al débil, y la justicia acompañe a la viuda y al huérfano”.

Según Diana Rocco Tedesco, la estructura de parentesco, que proporcionaba la protección a las personas más débiles, antes del surgimiento de las ciudades estado, es reemplazada por la protección de las autoridades hebreas (Rocco Tedesco, 2014, Viudas Cristianas, p 4) y garantizada por los códigos legales. Señala también, que a diferencia de estos códigos, en los Códigos Bíblicos, el cuidado y protección de las viudas recae en el ámbito comunal:
“No cometan ninguna injusticia contra los extranjeros ni con los huérfanos, ni tampoco tomen en prenda la ropa de la viuda” (Deuteronomio 24,17; 27,19).

Con la muerte del esposo se disolvía el contrato matrimonial y la viuda podía volver a su casa paterna (Génesis 38,11) o volver a casarse, amparándose en la ley del levirato, donde el hermano de un hombre que habiendo muerto sin hijos, por lo tanto sin descendencia, tenía que casarse con la viuda y darle un hijo, con una doble finalidad, continuar la descendencia familiar y cuidar de la viuda (Génesis 38,8; Deuteronomio 25,5-10; Rut 4,3-10). En ambos casos, era necesario que quedara bajo el cuidado y protección de un varón: padre, hermano, o cuñado.

En efecto, en las Escrituras Hebreas, las viudas son personas en desgracia, atestiguado por el profeta Isaías:
“De repente, en un mismo día, te vendrán ambas desgracias: quedarás viuda y sin hijos” (Isaías 47,9 cf Baruc 4,12-16).

A diferencia de las ciudades estado, es YHWH quien asume la protección y el cuidado, a través de la ley que comunica al pueblo:
“Cuando llegue el tercer año, que es cuando se da la décima parte de todo, y cuando hayas apartado ya la décima parte de todos tus frutos y se la hayas dado a los levitas y a los extranjeros que viven en tu país, y a los huérfanos y las viudas, para que puedan comer en tus poblaciones todo lo que quieran” (Deuteronomio 26,12-13; cf Éxodo 22,22-23; Deuteronomio 10,17-18; 24,17-21; 27,19; Eclesiástico 35,13-15; Salmo 94,6-10; 146,9; Proverbios 15,25; Isaías 1,17; 10,2; Jeremías 7,6-7; 22,3; Zacarías 7,9-10).

La comunidad israelita debe concretar la protección divina a través de sus acciones de cuidado y solidaridad, especialmente hacia aquellas viudas que no tenían apoyo ni protección, recogiendo alimento en campos cultivados (Deuteronomio 24,19-21), beneficiarse de las fiestas anuales (Deuteronomio 16,10-14) y del diezmo como señalamos más arriba (Deuteronomio 14,28; 26,12-13).

A manera de conclusión, señalamos que la mujer viuda en las sociedades patriarcales, necesitaba el cuidado y protección del varón y en caso de no existir, en el caso del judaísmo, la comunidad asumía tal rol por mandato divino.


1.   La iglesia apostólica.

Las viudas y Jesús.

Los evangelios nos presentan distintos episodios donde aparece Jesús vinculado con mujeres y especialmente con viudas; el Evangelio de Lucas nos relata la historia de cinco viudas a las que Jesús dignificó; algunas pasaron a la historia con nombre propio, la mayoría, la cultura patriarcal eliminó sus nombres, sin embargo no pudo borrar sus historias.

La primera es Ana (Lucas 2,36-38) sin paralelos en el resto de los evangelios), una mujer anciana, viuda univira, creyente y profetiza, lamentablemente se ha silenciado su voz pero no su acción, leemos en el evangelio:
Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias  a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban  la liberación de Jerusalén” (versículo 38).
Ana tiene características de otras mujeres del Antiguo Testamento: viuda y anciana como Judit (Judit 16,22-23), profetiza como Débora o Junda (Jueces 4-5; 2 Reyes 22,14).

La segunda es la viuda de Sarepta (Lucas 4,25-26) sin paralelos en los otros evangelios. Jesús toma su historia de hospitalidad, narrada en 1 Reyes 17,8-24, y la dignifica poniéndola como ejemplo, resalta su actitud y no el milagro de Elías; una mujer de tierras paganas, viuda, empobrecida, sin recursos para sobrevivir, por su actitud generosa, queda inmortalizada en la historia. No sabemos su nombre, sin embargo, todas las generaciones conocimos y conocerán a la viuda de Sarepta por su solidaridad.

La tercera es la viuda de Nahín (Lucas 7,11-17) sin paralelos en los otros evangelios. Jesús se encuentra con un viuda que va a enterrar a su hijo que acababa de morir; una mujer que había quedado en la más completa indefensión,  conmovido lo devolvió con vida a su madre. Tampoco sabemos su nombre, sin embargo, también quedó inmortalizada en la historia, porque Jesús intervino en su vida devolviéndole dignidad.

La cuarta es la parábola de la viuda y el juez (Lucas 18,1-8) sin paralelos en los otros evangelios. No es una situación real, sino una historia que utiliza Jesús para dar una enseñanza. Jesús toma un hecho de la vida cotidiana, una mujer viuda, sin influencias y expuesta a los abusos leales, sin capacidad de poder sobornar (Isaías 1,17-23; Proverbios 15,25) que pide la intervención del juez ante quienes la perjudicaban, un juez que mereció el calificativo de malo (versículo 6); nuevamente Jesús valora y dignifica la imagen de la mujer viuda, poniéndola como ejemplo de constancia para alcanzar lo deseado.

La quinta es la viuda que ofrenda en el templo (Lucas 21,1-4), cuyo paralelo se encuentra en Marcos. El evangelista pone en contraste la abundancia que ofrendaban los ricos y lo insignificante de la ofrenda de la viuda, que depositaba dos moneditas de cobre, o sea el equivalente a un cuadrante, la moneda más pequeña de la economía romana, que correspondía a 1/64 partes del denario, que era el salario de un día de trabajo (Mateo 20,2; Marcos 6,37; Juan 6,7). Como la viuda de Sarepta (1 Reyes 17) es capaz de compartir desde la solidaridad, lo poco o lo único que posee. Tampoco sabemos su nombre, pero también quedó inmortalizada, porque Jesús la puso como ejemplo de generosidad.

Las cinco mujeres comparten el estado de viudez, por lo tanto, la situación de indefensión y desigualdad en una cultura patriarcal que somete a las mujeres; sin embargo, en las cinco situaciones, Jesús las dignifica, las empodera, las inmortaliza en la historia. Se podrán haber borrado y olvidado el nombre de la mayoría, pero no sus acciones y lo que despertaron en Jesús, una actitud sin lugar a dudas escandalosa y subversiva.


Las viudas y las Escrituras Cristianas.

Como afirma Diana Rocco Tedesco “Lo que en la Biblia Hebrea es un deber de toda la comunidad, se convierte en el Nuevo Testamento en una obligación de la nueva comunidad cristiana: de la Iglesia y especialmente de su Obispo, que ocupa el lugar que el evergeta ocupaba en la sociedad romana. Es la Iglesia Cristiana la que tiene a su cargo la asistencia de las viudas” (Rocco Tedesco, 2014, p 4); prueba de ello es el relato de la elección de los siete ayudantes, preferimos utilizar el término ayudante y no el diácono, pues las funciones de por lo menos Felipe y Esteban, exceden las tareas asignadas a ese ministerio y en cierta manera, se equiparan a la de los apóstoles:
1En aquel tiempo, como el número de los creyentes iba aumentando, los de habla griega comenzaron a quejarse de los de habla hebrea, diciendo que las viudas griegas no eran bien atendidas en la distribución diaria de ayuda. 2Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes, y les dijeron:
—No está bien que nosotros dejemos de anunciar el mensaje de Dios para dedicarnos a la administración. 3Así que, hermanos, busquen entre ustedes siete hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos. 4Nosotros seguiremos orando y proclamando el mensaje de Dios.
5Todos estuvieron de acuerdo, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, uno de Antioquía que antes se había convertido al judaísmo. 6Luego los llevaron a donde estaban los apóstoles, los cuales oraron y les impusieron las manos.  (Hechos de los Apóstoles 6,1-6).

Otro texto de las Escrituras Cristianas, hacia fines del siglo I, reafirma este ministerio de la Iglesia, en primer lugar, hacia las viudas cristianas; sin embargo, deja entrever, que para ese entonces, las viudas no eran únicamente un grupo de mujeres desvalidas y desprotegidas a las que se debía cuidar, sino que aparecen como un grupo especial dentro de la estructura eclesial:
3Ayuda a las viudas que no tengan a quien recurrir. 4Pero si una viuda tiene hijos o nietos, ellos son quienes primero deben aprender a cumplir sus obligaciones con los de su propia familia y a corresponder al amor de sus padres, porque esto agrada a Dios. 5La verdadera viuda, la que se ha quedado sola, pone su esperanza en Dios y no deja de rogar, orando día y noche. 6Pero la viuda que se entrega al placer, está muerta en vida. 7Mándales también estas cosas, para que sean irreprensibles. 8Pues quien no se preocupa de los suyos, y sobre todo de los de su propia familia, ha negado la fe y es peor que los que no creen.
9En la lista de las viudas deben estar únicamente las que tengan más de sesenta años y no hayan tenido sino un solo esposo. 10Deben ser conocidas por sus buenas acciones, por haber criado bien a sus hijos, por haber recibido bien a los que llegan a su casa, por haber lavado los pies a los del pueblo santo y haber ayudado a los que sufren. En fin, por haberse dedicado a hacer toda clase de obras buenas.
11Pero no pongas en la lista a viudas de menos edad; porque cuando sus propios deseos las apartan de Cristo, quieren casarse de nuevo 12y resultan culpables de haber faltado a su compromiso. 13Además andan de casa en casa, y se vuelven perezosas; y no solo perezosas, sino también chismosas, metiéndose en todo y diciendo cosas que no convienen. 14Por eso quiero que las viudas jóvenes se casen, que tengan hijos, que sean amas de casa y que no den lugar a las críticas del enemigo. 15Pues algunas viudas ya se han apartado y han seguido a Satanás.
16Si alguna mujer creyente tiene viudas en su familia, debe ayudarlas, para que no sean una carga para la iglesia; así la iglesia podrá ayudar a las viudas que de veras no tengan a quien recurrir.” (1 Timoteo 5,3-16).

Del análisis de este texto, podemos extraer algunas conclusiones significativas, que están mostrando una Iglesia jerarquizada y una clara intención de limitar las actividades desarrolladas por las viudas.

En primer lugar, los versículos 3 al 7, están poniendo como objeto de la ayuda de la Iglesia a las viudas que no tienen familia; las viudas con familiares, la carta manda que éstos deben hacerse cargo. Hasta aquí se mantiene en el mismo contexto que Hechos 6,1-6 donde las viudas son beneficiarias de la caridad eclesial y están bajo el cuidado y protección de ésta. A partir de los versículos siguientes, comienzan a identificarse algunas diferenciaciones respecto al texto de Hechos y respecto al resto de las viudas.

En segundo lugar, el versículo 9 introduce tres aspectos:
a)    Menciona una ”lista de las viudas”; un registro donde se inscriben algunas con determinadas características y no todas las viudas cristianas, tengan o no tengan familia (versículos 11-15);
b)    Que tengan más de 60 años (edad en que para el judaísmo comenzaba la ancianidad);
c)    Hayan tenido un solo marido; una expresión similar se encuentra en la misma carta, referida a quienes aspiran presidir la comunidad eclesial, es decir los obispos (1 Timoteo 3,1-2).

En tercer lugar, el versículo 10 presenta otros requisitos, además de los mencionados en los literales b y c, vinculados a las buenas obras tanto dentro de su familia como en la comunidad eclesial.

En cuarto lugar, el versículo 12 nos pone en conocimiento de un “compromiso” que hacía la viuda que reunía estos requisitos y era inscripta en el registro.

Elsa Tamez, en un artículo sobre Timoteo 5,3-16, señala dos aspectos a tener en cuenta de ese contexto eclesial, por un lado el ministerio con las viudas y por otro, el ministerio de las viudas. Señala además, la complejidad que se presenta en la interpretación del versículo 16, ya que podrá estar refiriéndose a una mujer rica, que administra sus bienes, por lo tanto viuda, que tiene a su cargo otras viudas, de su propia familia o viudas pobres de fuera de su familia. Deja al descubierto, ya en este tiempo, la posibilidad de que la cultura patriarcal estuviera descalificando y limitando el actuar de las viudas jóvenes, como líderes eclesiales, ya que el estado de viudez daba muchas libertades que el matrimonio limitaba; presentando estereotipos de género que se mantienen hasta hoy respecto de las mujeres (5,13), cuando en realidad estas mujeres desarrollaban visitas pastorales y enseñanzas contrarias a las que sostiene Timoteo (cf 1,3; 6,20).  (Tamez Elsa, Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana Nº 66, p. 140-146).


2.   La iglesia primitiva

En el período de los Padres Apostólicos, aquellos escritores del siglo I y principios del II que sus enseñanzas pueden vincularse a la predicación de los Apóstoles, bien porque fueron sus discípulos, bien porque les conocieron, bien porque estuvieron vinculados directamente a sus enseñanzas, me resultó extremadamente difícil encontrar bibliografía estrictamente sobre el tema y la única referencia que puedo presentar corresponde a      Ignacio de Antioquía (25/28 a 98/110 dC) en su carta a carta a los esmirniotas, la penúltima que escribe, afirma:
“Saludos a las familias de mis hermanos, incluyendo sus esposas y niños, y a las vírgenes que se encuentran entre las viudas” (13,1).
Claramente, Ignacio menciona un grupo dentro de la Iglesia de Esmirna, correspondiente a las vírgenes y las viudas.

Finalizado el período de los Padres Apostólicos encontramos información más abundante; Tertuliano (160 – 220 dC aprox) escribe:
“Se muy bien que en un cierto lugar una virgen que no tenía todavía veinte años ha sido oficialmente inscripta en el orden de las viudas. Si el obispo quería darle algún subsidio, podría haber buscado otra forma de hacerlo, salvaguardando el respeto a la disciplina de la Iglesia, y así no nos encontraríamos ahora con la infamia de tal prodigio, por no decir monstruosidad, es decir con la existencia de una virgen viuda.
Y así ella logra poner en evidencia que no es ni una cosa ni otra. No es virgen porque ha sido tomada por viuda y no es viuda porque se presenta como virgen. Pero en virtud de la autorización episcopal se sienta entre las viudas con la cabeza descubierta, aunque es también virgen.
Para ocupar esos lugares, además del hecho de que se exige tener por lo menos 60 años (I Tim 5:9) son elegidas mujeres que no solo han tenido un solo marido, es decir mujeres casadas, sino también madres que hayan criado hijos (I Tim 5:10).
Naturalmente, siendo estas mujeres instruidas en todo tipo de experiencias y de sentimientos, están habilitadas para ayudar fácilmente a otras, ya sea con sus consejos o con sus palabras de consuelo, porque han vivido todas aquellas situaciones en las cuales una mujer puede demostrarse como digna de alabanza” (De virginibus velandis, 9,2,3).
Tertuliano explícitamente presenta dos grupos dentro de la comunidad eclesial, el orden de las vírgenes y el de las viudas.

Al parecer, dentro de los órdenes femeninos, el primero en surgir es el de las viudas, entrado el siglo III ocupa un lugar importante dentro de la jerarquía de la Iglesia; la Tradición Apostólica, escrito de ese siglo contenía escritos como Cánones de los Apóstoles, Constituciones Apostólicas y la Didascalia, las menciona luego de los diáconos; Clemente de Alejandría (150 – 215/217 dC) y Orígenes (185 – 254 dC) también las incluyen como parte de la jerarquía, destacando entre sus funciones la oración y las visitas a personas enfermas (Entre Dios y los hombres: el sacerdocio en la antigüedad, monografía revista Spal Nº VII, 2006 p. 241).

Según Diana Rocco Tedesco, refiriéndose a las viudas, escribe “sabemos también que ayudaron junto a las diaconisas en las instrucción de las catecúmenas jóvenes, considerando su experiencia y decoro, valores que debían transmitir […] también auxiliaban en el bautismo, ya que el recomendado era por inmersión […]  en esa situación estas mujeres se convertían por necesidad en auxiliares del obispo quien era el que bautizaba. Eran pues asistentes del culto en este punto”. Continúa escribiendo “de lo que sí tenemos datos seguros, recogidos por los mismos heresiólogos, es de que mujeres continentes, viudas o no, ejercieron funciones sacerdotales dentro de movimientos paralelos al paulinista, sobre todo en Asia Menor […]
  y posiblemente también en Egipto, especialmene en el Alto Egipto, fuera del cerco de influencia obispal, y más al sur todavía, donde están atestiguados cultos a cargo exclusivamente de mujeres”  (Rocco Tedesco, 2008, materiales del curso, p.4).

Al parecer, después del período que establecimos como marco de nuestro trabajo, años 30/40 a 311 dC, es posible identificar un ordo vidarum según Rocco Tedesco y otras autoras, basándose en la Didascalia (siglo III) entre otros escritos.


Algunas conclusiones

Existen pruebas para suponer que durante el período de tiempo que seleccionamos, correspondiente a la Iglesia antigua (años 30/40 a 311), existieron dos categorías de viudas, por un lado aquellas pobres que recibían la ayuda de la Iglesia y por otro, las que conformaban un grupo dentro de la jerarquía eclesiástica, la institución de las viudas en la Iglesia antigua.

Estas mujeres, inscriptas en el registro de viudas, tenían que cumplir con una serie de requisitos similares al de los varones que se desempeñaban en el liderazgo eclesial, participaron activamente en las actividades de la Iglesia, al igual que otras mujeres que lo hicieron en otras funciones: profetisas como Ana, predicadoras como Tecla, diáconas como Febe, mártires como Perpetua y Felicidad, apóstoles como María Magdalena y Junias.

Sin embargo, el sistema patriarcal imperante en la cultura y por lo tanto en la Iglesia, fue controlando y limitando las funciones de estas viudas dentro de la comunidad eclesial, ya que la libertad de que gozaban por no tener un hombre que las controlara, comenzó a ser condicionada por el control eclesial ejercido por los obispos que, progresivamente, con la paz de Constantino, empezaron a dejar de ser administradores (eso quiere decir epíscopo) para ser obispos monárquicos.

Sin lugar a dudas, partiendo de estas experiencias invisibilizadas, silenciadas y marginadas de la Iglesia se pueden comenzar a poner las bases para otra Iglesia posible, con una participación igualitaria entre hombres y mujeres.


Bibliografía general
ISHA: La mujer según la Biblia. Corea. Ed. Sociedades Bíblicas Unidas, 2010.
HOLMAN: Diccionario Bíblico Ilustrado. China, B&H, 2008
ROCCO TEDESCO, Diana: Materiales del curso.
TAMEZ ELSA: El ministerio hacia las viudas y las viudas de 1Timoteo 5,3-16, en RIBLA Nº 66.


Artículos consultados en internet



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