Domingo de Epifanía.





Epifanía es un término griego que significa revelación, manifestación. Lo que celebramos hoy, es la manifestación de Dios a todos los pueblos, a todas las personas, a toda la humanidad.



El relato del Evangelio de Mateo, pertenece a los relatos de la infancia de Jesús. Son relatos teológicos y no históricos, por eso es importante que al leerlo nos preguntemos ¿qué quiso decirle el autor sagrado a la comunidad destinataria del Evangelio? Y pregunta seguida ¿qué le está diciendo este relato, a las comunidades cristianas del siglo XXI?.



En primer lugar, el relato de Mateo 2,1-12 pareciera que es una relectura del texto del profeta Isaías en 60,1-6. Los sabios de oriente, personas paganas que no eran parte del pueblo elegido, descritos en Mateo, tienen su correlato en los pueblos paganos que van a Jerusalén a adorar a Dios (Mateo 2,1 cf. Isaías 60,3-4). El pueblo hebreo, creía que las promesas divinas eran para su propia bendición, no llegando a comprender realmente, que a través de él se estaba bendiciendo la humanidad (Génesis 12,2). La misión de Israel no era poseer en exclusividad la bendición divina, sino ser el canal por el cual esta bendición llega a toda la humanidad. Pero Israel no lo entendió así.



La respuesta a la primera pregunta:



El autor sagrado, pretendió transmitirle a una comunidad cristiana, muy influenciada por el judeocristianismo, que en Jesús, Dios con nosotros y nosotras, y entre nosotros y nosotras (Isaías 7,14), se bendecía toda la humanidad (Efesios 3,6), los judíos y los no judíos, el pueblo de la Alianza y los pueblos paganos. Este es el proyecto divino: que toda la humanidad, sin excepción, participe de la bendición divina.



La respuesta a la segunda pregunta:



La Iglesia, en cuanto el movimiento de Jesús que mantiene viva su memoria, durante muchos siglos se ha creído predilecta, elegida, depositaria de las promesas divinas. La consecuencia ha sido discriminación, fomento de odio y persecución, opresiones y exclusiones a todo lo diferente a ella.



La Iglesia olvidó su misión. Ella no es el verdadero pueblo de Dios. Ella no es depositaria de la verdad absoluta. Ella no es maestra de la humanidad, porque Maestro hay uno solo. La Iglesia es servidora, está llamada a servir a la humanidad, dando testimonio de Jesús, compartiendo con su palabra y sus acciones, las palabras y acciones de la cual es heredera.



La misión de la Iglesia en el mundo es dar testimonio de que Dios no hace diferencia entre las personas (Hechos 10,34), de que toda la humanidad está llamada a la vida plena, digna y abundante, celebrada en torno a la mesa de los derechos y la dignidad.



El mensaje de Epifanía 2013:



“Cristo es nuestra paz” (Efesios 2,14). Jesús es el shalom de Dios. Este concepto incluye la reconciliación de la humanidad con Dios, pero también consigo misma. En Jesús y por Jesús, toda la humanidad está unida en un solo y único pueblo, el pueblo que goza de la bendición divina.



Las comunidades cristianas del siglo XXI, al igual que los sabios de oriente (Mateo 2,1), tenemos que contemplar los signos a través de los cuales Dios, continúa revelándose a las mujeres y los hombres en la actualidad. Identificar eses signos, esos acontecimientos, es lo que da vigencia al Evangelio. No podemos, ni debemos, continuar repitiendo relatos mitológicos. No podemos ni debemos, continuar repitiendo fundamentalismos y dogmatismos. “En Cristo tenemos libertad para acercarnos a Dios” (Efesios 3,11).



Las comunidades cristianas del siglo XXI, al igual que los sabios de oriente (Mateo 2,2), tenemos que dialogar con la sociedad y la cultura, sobre los acontecimientos en los que Dios se va revelando en la actualidad. No podemos ni debemos, continuar imponiendo fundamentalismos y dogmatismos, que hoy en día son difíciles de sostener. Las comunidades cristianas, tenemos que entrar en diálogo con la ciencia y la tecnología; con la diversidad de expresiones culturales; con las diferentes comunidades de fe pues todas tienen algo para aportar.



Las comunidades cristianas del siglo XXI, al igual que los sabios de oriente (Mateo 2,12) tenemos que optar por la verdad y la justicia, aunque eso signifique, abandonar el camino de los poderes políticos y religiosos.





Feliz domingo de Epifanía.

Julio, obispo de Diversidad Cristiana.

6 de enero de 2013.


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