24º domingo después de Pentecostés - El tiempo de la Iglesia: Las iglesias que llaman a las personas “pecadoras”, “abominables”, “pervertidas”, “degeneradas”, “contrarias a la naturaleza” no son la Iglesia de Jesucristo.





Lc 19,1-10

1-    El Texto en su contexto:

Jesús de camino a Jerusalén llegó a Jericó (versículo 1). Jericó fue la primer ciudad que conquistó Israel liderado por Josué, al entrar en la tierra prometida, estaba ubicada al noreste de Judea. Próximo a Perea. Por estar construida sobre uno de los manantiales más grandes de la región palestina tenía una tierra fértil y concentraba mucha riqueza.

Relata el evangelista Lucas, que allí vivía un hombre llamado Zaqueo, que era muy rico y se desempeñaba como jefe de los cobradores de impuestos para el imperio romano (versículo 2). Quienes cobraban impuestos para Roma se llamaban “publicanos”. Eran judíos contratados por el imperio como recaudadores de impuestos. Eran considerados traidores por el resto de los judíos, por lo tanto, despreciados por el sistema político, social y religioso (Mt 5,46); muchas veces “publicano” era sinónimo de “pecador” (Mt 9,9-11; 11,19; 21,31-32; Lc 18,9-14; 19,1-10) y formaban parte del grupo de gente de “mala fama” que se acercaba a Jesús (Lc 15,1). A las autoridades políticas y religiosas de Israel no les importaba mucho si los cobradores de impuestos eran buenas o malas personas, les juzgaban y condenaban por su tarea.

Zaqueo era un hombre rico, relata Lucas. Sin lugar a dudas, por el lugar que ocupaba, jefe de los cobradores de impuestos, el imperio le proporcionaría una muy buena fuente de ingresos. Desconocemos la honradez de este hombre. La interpretación que realizan algunos predicadores, que Zaqueo estafaba a la gente sustentando su afirmación en el versículo 8 no es consistente. Bien puede interpretarse que abusó de su función y robó o estafó; pero también puede interpretarse que no lo hizo y es un complemento de su discurso de conversión, en efecto, está expresando en condicional “y si le he robado a alguien”; Zaqueo no afirma “le devolveré a quien le robé”.

Este hombre quería conocer a Jesús, pero el Maestro iba rodeado de sus discípulos y discípulas y seguramente mucha gente de la ciudad salió a conocerle y escucharle (versículo 3) por lo que Zaqueo, por ser un hombre de baja estatura no lograba verle, así que se adelantó al lugar por donde Jesús pasaría y se subió a un árbol grande y frondoso, fácil de subir, del género de las higueras y allí esperó su paso (versículo 4).

Al llegar Jesús, al lugar donde se encontraba Zaqueo le dice que baje pues visitará su casa (versículo 5). Relata el evangelista Lucas, que Zaqueo bajó y gustoso lo recibió en su casa (versículo 6); inmediatamente después, continúa relatando que Jesús fue criticado por alojarse en casa de un pecador (versículo 7), sin lugar a dudas, quienes criticaron fueron los fariseos, estrictos cumplidores de la Ley, llamando así a todas las personas que no interpretaban la ley como ellos o que tenían profesiones deshonrosas (Mt 9,10); alojarse en casa de personas pecadoras o sentarse a la mesa para comer con ellas era un gesto de aceptación por parte de Jesús; una actitud escandalosa para el sistema político y religioso.

Al gesto de Jesús no tardó la respuesta de agradecimiento de Zaqueo ofreciendo la mitad de sus bienes para las personas pobres (versículo 8). Es importante destacar que Zaqueo no dona la mitad de sus bienes al sistema político o religioso, que era generador de opresión y exclusión, sino a quienes estaban en la misma situación de vulneración que él, pero agravada por la pobreza. Jesús interpreta la respuesta de Zaqueo, como un gesto de solidaridad para quienes también eran  considerados “pecadores” aunque tenían la misma dignidad que el resto de los judíos, “hijos de Abraham” (versículo 9).

El relato de Lucas finaliza con una frase que define la misión mesiánica. Jesús, el buen pastor (Jn 10,11-18), tiene la misión de buscar y salvar lo que se había perdido (versículo 10) haciendo referencia al profeta Ezequiel: Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles, y destruiré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré como es debido (34,16 cf Isaias 40,11).

El sistema político y religioso, representado en las ovejas gordas y fuertes no cumplió con la misión de cuidar de las personas débiles, por el contrario, las juzgó, las condenó, las excluyó, vulnerando sus derechos y su dignidad por eso, la misión de Jesús es rescatarlas de la opresión y salvarlas de un sistema que las culpabiliza.


2. El texto en nuestro contexto:

Muchos predicadores, hoy pondrán sus baterías en la conversión de Zaqueo como si fuera lo más importante de este relato. En realidad están equivocados, no hacen más que posicionarse en el lugar de los fariseos, creando pecadores para convertir. La actitud de Zaqueo es únicamente la respuesta de una persona agradecida y contribuye a reforzar la idea central del texto.

El relato de hoy manifiesta nuevamente, un mensaje liberador, sanador e inclusivo de Dios para la humanidad, revelado en las palabras y acciones de Jesucristo (Lc 4,18-21), que es una buena noticia para las personas que el sistema político y religioso de cada época, no importa si es cristiano o no, coloca en el lugar de “personas de mala fama” y en la categoría de “personas pecadoras”.

Una correcta interpretación del texto nos pone a las iglesias en un lugar comprometido frente a Dios y frente a la humanidad. Las iglesias, continuadoras de la misión de Jesucristo en el mundo, necesariamente tienen que ser liberadoras, sanadoras e inclusivas de lo contrario no son la Iglesia de Jesucristo. Las iglesias que juzgan, condenan, excluyen, culpabilizan a las personas no son, parte de la Iglesia de Jesucristo. Las iglesias que llaman a las personas “pecadoras”, “abominables”, “pervertidas”, “degeneradas”, “contrarias a la naturaleza” no son la Iglesia de Jesucristo.

El relato evangélico de Jesús y Zaqueo,  nos enfrenta al desafío de construir una iglesia de puertas abiertas, inclusiva de la diversidad humana pero con especial prefencia por aquellas personas vulneradas en sus derechos y su dignidad por el sistema político y religioso.

Las iglesias, especialmente sus ministros, no somos los perros guardianes de la tradición y los mandamientos; Jesús nos dejó el ejemplo; nuestra misión es dar testimonio de la gracia liberadora de Dios, que tanto amó al mundo que se hizo uno de sus habitantes (cf Jn 3,16; Fi 2,6-11; Jn 1,14); en las Escrituras no está escrito que se hizo como los buenos, ni que se hizo como los fariseos que se consideraban estrictos cumplidores de los mandamientos, ni que se hizo como los sacerdote que rendía culto a Dios, ni que se hizo como los que se consideraban justos y piadosos a los ojos de Dios y del sistema religioso; las Escrituras son clarísimas, está escrito que se hizo “uno de tantos”; uno de la multitud; uno entro nosotros y nosotras; uno con nosotros y nosotras; rodeado de gente pecadora y de mala fama que el sistema religioso rechaza. Ese, es el Dios de los cristianos y de las cristianas; el Dios que la Iglesia sirve en las personas silenciadas e invisibilizadas.

Buena semana para todos y todas +Julio.

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