Segundo Domingo después de Pentecostés: El Cuerpo y la Sangre del Señor realmente presente en las personas excluidas del sistema religioso y político




2º Domingo después de Pentecostés.
Celebramos el Cuerpo y la Sangre del Señor presente en la Eucaristía. Una fiesta celebrada por primera vez en el año 1246 en Bélgica.
Ciclo C – Lucas 9,11-17


1.    El texto en su contexto:

Encontramos relatos similares al del Evangelista Lucas en Mt 15,32-39 y Mc 8,1-10. Este relato Marcos lo sitúa en Decápolis (Mc 7,31), tierra pagana. Demostrando la actividad inclusiva de Jesús entre los no judíos. Lucas lo ubica en Betsaida, un pueblo al nordeste del Lago de Galilea (9,10).

Lucas muestra a un Jesús dispuesto a servir (versículo 11): recibió a la gente, les habló del reinado de Dios y curó a las personas enfermas. Pero no se limitó a eso. También enseñó a la comunidad apostólica el milagro de la solidaridad. Compartir es la forma de distribuir la riqueza entre todas las personas. Ese es el modelo que deja para la comunidad eclesial (versículos 13-17).


2.    El texto en nuestro contexto:

Una iglesia que no comparte lo que tiene no es la Iglesia de Jesús. El distintivo de una comunidad eclesial es la solidaridad. No sólo celebra. La celebración es la expresión del acontecimiento divino – humano en la vida eclesial. Fundamentalmente comparte equitativamente a la interna de la comunidad y es solidaria hacia fuera.

La celebración eucarística solo tiene sentido cuando tenemos algo para celebrar: la experiencia del Señor Resucitado en medio de la comunidad compartiendo, identificándose en las personas vulneradas en sus derechos y dignidad siendo servidas por la Iglesia. De lo contrario, solo es un rito que repetimos domingo a domingo, pero carente de contenido. Jesús compartió la multiplicación de los panes, luego que la comunidad apostólica retornó de la misión (9,10).

La fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor en la Eucaristía nos remite directamente al servicio. El Señor que confesamos presente en el Pan y en el Vino, es el mismo que nos juzgará por el servicio a Él, presente en aquellas personas que el sistema religioso y el sistema político vulneran en sus derechos y dignidad (Mt 25,31-46). En ese momento, no importará cuántas veces comulgamos, cuántas veces participamos en la procesión de Corpus, cuántas veces estuvimos en la Hora Santa. Lo único que importará es cuántas veces amamos a quienes la religión y la sociedad rechazan.

Jesús es el modelo a seguir: recibir a la gente necesitada de buenas noticias; anunciarles el amor misericordioso de Dios, que en su designio misterioso, hizo de esas personas sus predilectas; acompañar el proceso de recuperación de sus derechos y restauración de su dignidad. Este es el centro de la actividad misionera de la Iglesia de Jesucristo.

Buena semana para todos y todas +Julio.



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