Quinto domingo del tiempo de Epifanía: Dios elige y llama a quien menos la comunidad tiene en cuenta
5º domingo del tiempo de Epifanía
Ciclo C – Lucas 4,21-30
Dios
elige y llama a quien menos la comunidad tiene en cuenta
1.
El
texto en su contexto:
Jesús estaba en la sinagoga
y leyó el texto del profeta Isaías (61,1-2 cf Lc 4,16-20), atribuyéndose este
pasaje (Lc 4,21); es decir, revelándose como el Mesías en medio de sus
paisanos, en Nazaret de Galilea (4,16-20). Pero era difícil para sus vecinos
aceptarlo en este nuevo rol, lo habían visto nacer y crecer, lo conocían muy
bien, conocían a su familia (Mt 13.55; Mc 6,3; Lc 4,22; Jn 6,42); durante todos
esos años no habían visto ningún indicio de que su vecino fuera el Elegido de
Dios (Is 58,6; 61,1-2); ¿cómo ahora, de repente, se presenta en la sinagoga
donde concurrió durante años y se manifiesta como el Ungido que Dios había
prometido y que el pueblo esperaba ansiosamente?.
Para Jesús no fue un
obstáculo el prejuicio de sus vecinos y conocidos, por el contrario, les ayuda
a pesar esa realidad (versículo 23) enfrentándolos a la dureza de su corazón,
al no poder ver que Dios estaba actuando en la vida cotidiana de ellos (versículo
24 cf Mt 13,57; Mc 6,4; Jn 4,44). Dios elige a quien quiere, de donde quiere y
cuando quiere; y su elección suele desconcertar a las personas soberbias, a
quienes se sienten con derecho, a quienes prejuzgan a otros y otras, escribía
el Apóstol Pablo, a propósito de la elección de Dios:
“Hermanos, deben darse cuenta
de que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los
criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes a
familias importante. Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios ha
escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes,
ha escogido a los que el mundo tiene por débiles. Dios ha escogido a
la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no
son nada, para anular a los que son algo. Así nadie podrá presumir
delante de Dios”
(1Cor 1,2-29).
Jesús denuncia la actitud
prejuiciosa y desconsiderada de sus vecinos y conocidos, citando algunos
pasajes bíblicos donde la acción profética se realiza fuera del pueblo elegido,
entre paganos y personas despreciadas: una de ellas era la viuda de Sarepta
(versículos 25-26 cf 1Re 17,8-16; Sant 5,17), otra fue Naamán el sirio (versículo
27 cf 2Re 5,1-14). Esos planteos de Jesús enojaron mucho a sus vecinos y
conocidos al punto que lo echaron del pueblo e intentaron matarle (versículos
28-30). El enojo de los aldeanos era doble, por un lado, Jesús insinuaba que la
compasión y misericordia de Dios no era sólo para el pueblo de Israel sino para
todos los pueblos de la tierra, aquellos que por Israel eran considerados
paganos y por lo tanto, despreciados; por otro lado, Jesús les echaba en cara
su incapacidad de reconocer la manifestación de Dios en medio de su vida
cotidiana, de su vida comunitaria, porque allí se estaba manifestando la
elección de Dios sobre uno de sus miembros y ellos no estaban pudiendo o
queriendo reconocerlo.
2. El texto en nuestro contexto:
¡Qué difícil en nuestras
comunidades, reconocer que Dios puede llamar a aquellos hermanos o aquellas
hermanas, que consideramos menos aptos para la misión!
El prejuicio, la envidia, la
dureza de nuestro corazón, la falta de fe, la incomprensión de los designios de
Dios, hacen que obstaculicemos lo que es evidente muchas veces: el llamado de
Dios a un hermano o una hermana de nuestra comunidad. Entonces, comienza una
larga exposición de argumentos: es joven, no tiene experiencia, es mujer, hace
poco que llegó a la comunidad, no tiene formación, tiene dificultades para
expresarse, no le fue bien con los estudios, es bueno pero …como si fuera
nuestro proyecto y no el de Dios, como si Dios tuviera que pedirnos permiso o
consultarnos a quien llamar para encomendarle su misión.
Seguramente, en Israel había
muchas personas en las que Dios podía revelarse, sin embargo eligió hacerse uno
de nosotros en Jesús de Nazaret que no era intelectual, no era maestro de la
ley, no era escriba, no era sacerdote, no era rica, no era político, no era
comerciante; afirma el Apóstol Pablo:
“tomó
naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un
hombre cualquiera” (Fi 2,6-7 cf Jn
1,14; Rom 8,3; 1Tim 3,16).
La historia de la salvación
está llena de llamados de Dios a gente que no cumplía las expectativas de su
comunidad: eligió a Abraham y Sara ya ancianos para fundar su pueblo, a Moisés
que era tartamudo para negociar con el faraón la salida de Egipto, a Rajab que
era prostituta para proteger a los líderes de Israel, a Samuel que era un niño sin
experiencia para ser su profeta, a David que era un joven pastor para reinar en
Israel, a Jeremías que era un joven
temeroso para anunciar la deportación a Babilonia, a Rut y Noemi que eran dos
mujeres en desgracia para continuar la descendencia, a María que era una joven
virgen para ser la madre de Jesús, a Pedro que era un violento, a Leví que era un
cobrador de impuestos considerado traidor, a Pablo que era perseguidor de la
Iglesia y así hasta nuestros días. Dios llama a quien quiere, cuando quiere y
donde quiere.
El evangelio de hoy, invita
a las comunidades cristianas a dejar de lado los prejuicios y estar abiertas a
la novedad de que Dios llame a uno o una de sus miembros al servicio, así como
lo hizo con Jesús, y tal vez sea el que menos esperamos, deseamos o queremos.
Buena semana para todos y
todas + Julio.
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