Estudio Bíblico Mt 11,28-30 (sexta parte)




3.2. Concordancia:

En este punto, recurrimos a las concordancias en las Sagradas Escrituras, con la finalidad de encontrar el sentido que tienen en su contexto, algunas palabras que dan el contenido al mensaje originario. En este punto profundizamos en las siguientes concordancias:

-          personas fatigadas, sobrecargadas, agobiadas, cansadas;
-          yugo – carga;
-          persona mansa – paciente – humilde – justa;
-          descanso.


3.2.1.Primera concordancia: personas fatigadas – sobrecargadas – agobiadas y cansadas en las Escrituras:

Las Escrituras Hebreas, el Antiguo Testamento, revelan una opción preferencia de YHWH por las siguientes categorías del pueblo:

Am. 2,6-7:                  “Así dice el Señor: “Los de Israel han cometido tantas maldades que no dejaré de castigarlos; pues venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias. Oprimen y humillan a los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes”

Jr. 30,12-13:              “El Señor dice: “Tu herida es incurable, tu mal no tiene remedio. No hay quien se ocupe de ti; no hay quien te cure las heridas, y no tienes curación”.

Is. 11,4:                      “Juzgará con justicia a los débiles y defenderá los derechos de los pobres del país. Sus palabras serán como una vara para castigar al violento, y con el soplo de su boca hará morir al malvado”.

Las autoridades debían cuidar de ellas:

Dt. 1,16-17:               “Al mismo tiempo les di a sus jueces las siguientes instrucciones: ‘Atiendan a todos y háganles justicia, tanto a sus compatriotas como a los extranjeros; y al dictar sentencia, no hagan ninguna distinción de personas: atiendan tanto a los humildes como a los poderosos, sin tenerle miedo a nadie, porque el juicio es de Dios”.

Sal. 72,12-14:           Pues él salvará al pobre que suplica y al necesitado que no tiene quien lo ayude. Tendrá compasión de los humildes y salvará la vida a los pobres. Los salvará de la opresión y la violencia, pues sus vidas le son de gran valor.

Is. 10,1-2:                  ¡Ay de ustedes, que dictan leyes injustas y publican decretos intolerables, que no hacen justicia a los débiles ni reconocen los derechos de los pobres de mi pueblo, que explotan a las viudas y roban a los huérfanos!

A la gran mayoría del pueblo empobrecido, le resultaba una carga pesada los impuestos, que siempre terminaban afectando a las personas vulnerables. A lo largo de la historia de Israel, hubieron distintas formas. En tiempos de los jueces no había ejército ni corte, por lo tanto la carga tributaria no era tan pesada, se entregaban el diezmo y las ofrendas para el mantenimiento del sacerdocio y los levitas disfrutaban de las tierras que les habían sido entregadas; esta etapa de la historia de Israel fue añorada por las distintas corrientes renovadoras. En tiempo de los reyes los recursos que se manejaban provenían de distintas fuentes, ya que había una mayor exigencia de recaudación porque debía financiarse al ejército y a la corte, por lo tanto, surgen impuestos en especies (1 Re 4,7-28 cf Am 7,1), contribuciones especiales a la accesión de un rey, la accesión es un modo de adquirir la propiedad y un derecho que se atribuye al propietario del suelo (1 Sam 10,27) o impuestos especiales en períodos de guerra (1Sam 16,20; 17,18), impuestos a los pueblos sometidos en la guerra (2 Sam 8,6.14; 1 Re 10,15; 2 Re 3,4; Jue1,28-30) y levas, es decir, reclutamiento obligatorio para servir en el ejército (1 Re 9,20-22). Con el rey David no hubo una carga tributaria pesada, repartió a los hombres capaces de ir a la guerra en doce grupos de veinticuatro mil cada uno y estos debían servir un mes al año (1 Cro 27,1), en cambio con el rey Salomón la carga tributaria fue excesivamente pesada, no solo para mantener el ejército y la corte, sino las obras que se emprendieron (1 Re 12,4). Pero también, cuando Israel era sometido por otro reino, el pueblo era obligado a pagar tributo y financiar gastos de su propio gobierno cf Diccionario Bíblico –en bibliografía- y Mesters C: “Con Jesús a contramano en defensa de la Vida” –en bibliografía.

La situación no era fácil para las personas necesitadas, empobrecidas y en situación de miseria, integrantes del pueblo oprimido, doblegadas y hambrientas, explotadas laboralmente, exiliadas e inmigrantes, huérfanas y viudas, agobiadas por los impuestos al imperio y los tributos al templo, afligidas por el poder de personas poderosas, malvadas y ricas de la ciudad, los textos que siguen a continuación nos brindan un panorama al respecto:

Dt. 14,28-29:             “Cada tres años deberán ustedes apartar la décima parte de su cosecha del año, y almacenarla en su ciudad, para que cuando vengan los levitas, a quienes no les ha tocado tener su propia tierra, o los extranjeros que viven entre ustedes, o los huérfanos y las viudas, puedan comer hasta quedar satisfechos. Así el Señor su Dios los bendecirá en todo lo que hagan”.

Es importante diferenciar entre el diezmo para el mantenimiento del sacerdocio (Dt 12,5-6), en el caso del versículo que acabamos de citar es para las prácticas de justicia social (cf Dt 15,4; 26,12-15).

Dt. 15,11:                   “Nunca dejará de haber necesitados en la tierra, y por eso yo te mando que seas generoso con aquellos compatriotas tuyos que sufran pobreza y miseria en tu país” (cf Mt 26,11; Mc 14,7; Jn 12,8).

Dt. 24,17-18:             “No cometan ninguna injusticia con los extranjeros ni con los huérfanos, ni tampoco tomen en prenda la ropa de las viudas. No olviden que ustedes fueron esclavos en Egipto, y que el Señor su Dios los sacó de allí; por eso les ordeno que cumplan todo esto” (cf Ex. 22,21; 23,9; Lv. 19,33-34; Dt. 24,17-18; 27,19).

Ester 9,20-22:           “Mardoqueo puso por escrito estos acontecimientos, y envió cartas a todos los judíos que habitaban en las provincias del reino de Asuero, tanto cercanas como lejanas, ordenándoles que cada año celebraran los días catorce y quince del mes de Adar como los días en que los judíos se deshicieron de sus enemigos, y como el mes en que la tristeza y los gritos de dolor se cambiaron para ellos en alegría y fiesta. Estos días deberían celebrarse con banquetes y alegría, haciéndose regalos unos a otros y dando limosnas a los pobres”.

2Sam. 12,1-4:           “El Señor envió al profeta Natán a ver a David. Cuando Natán se presentó ante él, le dijo: —En una ciudad había dos hombres. Uno era rico y el otro pobre. El rico tenía gran cantidad de ovejas y vacas, pero el pobre no tenía más que una ovejita que había comprado. Y él mismo la crió, y la ovejita creció en compañía suya y de sus hijos; comía de su misma comida, bebía en su mismo vaso y dormía en su pecho. ¡Aquel hombre la quería como a una hija! Un día, un viajero llegó a visitar al hombre rico; pero este no quiso tomar ninguna de sus ovejas o vacas para preparar comida a su visitante, sino que le quitó al hombre pobre su ovejita y la preparó para dársela al que había llegado”.

2Re. 25,11-12:         “Luego Nebuzaradán llevó desterrados a Babilonia tanto a los que aún quedaban en la ciudad como a los que se habían puesto del lado del rey de Babilonia, y al resto de los artesanos. Solo dejó a algunos de entre la gente más pobre, para que cultivaran los viñedos y los campos” (cf Sab 15,4).

1Re. 17,8-24:            “Entonces el Señor le dijo a Elías: “Levántate y vete a la ciudad de Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allá. Ya le he ordenado a una viuda que allí vive, que te dé de comer.” Elías se levantó y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba recogiendo leña. La llamó y le dijo: —Por favor, tráeme en un vaso un poco de agua para beber. Ya iba ella a traérselo, cuando Elías la volvió a llamar y le dijo: —Por favor, tráeme también un pedazo de pan. Ella le contestó: —Te juro por el Señor tu Dios que no tengo nada de pan cocido. No tengo más que un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una jarra, y ahora estaba recogiendo un poco de leña para ir a cocinarlo para mi hijo y para mí. Comeremos, y después nos moriremos de hambre. Elías le respondió: —No tengas miedo. Ve a preparar lo que has dicho. Pero primero, con la harina que tienes, hazme una torta pequeña y tráemela, y haz después otras para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que no se acabará la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra. La viuda fue e hizo lo que Elías le había ordenado. Y ella y su hijo y Elías tuvieron comida para muchos días. No se acabó la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra, tal como el Señor lo había dicho por medio de Elías. Algún tiempo después cayó enfermo el hijo de la viuda, y su enfermedad fue gravísima, tanto que hasta dejó de respirar. Entonces la viuda le dijo a Elías: —¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a recordarme mis pecados y a hacer que mi hijo se muera? —Dame acá tu hijo —le respondió él. Y tomándolo del regazo de la viuda, lo subió al cuarto donde él estaba alojado y lo acostó sobre su cama. Luego clamó al Señor en voz alta: “Señor y Dios mío, ¿también has de causar dolor a esta viuda, en cuya casa estoy alojado, haciendo morir a su hijo?” Y en seguida se tendió tres veces sobre el niño, y clamó al Señor en voz alta: “Señor y Dios mío, ¡te ruego que devuelvas la vida a este niño!” El Señor atendió a los ruegos de Elías, e hizo que el niño reviviera. Inmediatamente Elías tomó al niño, lo bajó de su cuarto a la planta baja de la casa y lo entregó a su madre, diciéndole: —¡Mira, tu hijo está vivo! Y la mujer le respondió: —Ahora sé que realmente eres un hombre de Dios, y que lo que dices es la verdad del Señor”.

Job 24,4-11:              “Los malvados cambian los linderos de los campos, roban ovejas para aumentar sus rebaños, despojan de sus animales a los huérfanos y las viudas. Apartan a los pobres del camino, y la gente humilde tiene que esconderse. Los pobres, como asnos salvajes del desierto, salen a buscar con trabajo su comida, y del desierto sacan alimento para sus hijos. Van a recoger espigas en campos ajenos o a rebuscar en los viñedos de los malos. Pasan la noche sin nada con que cubrirse, sin nada que los proteja del frío. La lluvia de las montañas los empapa, y se abrazan a las rocas en busca de refugio. Les quitan a las viudas sus recién nacidos, y a los pobres les exigen prendas. Los pobres andan casi desnudos, cargando trigo mientras se mueren de hambre. Mueven las piedras del molino para sacar aceite; pisan las uvas para hacer vino, y mientras tanto se mueren de sed” (cf. Prov. 14,31; 17,5; 19,4-7.17, Dt. 15,11).

Eclo. 13,20-24:         “El orgulloso detesta al humilde, y el rico detesta al pobre. Si el rico tropieza, sus amigos lo sostienen, pero si tropieza el pobre, sus amigos lo empujan. Habla el rico, y muchos lo apoyan, y aunque hable mal, les parece muy bien. Se equivoca el pobre, y se burlan de él, y aunque hable con sensatez, nadie le hace caso. Habla el rico, y todos se callan y ponen por las nubes su talento. Habla el pobre, y preguntan: “¿Quién es ese?” Y si tropieza, todavía le dan un empujón. Buena es la riqueza conseguida honradamente, y mala es la pobreza fruto del orgullo”

Am. 2,6-7:                  “Así dice el Señor: “Los de Israel han cometido tantas maldades que no dejaré de castigarlos; pues venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias. Oprimen y humillan a los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes” (cf Am 4,1).

YHWH toma partido por este tipo de personas ante la falta de respuesta del sistema político y del sistema religioso:

Dt. 10,18-19:             “…él es el Dios soberano, poderoso y terrible, que no hace distinciones ni se deja comprar con regalos; que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama y da alimento y vestido al extranjero que vive entre ustedes” (cf Ex. 22,22-24; Dt. 10,17-18; Sal. 68,5; 103,6; 146,9; Eclo 4,10; Lc. 1,53).

Ex. 22,21-24:            “No maltrates ni oprimas al extranjero, porque ustedes también fueron extranjeros en Egipto. “No maltrates a las viudas ni a los huérfanos, porque si los maltratas y ellos me piden ayuda, yo iré en su ayuda, y con gran furia, a golpe de espada, les quitaré a ustedes la vida. Entonces quienes se quedarán viudas y huérfanos serán las mujeres y los hijos de ustedes. “Si le prestas dinero a alguna persona pobre de mi pueblo que viva contigo, no te portes con ella como un prestamista, ni le cobres intereses”.

1Sam. 2,8;                 “Dios levanta del suelo al pobre y saca del basurero al mendigo, para sentarlo entre grandes hombres y hacerle ocupar un lugar de honor” (cf Sal. 34,6; 107,41; 109,31; 113,7)

Is. 9,3:                        “Porque tú has deshecho la esclavitud que oprimía al pueblo, la opresión que lo afligía, la tiranía a que estaba sometido. Fue como cuando destruiste a Madián”.

Is. 25,4:                      “Porque tú has sido un refugio para el pobre, un protector para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tempestad, sombra contra el calor”.

Is. 61,1-3:                  “El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, libertad a los que están en la cárcel; a anunciar el año favorable del Señor… Me ha enviado a consolar a todos los tristes, a dar a los afligidos de Sión una corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de alabanza en vez de desesperación”.

El texto isaiano presenta la liberación de las personas oprimidas y la inclusión de las personas excluidas como un año especial, comparable al sabático (Ex. 21,2; Dt. 15,1) o al jubilar (Lv. 25,8-16); cf. Mt. 11,5; Lc.,18-19; 7,2.

En las Escrituras Cristianas, el Nuevo Testamento, también Jesús toma partido por estos grupos de personas oprimidas y excluidas, abandonadas por el sistema político y el sistema religioso.

Mc. 12,38-40:            “Jesús decía en su enseñanza: “Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones”.

También en tiempos de Jesús, se producía el despojo de las personas vulnerables y empobrecidas, generalmente por deudas o por impuestos impagos. Los tributos que se pagaban en tiempos de Jesús eran impuestos directos e indirectos. Los primeros afectaban las propiedades y las personas:

-          Tributum soli: se aplicaba a la propiedad dependiendo del tamaño de la misma, a la producción que se obtuviera en esa propiedad y al número de esclavos y esclavas afectados a esa propiedad. Los funcionarios gubernamentales controlaban estos tres aspectos y establecían los montos que se debían pagar. Una de las formas de controlar eran los censos a través de los cuales, también, se actualizaban los impuestos.

-          Tributum capitis: se aplicaba a las personas entre 12 y 65 años que no poseyeran tierras. Era un impuesto al trabajo y correspondía al 20% del ingreso por salario recibido.

Los segundos afectaban a las transacciones:

-          Corona de oro: si bien comenzó siendo un regalo al emperador, con el paso del tiempo se convirtió en un impuesto obligatorio que se recaudaba en ocasiones especiales como fiestas y visitas del emperador a determinada región.

-          Impuesto sobre la sal: este tributo era monopolio absoluto del emperador y se aplicaba sobre el uso comercial no el doméstico.

-          Impuesto a la compra venta: era aplicado a cada transacción comercial a través de funcionarios del imperio en las ferias para el cobro de dicho tributo, por ejemplo, para la compraventa de un esclavo se cobraba un 4%.

-          Impuesto de registro: se aplicaba a los contratos comerciales y generalmente era un 2% del monto.

-          Impuesto al ejercicio profesional: toda actividad era regulada mediante una habilitación o permiso (artesanos, carpinteros, pescadores, alfareros, tejedores de redes, prostitutas, etc.).

-          Impuesto para el uso de cosas de utilidad pública: el emperador Vespaciano, por ejemplo, aplica impuestos por el uso de los baños públicos en Roma.

Pero también existían otras formas de recaudación:

-          Peajes o aduanas: eran puestos donde estaban apostados publicanos para la recaudación sobre la circulación de mercaderías y había la presencia de soldados como forma de persuasión para quienes pretendían evitarlos.

-          Trabajos forzados: el imperio podía obligar a las personas a realizar un servicio durante 5 años.

-          Gastos especiales para el ejército: las ciudades, poblados o aldeas estaban obligadas a hospedar a los soldados del imperio y el campesinado pagaba en producción para el sustento de los soldados.

A esto sistema de tributos, en tierras de Jesús se sumaban los aportes para el sistema religioso que imponía la ley mosaica:

-          Shekalim: era el impuesto para el mantenimiento del templo de Jerusalén.

-          el Diezmo: era un impuesto para el mantenimiento del sacerdocio judío.

-          las Primicias: era un impuesto para el mantenimiento del culto.

Esta pesada carga tributaria que beneficiaba al imperio, al gobierno y al templo hacía muy difícil la vida de las personas asalariadas, las desvalidas y del campesinado empobrecido que eran vulneradas al punto de endeudarse con prestamistas, o sus de expropiarles sus propiedades o de venderse como esclavos para saldar deudas  (cf. Diccionario Bíblico y MESTERS, C: “Con Jesús a contramano en defensa de la Vida”).

Jesús exige a quienes quieren ser sus discípulos y discípulas, solidaridad con estas personas:

Mt. 19,16:                  “Un joven fue a ver a Jesús, y le preguntó: —Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna? Jesús le contestó: —¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Bueno solamente hay uno. Pero si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos. —¿Cuáles? —preguntó el joven. Y Jesús le dijo: —‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, 19honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.’ —Todo eso ya lo he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta? Jesús le contestó: —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme”.

Jesús las pone como ejemplo de generosidad y las llama felices:

Mc. 12,42-44             “Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: —Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”.

Lc. 6,20-21:               “Jesús miró a sus discípulos, y les dijo: “Dichosos ustedes los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios”.

En este pasaje, como en otros muchos de los evangelios, Lucas no se refiere al grupo de los Doce sino a los muchos hombres y mujeres que lo seguían durante su ministerio.

Jesús retoma las enseñanzas de las  Escrituras Hebreas y reafirma que YHWH toma partido por este tipo de personas haciéndoles justicia:

Lc. 16,19-31:             “Había un hombre rico, que se vestía con ropa fina  y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este pobre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico;  y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día el pobre murió, y los ángeles lo llevaron a sentarse a comer  al lado de Abraham. El rico también murió, y fue enterrado. “Y mientras el rico sufría en el lugar adonde van los muertos,  levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro sentado a su lado. Entonces gritó:  ‘¡Padre Abraham, ten lástima de mí! Manda a Lázaro  que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar  mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.’ Pero Abraham le contestó:  ‘Hijo, acuérdate que en vida tú recibiste tu parte  de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora él recibe  consuelo aquí, y tú sufres. Aparte de esto, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes; de modo  que los que quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni de allá tampoco pueden pasar aquí.’ “El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, para que les llame la atención, y así  no vengan ellos también a este lugar de tormento.’ Abraham dijo: ‘Ellos ya tienen lo escrito por Moisés  y los profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés  y a los profetas, tampoco creerán aunque algún  muerto resucite’”.          

También las primeras Comunidad de discípulos y discípulas de Jesús se preocupaba por ayudar a las personas pobres promoviendo la solidaridad y la inclusión:

Rom. 15,25:              “Pero ahora voy a Jerusalén, a llevar ayuda a los hermanos de allí”.

1Tim. 5,3:                  “Ayuda a las viudas que no tengan a quien recurrir”.

Sant. 1,27:                “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo” (cf Is. 1,16-17; Eclo 4,10).

Sant. 2,2-6:               “Ustedes, hermanos míos, que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra. Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: “Siéntate aquí, en un buen lugar”, y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a este le dicen: “Tú quédate allá de pie, o siéntate en el suelo”; entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención” (cf Sant 1,9-10, Prov 22-23; Am 8,4-7).

Muchas de estas personas a las que hace referencia Santiago, son elegidas por YHWH que les confía misiones importantes en la historia del pueblo (Jue. 6,15; cf. 1Co. 25,31; Gn. 25,33; 1Sam. 2,1-10; 10,17-24; 16,1-13; Jd. 9,1-5; Esd. 9,5; Sal. 9; 57,5; Rom. 9,10-13).

Esta es la clave de la solidaridad que exigía reproducir la experiencia liberadora, así como YHWH liberó de la opresión al pueblo, éste debe liberar a sus integrantes reproduciendo el modelo solidario del actuar divino:

Dt 15,12-15:              “Si alguno de tus compatriotas hebreos, sea hombre o mujer, se vende a ti como esclavo, solo te servirá seis años; al séptimo año lo dejarás en libertad. Y cuando lo despidas, no lo dejarás ir con las manos vacías, sino que le darás animales de tu rebaño y mucho trigo y vino; es decir, compartirás con él los bienes que el Señor tu Dios te haya dado. No olvides que también tú fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te dio libertad. Por eso ahora te doy esa orden” (cf Dt 24,2).


continua el capítulo de las concordancias.

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