Jesús el buen pastor y la Iglesia enviada a continuar su misión
Cuarto domingo de Pascua
Ciclo B – Juan 10,1-21
Jesús se presenta como el
buen pastor (Juan 10,11). Esta imagen no le era ajena al pueblo, pues se
aplicaba a Dios y a los gobernantes (Salmo 23,1; Isaías 40,11; Jeremías 23,1-6;
Ezequiel 34,11-31; 37,24). La Iglesia
primitiva la refirió a Jesús (Mateo
9,36; 18,12-14; Marcos 6,34; Lucas 15,4-7; Hebreos 13,20; 1 Pedro 2,25;
Apocalipsis 7,17) y también al liderazgo de las Iglesias (Juan 21,15 cf Hechos
de los Apóstoles 20,26; Efesios 4,11; 1 Pedro 5,2).
Jesús, el buen pastor, ha
venido para comunicar vida en abundancia (Juan 10,10), todo su ministerio ha
sido restablecimiento de la dignidad humana (Marcos 1,21-28. 29-31. 40-45;
2,1-12: 3,1-6; 5,1-20; 21-42; 6,53-56; 7,24-30.31-37; 8,22-26; 9,14-29; 10,46-52);
entre nosotros y nosotras “pasó haciendo el bien y curando” (Hechos de los
Apóstoles 10,38). Lleno de amor compasivo y misericordioso, por las personas
vulneradas en sus derechos y su dignidad por el sistema cultural y religioso
(Juan 10,14-15), las sana, las libera y las incluye.
Las palabras y los gestos de
Jesús, nos comunican un único mensaje: el amor de Dios se derrama abundantemente
sobre la humanidad, nos ama porque somos su imagen y semejanza (Génesis 1,27);
y “tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que
cree en él, no se pierda sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16); nada de lo
que seamos, nada de lo que hagamos va a cambiar ese sentimiento de Dios por la
humanidad.
Tan grande es su amor, que
no basta con que algunas personas lo conozcan y lo disfruten, la misión de
Jesús es revelar ese amor compasivo y misericordioso (Salmo 103) a toda la
humanidad, sin importar su raza, sexo, género, orientación sexual, condición
social (Juan 10,16 cf 11,52; 17,20;
Efesios 2,11-22; 1 Pedro 2,25), “porque Dios no hace diferencia entre las
personas (Hechos 10,34), todas y todos estamos invitados a participar de la
fiesta de la vida (Mateo 22,1-14) en igualdad de condiciones, en igualdad de oportunidades,
en igualdad de derechos.
La Iglesia, en cuanto
continuadora de la misión de Jesús está llamada a cuidar (Juan 21,15) de cada
una de las personas que habitan este mundo, pero preferencialmente de quienes
la política, la economía, la sociedad, la cultura, la religión, vulnera en sus
derechos y su dignidad (Lucas 4,18-20).
La Iglesia tiene la enorme
responsabilidad, de comunicar al mundo, que Dios ama a la humanidad
entrañablemente. Ella no tiene la misión ni la potestad de juzgar y condenar,
de discriminar y excluir. Está llamada a dignificar a las personas, a empoderar
a las personas, a incluir a todas las personas, porque Dios así lo quiere, por
más que esto le pese a muchos pastores dogmáticos y fundamentalistas, que
difunden la imagen de un Dios cruel y malvado; “el que no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es Amor” (1 Juan 4,8). “Nosotros hemos conocido y creído el
amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en el
amor, permanece en Dios y Dios en él” (1 Juan 4,16).
Buena semana para todos y
todas, +Julio.-
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