Humanizarnos y dignificarnos: el proyecto de Dios
Primer domingo de Cuaresma
Ciclo B – Marcos 1,9-15
El evangelio de este domingo
nos presenta tres escenarios: Jesús es bautizado por Juan (versículos 9-11);
Jesús se retira al desierto (versículos 12-13); Jesús inicia su predicación en
Galilea (versículos 14-15).
1.
El texto en su contexto:
Jesús salió de su casa y de
su aldea para dirigirse a donde estaba Juan
bautizando, en el río Jordán. Luego de ser bautizado, Jesús tiene una
experiencia de fe en la que descubre o recibe su vocación profética. El cielo
se había cerrado hacía muchos años y ya no había profetas en Israel que
hablaran de parte de Dios, actuando como la conciencia moral del pueblo. Jesús
experimenta que el cielo se abre, es decir, Dios vuelve a dirigirse a su pueblo
y que el Espíritu desciende, el Espíritu que conducía e inspiraba a los profetas
(versículos 9-10). El escritor sagrado continúa narrando la teofanía, que hasta
el momento era una experiencia personal, narrando ahora una experiencia
colectiva “se oyó una voz del cielo”. Esa voz señala a Jesús como el elegido
(versículo 11). Tanto la filiación como la elección no son extrañas en la
historia bíblica (Génesis 22,2; Salmo 2,7; Isaías 42,1) y las primeras
comunidades cristianas descubrieron en estos textos la elección mesiánica
(Mateo 12,18; 17,5; Marcos 9,7; Lucas 9,35; 2 Pedro 1,17).
Luego de esta teofanía,
Jesús se dirige al desierto donde permanece cuarenta días (Deuteronomio 8,2-4)
haciendo alusión a la historia de Moisés y del pueblo de Israel (Éxodo 24,18; 34,28;
Números 14,33-34; 32,13; 1 Reyes 19,8). Un tiempo donde pensó y se pensó. Un
tiempo de discernimiento, de búsqueda y encuentro, de enfrentarse a sí mismo y
sus intereses para superarlos e identificar el llamado de Dios (versículos
12-13).
En los dos versículos
siguientes, el escritor sagrado resume la predicación de Jesús, luego que
Herodes Antipas apresara a Juan (cf Mateo 4,12; Marcos 6,17-18); una
predicación que parte del encuentro profundo con Dios, centrada en el anuncio
del Reinado de Dios que necesariamente tiene como contraparte la escucha y
transformación humana (versículos 14-15).
2.
El texto en nuestro contexto:
El bautismo hace de nosotros
y nosotras, hijos e hijas de Dios, discípulos y discípulas de Jesucristo. Como
tales, somos conducidos a una búsqueda de la voluntad de Dios en nuestras
vidas, para encontrar el sentido profundo de nuestra existencia. Eso significa
el desierto en nuestra experiencia de fe. Buscar la voluntad de Dios en medio
de nuestras realidades cotidianas: familia, trabajo, estudio, ciudad …
En esa experiencia de
búsqueda cotidiana enfrentamos muchos desafíos que podrían separarnos del
sentido profundo de nuestra existencia: el individualismo, el materialismo, el
consumismo, la intolerancia … Si dejamos de pensar y pensarnos perdemos el
rumbo, nos perdemos en la búsqueda, nos satisfacemos con irrelevancias,
abandonando lo que es verdaderamente relevante: el encuentro con Dios en
nuestro interior, el encuentro con Dios en el otro u otra, el encuentro con
Dios en la naturaleza. Únicamente este encuentro con Dios en las tres
dimensiones es capaz de dar sentido a nuestra existencia. Únicamente a partir
de este encuentro con Dios en las tres dimensiones nos humanizamos y nos
dignificamos.
Una vez humanizados y
dignificados, humanizadas y dignificadas, somos capaces de descubrir el
proyecto de Dios para la humanidad, que es buena noticia para todos y todas sin
excepción, que es proximidad y encuentro humano divino, que es transformación
de la realidad humana: sanación, liberación, inclusión.
Pidamos a Dios, en este
primer domingo de cuaresma, la capacidad de pensarnos a la luz de su voluntad.
Buena semana para todas y todos. +Julio.
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