Tercer Domingo de Adviento - Ciclo B
Tercer Domingo de Adviento
Juan 1,6-8.19-28
Ciclo C
En este tercer domingo de
adviento continuamos en torno a la figura de Juan el Bautista (Juan
1,6-8.19-28).
¿Quién
eres y qué haces?
1.
El texto en su contexto:
El evangelista, ubica a Juan
el Bautista como un hombre enviado por Dios, para dar testimonio (versículos
6-7). El testimonio era un concepto fundamentalmente legal, tanto en el mundo
grecorromano como en el judío, nunca es utilizado en las Escrituras según el
uso moderno de “ver”. Por ejemplo en acusaciones o pleitos (Números 35.30; Deuteronomio
17,6-7; 19,15-21; Proverbios 14,25); aunque encontramos otros usos (Génesis
31,43-55; Deuteronomio 31,28; Josué 22,26-27; Isaías 43,10).
Algunos exégetas, consideran
que en tiempos del evangelista Juan, se podría haber pensado de forma demasiado
elevada en cuanto a la persona de Juan el Bautista; un hombre extraordinario (Mateo
11,7-15) pero hombre al fin con la misión de ser profeta que anunciaría al
Mesías (Mateo 3,1-12; Marcos 1,1-8; Lucas 3,1-9.15-17; cf Hechos 19,3-5).
Esta perícopa nos relata el
testimonio de Juan el Bautista a los líderes religiosos (versículos 19-28).
Afirma rotundamente no ser el Mesías (versículo 20). Elías, era un profeta
esperado por el pueblo, ya que había sido arrebatado al cielo (Malaquías 4,5-6;
Sirácida 48,4-10; Mateo 17,10-12); preguntado si era el profeta Elías, Juan
vuelve a afirmar que no es Elías. Los interlocutores insisten si era el profeta
prometido (Deuteronomio 18,15-18) como Moisés, Juan vuelva a afirmar que no es
el profeta. El desconcierto en los enviados se hace cada vez mayor. La cita del
profeta Isaías (40,3) que utiliza Juan el Bautista para identificarse (versículo
23) significa que es el heraldo (= oficial de rango intermedio enviado por el
rey para anunciar la paz) de un nuevo éxodo; tengamos en cuenta que el Bautista
se había instalado en el desierto, fuera de la tierra prometida, al otro lado
del río Jordán (versículo 28) lugar por el que había entrado el pueblo hebreo,
liderado por Josué, a la tierra prometida por Dios.
Una vez que revela su
identidad, nuevamente es interrogado sobre lo que hace (versículo 24). El
Bautista emplea la ironía para contestar, que no conozcan al que había de
venir, habla muy mal del conocimiento espiritual de aquellos sacerdotes y
levitas. Él sí lo conoce (Juan 1,10.33.34). En aquel tiempo, los esclavos
llevaban las sandalias de sus señores y Juan afirma que él ni siquiera es digno
de ser considerado su esclavo, es decir, su profeta; los profetas del Antiguo
Testamento eran llamados con frecuencia siervos o esclavos de Dios (2 Reyes
18,12; 19,34; 20,6; 24,2; Jeremías 35,15; 44,4).
2.
El texto en nuestro contexto:
La Iglesia, es el nuevo
pueblo de Dios, un pueblo de iguales (Mateo 23,9-11) llamado a ser testigo (1
Tesalonicenses 5,16-24), ante la sociedad y la cultura, de la buena noticia
para todos los hombres y para todas las mujeres (Isaías 61,1-4.8-11).
¿Quién
eres y qué haces?
Toda la Iglesia está llamada
a dar testimonio, sin embargo, aquellas personas que Dios ha enviado
especialmente con esa misión (cf. Juan 1,6), quienes ocupamos lugares de
liderazgo, de enseñanza, de magisterio, tenemos la responsabilidad de conocer
al que nos envía (cf Juan 1,26), para que el testimonio que damos, sea el que
se nos ha confiado, un mensaje liberador, una buena noticia para las personas
que están vulneradas en sus derechos y su dignidad (cf Isaías 61,1-4;8-11;
Lucas 4,18-21).
Anunciar que Jesús es el
enviado de Dios, es anunciar que el Reino exige poner fin a toda opresión, a
toda desigualdad, a toda inequidad, a toda injusticia. Las pastoras y los pastores,
no podemos seguir predicando el Evangelio que es buena noticia, sin
comprometernos radicalmente en la transformación de la sociedad y la cultura, y
por supuesto, de la Iglesia como parte de ellas.
El Evangelio de Jesús es
buena noticia para las personas oprimidas, excluidas, explotadas,
discriminadas, marginadas, invisibilizadas, no porque ellas sean buenas sino
porque son víctimas del sistema (económico, político, social, cultural,
religioso); pero es una amenaza o mala noticia para quienes causan esas
situaciones.
Como Juan el Bautista, somos
quienes preparamos la llegada de Jesús el Mesías, que como decía Orígenes, es
el Reino de Dios. Esa preparación exige denuncia de todo aquello que
deshumaniza a las personas y anuncio de que Dios ha tomado partido por aquellas
que están vulneradas en sus derechos y su dignidad, no importa si son buenas,
no importa si oran, no importa si van a las celebraciones religiosas, no
importa si leen o conocen la Biblia, no importa si son ateas o gnósticas o de
otras denominaciones, no importa si son “pecadoras”; lo único que importa es
que nos urge la misericordia de Dios para que se haga justicia (Lucas 4,18-21).
Que en esta tercer semana de
adviento, todos y todas, pero especialmente obispos y obispas, presbíteros y
presbíteras, pastores y pastoras, diáconos y diáconas, religiosos y religiosas,
personas que tenemos un ministerio eclesial, nos comprometamos, como Juan el
Bautista, con la buena noticia de Jesús el Mesías, sin imponer nuestros
posicionamientos, nuestros intereses, nuestras mezquindades.
Buena semana para todos y
todas.
+Julio.
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