Segundo Domingo de Adviento - Ciclo B
Segundo
Domingo de Adviento
Marcos 1,1-8
Ciclo B
1.
El
texto en su contexto.
El
versículo 1, inicio del Evangelio de Marcos, es la síntesis de nuestra fe. En primer lugar, anuncia la Buena Noticia,
eso significa evangelio en griego, una noticia de consolación (Isaías 40,1-11) para
quienes estaban agobiados, oprimidos, discriminados, excluidos, dispersados,
invisibilizados. En segundo lugar, anuncia de qué se trata esa Buena Noticia,
de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios. Aquí reconoce tres aspectos de nuestra fe:
Jesús, el hombre de Nazaret de Galilea; el Mesías, prometido por Dios (Isaías
7,14); el Hijo de Dios, progresivamente, Marcos va demostrando en su evangelio,
el carácter divino de Jesucristo (Marcos 1,24; 2,5; 3,11; 8,29-31; 14,61-62; 15,39).
Luego
de esta síntesis de su mensaje, Marcos habla de Juan el Bautista, una de las figuras
fundamentales del tiempo de Adviento, según Jesús, el más grande de los humanos
(Mateo 11,7-15). Marcos lo presenta como
el que prepara el camino para la llegada del Mesías (Malaquías 3,1; Isaías 40,3),
poniendo en su boca una llamada a cambiar la actitud de vida, la forma de
actuar y retornar a Dios, a su proyecto para la humanidad. El bautismo de Juan
no era sólo una purificación ritual como se acostumbraba entonces,
fundamentalmente era símbolo de una verdadera conversión (Hechos 2,38; 13,24) y
recordaba a aquellos que llegaron hasta él, por el lugar en que estaba situado,
la entrada del pueblo elegido en la tierra prometida (Josué 3 – 4). Juan estaba
anunciando con este gesto del bautismo, la novedad de la liberación, del
cumplimiento de las promesas, de la nueva realidad que estaba gestándose (2
Pedro 3,13).
Juan
es presentado como un gran profeta, sus vestimentas nos remiten al profeta
Elías (2 Reyes 1,8; Zacarías 13,4) pero consciente de su realidad humana y de
su misión en el proyecto divino (Marcos 1,7); anunciando a Aquel que hará
realidad las promesas divinas y las llevará a su plenitud (Juan 1,33; Hechos
1,5; 2,1-4).
2. El texto en nuestro contexto.
La
Iglesia, durante siglos anunció la esperanza en otro mundo sin comprometerse en
la transformación del mundo actual. Sin embargo, nunca recibió de su Señor el
mandato de predicar un mundo de justicia después de éste, sino de construir la
justicia en este mundo, aquí y ahora.
La
buena noticia es para ser anunciada y realizada aquí y ahora. Jesús pasó por
este mundo haciendo el bien (Hechos 10,38):
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar la vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor” (Lucas
4,18-19).
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Juan 10,10).
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y
cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y
aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso”
(Mateo 11,28-29).
Las
enseñanzas de Jesús y la vida de Jesús nos enseñan que “un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia” (1
Pedro 3,8 cf. Isaías 65,17; 66,22) comienza a realizarse aquí y ahora (Mateo
25,34-45).
3. Conclusión.
Jesús nos
urge a construir ese otro mundo posible, donde la justicia y la solidaridad
sean el vínculo que une a una sociedad de iguales en derechos y dignidad. No
existe otra buena noticia para la humanidad, que aquella que nos revela
Jesucristo, el rostro humano de la Divinidad.
Las Iglesias
tenemos la enorme responsabilidad de mantener vivo el mensaje del Señor,
conscientes de nuestra realidad humana pero también, de la misión que tenemos
en este mundo, de hacer posible el proyecto divino facilitando el acceso a
todos y todas, pero especialmente y fundamentalmente, a quienes están
vulnerados en sus derechos y su dignidad.
Una Iglesia
que no se compromete con la realidad de las personas vulneradas en sus derechos
y dignidad y en la transformación de las estructuras injustas que generan
inequidad; por más celebraciones litúrgicas que realice, por más oraciones que
eleve a Dios, por más diezmos que recoja, por más que predique el Reino de
Dios, no es la Iglesia de Jesucristo.
Pidamos la
fuerza para continuar cumpliendo con el anuncio de la Buena Noticia aquí y
ahora.
Buena semana
para todos y todas, el Señor
está cerca en las personas privadas de libertad, en las personas con uso
problemático de drogas, en las personas viviendo con vih sida, en las personas
en situación de calle, en las personas gltb, en las mujeres víctimas de
violencia doméstica, en los niños trabajadores, en los adolescentes en
conflicto con la ley penal, en las personas que invisibiliza la sociedad, la
cultura y la religión; salgamos a su encuentro y compartamos con ellas la Buena
Noticia.
+Julio.
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