Declaración de Ultrecht - En el marco del 125 aniversario.
1. Adherimos fielmente a la
Regla de Fe expresada por San Vicente de Lérins en estos términos: "Id
teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc est
etenim vere proprieque catholicum" ("Debe tenerse como propiamente
católico aquello que ha sido creído en todas partes, siempre y por
todos"). Por esta razón preservamos y profesamos la fe de la Iglesia
primitiva, según lo formulado en los símbolos ecuménicos y lo precisamente
especificado por las decisiones unánimemente aceptadas de los Concilios
Ecuménicos sostenidos en la Iglesia indivisa del primer milenio.
2. Por lo tanto rechazamos
los decretos del denominado Concilio del Vaticano, promulgados el 18 de julio
de 1870, referidos a la infalibilidad y al Episcopado universal del Obispo de
Roma, decretos que están en contradicción con la fe de la Iglesia antigua, y
que destruyen su antigua constitución canónica atribuyendo al Papa la plenitud
del poder eclesiástico sobre todas las Diócesis y sobre todos los creyentes.
Con la negación de esta primacía jurisdiccional no deseamos negar la primacía
histórica que varios Concilios Ecuménicos y Padres de la Iglesia antigua han
atribuido al Obispo de Roma reconociéndolo como el "Primus inter
pares" (Primero entre sus iguales).
3. También rechazamos el
dogma de la Inmaculada Concepción promulgado por Pío IX en 1854 desafiando las
Sagradas Escrituras y contradiciendo siglos de tradición.
4. En cuanto a otras
Encíclicas publicadas por los Obispos de Roma en épocas recientes, por ejemplo,
las Bulas "Unigenitus" y "Auctorem Fidei", y el
"Sílabo de 1864", las rechazamos en todos sus aspectos tal como están
en contradicción con la doctrina de la Iglesia primitiva, y no les reconocemos
ninguna autoridad sobre las conciencias de los creyentes. También renovamos las
antiguas protestas de la Iglesia Católica de Holanda contra los errores de la
Curia Romana, y contra sus ataques a los derechos de las Iglesias nacionales.
5. Rechazamos aceptar los
decretos del Concilio de Trento en materias de disciplina, y en cuanto a las
decisiones dogmáticas de ese Concilio las aceptamos solamente en cuanto estén
en armonía con la enseñanza de la Iglesia primitiva.
6. Considerando que la
Sagrada Eucaristía ha sido siempre el verdadero punto central de la adoración Católica,
consideramos nuestro derecho declarar que mantenemos con fidelidad perfecta la
antigua doctrina Católica referente al Sacramento del Altar, creyendo que
recibimos el Cuerpo y la Sangre de nuestro Salvador Jesucristo bajo las
especies del pan y del vino. La celebración Eucarística en la Iglesia no es ni
una repetición continua ni una renovación del sacrificio expiatorio que Jesús
ofreció de una vez para siempre sobre la Cruz, pero es un sacrificio, porque es
la conmemoración perpetua del sacrificio ofrecido sobre la Cruz y es el acto
por el cual representamos sobre la tierra y nos apropiamos del que ofrece
Jesucristo en el Cielo, de acuerdo a la Epístola a los Hebreos 9,11-12, para la
salvación de la humanidad redimida, presentándose por nosotros en la presencia
de Dios (Heb. 9,24). El carácter de la Santa Eucaristía es entendido así, es,
al mismo tiempo, un banquete sacrificial, por medio del cual los fieles reciben
el Cuerpo y la Sangre de nuestro Salvador y entran en comunión los unos con los
otros (1 Cor. 10,17).
7. Esperamos que los
teólogos Católicos, manteniendo la fe de la Iglesia indivisa, tengan éxito en
establecer un acuerdo sobre las preguntas que han provocado controversia desde
que las divisiones se presentaron entre las Iglesias. Suplicamos a los
sacerdotes bajo nuestra jurisdicción que enseñen, mediante la predicación y la
instrucción de los jóvenes, especialmente las verdades Cristianas esenciales
profesadas por todas las confesiones Cristianas, evitando la discusión de
doctrinas controversiales y cualquier violación de la verdad o de la caridad y,
en palabra y en hechos establecer un ejemplo para los miembros.
8. Manteniendo y profesando
fielmente la doctrina de Jesucristo, rechazando admitir aquellos errores que
por defecto de hombre han arrastrado en la Iglesia Católica, poniendo a un lado
los abusos en materias eclesiásticas, junto con las tendencias mundanas de la
jerarquía, creemos que podremos combatir eficazmente los grandes males de
nuestro tiempo, que son la falta de fe y la indiferencia en materias de
religión.
Utrecht, 24 de Septiembre de 1889 +Heykamp +Rinkel +Diependaal +Reinkens +Herzog
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