Bautismo de Jesús - Mateo 3,13-17
Este relato también está presente
en los evangelios de Marcos y Lucas, mientras que en Juan es abordado
indirectamente (Mr. 1:9-11; Lc. 3:21-22; Jn. 1:32). Sin embargo, sólo en Mateo
se expone con tanto detalle, por lo que cabe preguntarse el mensaje que quiso
dejarnos Dios detrás de determinados versículos inspirando al evangelista a
describir este hecho de esta manera.
Si vemos el contexto en el que se
desarrolla, tenemos a Juan el Bautista quien en el año 29 d.C. aproximadamente
empezó a predicar en los alrededores del Jordán (Lc. 3:1-2). Su misión era
llevar a las personas al arrepentimiento y revelar al Mesías prometido en la
persona de Jesús (Lc. 1:16-17), instándolos a confesar sus pecados, bautizarse
y creer en Aquel que vendría después de él (Hch. 19:4), quien bautizaría en
Espíritu Santo y fuego (Mt. 3:5-12), esto es el Cristo en quien reposaría el
Espíritu de Dios y que fuera proclamado por el mismo Juan (Jn. 1:32-34).
Juan esperaba un Rey en
mayúsculas, que vendría con juicio y condenación de los pecadores; un Rey
furioso, violento, incluso malvado y déspota que, si nos regimos por los
parámetros humanos y por lo que se vivía en la época, podría hacer un verdadero
despliegue de soberbia y poder, eliminando de la faz de la tierra todo lo
impuro (Mt. 3:7, 10).
Es en esas circunstancias y con
esos antecedentes, que Jesús sorprende con su actitud:
a)
Jesús, si hubiese sido un Rey de otro tipo, podría
haber hecho uso y abuso de su lugar de privilegio, esperando cómodamente a que le sirvieran sin moverse de
su lugar. Sin embargo, no espera que vayan a él sino que se dirige hacia donde
está Juan; sale de su lugar para ir al encuentro; toma la iniciativa, se pone
en acción.
b)
No concurre con una actitud soberbia sino con sencillez
y humildad, mezclándose entre la multitud como uno más, reconociendo el
ministerio de Juan y poniéndose a su nivel o en un nivel inferior.
c)
Muestra una disposición absoluta a hacer la
voluntad de Dios: aunque no fuera necesario el bautismo (como lo veremos a
continuación), él está dispuesto a llevarlo adelante.
d)
No hay enojo en él por la negativa inicial de Juan,
sino todo lo contrario, lo insta amorosamente a cumplir con lo que Dios les
estaba pidiendo. Si hubiese sido otro tipo de Rey, no hubiese aceptado tan
plácidamente los cuestionamientos de Juan, sino que se hubiese enojado e
incluso lo hubiese castigado.
Sin embargo, la gran pregunta es, ¿para qué se
bautizó Jesús?
Juan predicaba el bautismo para el arrepentimiento,
para el perdón de los pecados (Mr. 1:4), para que las personas prepararan su
corazón para la venida del Mesías. Y como hemos visto en domingos anteriores,
Jesús fue completamente hombre, pero no tenía pecado, por lo que humanamente el
bautismo no tiene sentido, no tenía de qué arrepentirse ni de qué ser
purificado. Jesús no precisaba prepararse para la venida del Mesías, pues era
él mismo. Por todo ello se puede entender el cuestionamiento de Juan, además no
tenía sentido que Jesús fuera bautizado por alguien “inferior” a él.
Entonces, nuevamente, ¿para qué se bautizó Jesús? Y
yo prefiero la pregunta “para qué” en lugar de “por qué”. El “por qué” puede
ser respondido como “casualidad” o “porque sí”, mientras que la primera no. En
lo personal considero que el “para qué” indica propósito, causalidad, objetivo,
fin, hay algo detrás que hay que descubrir.
Y en ese descubrir lo que hay detrás, algunos
propósitos pueden ser los siguientes:
-
Para hacer la perfecta voluntad de Dios dentro del
plan divino de salvación para toda la Humanidad (Jn. 8:29).
-
Era necesario que se cumpliese la Palabra de Dios donde
indica que para entrar al reino de los cielos se debe nacer de nuevo del agua y
del Espíritu (Jn. 3:5).
-
Es un punto de inflexión en su vida, a partir del
cual él se encuentra preparado para desarrollar la misión que Dios le había
encomendado. Él está dispuesto a morir a su vida como un ser humano más para
pasar a escena como el Salvador, el Mesías, el Ungido de Dios, que vino a
cargar sobre sí y llevarse en la cruz los pecados del mundo. La preparación le
llevó 30 años, en ese acto exterioriza el proceso previo consagrándose a Dios.
-
Es a partir del bautismo que Jesús inicia su
ministerio público, siendo presentado en ese acto por Juan como el Mesías
esperado a la nación judía. O sea, a partir de allí Jesús sale a la escena
pública y es conocido en Israel.
-
Era necesario para que él pudiera llevar todos
nuestros pecados en la cruz. Jesús vino a la Tierra como hombre para cerrar la brecha que se
había originado entre Dios y la
Humanidad con el pecado original en el Edén. Entonces, para
identificarse cabalmente como hombre, también debía pasar por esta situación. Y
al sumergirse en las aguas y llevar adelante el mismo acto que miles de
cristianos y cristianas han hecho durante siglos, se estaba identificando
integralmente con nosotros, con todos aquellos pecadores que ha venido a
salvar. Asimismo, es una simbología de lo que va a suceder posteriormente con
su muerte y resurrección.
Todo lo anterior, puesto que el bautismo significa inmersión
en el agua que simboliza la decisión de un cambio de vida, muriendo al pasado y
naciendo a una nueva existencia de entrega a Dios, confiando en que a través de
la muerte de Cristo en la cruz y por su infinita misericordia, nuestros pecados
son perdonados (Ro. 6:3-4; Gá. 3:25-29; Col. 2:11-15). Por lo que al ser el
bautismo la unión a alguien, en los cristianos es identificarnos con Cristo, en
su muerte y resurrección, como nuestro Señor y Salvador.
En referencia al significado del bautismo, ver Ro.
6:3; 1 Co. 12:13; Gá. 3:27; Col. 2:12; 1 P. 3:21. En relación a la exhortación
a los creyentes a practicarlo, consultar Mt. 28:19; Mr. 16:16; Jn. 3:5; Hch.
2:38; 10:48; 22:16.
Continuando, el relato del bautismo no termina allí,
sino que a continuación el evangelista nos relata una epifanía de la Trinidad : el Hijo sobre
el que reposa el Espíritu Santo y la voz del Padre hablando desde los cielos.
Igual que en el momento de la encarnación, aquí también está presente la Trinidad en pleno.
Y es importante tener en consideración que con el
bautismo en agua no alcanza, es necesario el bautismo en el Espíritu Santo. Es
cuando la tercera persona de la
Trinidad desciende sobre Jesús y lo unge, cuando realmente
Cristo está preparado para el ministerio. El primer bautismo es símbolo y
testimonio de este segundo bautismo, que es el que permite que seamos miembros
del cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13).
Es en ese momento, en que Dios proclama a Jesús
como su Hijo, mostrando su amor y orgullo por quien será entregado a una muerte
denigrante para la salvación de todos.
Es así, que las posibles líneas
de reflexión respecto a la lectura de hoy son:
-
Salir de nuestra zona de confort, actuar, tomar la
iniciativa, al igual que lo hizo Jesús yendo de Galilea al Jordán a encontrarse
con Juan. Dios no va a hacer por nosotros lo que podemos hacer por nosotros
mismos, debemos dejar nuestra zona de comodidad para ir al encuentro de la
perfecta voluntad de Dios, con la fe y tranquilidad de que el Señor nos está
respaldando en todo lo que hagamos.
-
El bautismo es el nacimiento a una nueva vida, por
lo que no podemos quedarnos estancados en el pasado, debemos dejar la mochila
de las cosas no tan buenas que nos pasaron en nuestra vida, para iniciar un
nuevo camino. Por más que haya cosas que nos dolieron, hechos y actitudes,
debemos perdonar. Porque el rencor, el dolor, la tristeza a los únicos que nos
perjudican es a nosotros mismos y el Señor no quiere esa vida para nosotros. Dios
nos brindó al Espíritu Santo por lo que es importante orar y pedir que sus
frutos se hagan carne en nosotros. Y esos frutos son amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá. 5:22-23). A esta
nueva vida nos ha llamado Dios.
-
No subestimar a los demás y actuar con humildad.
Todos tenemos dones hermosos que Dios nos ha regalado para poner a disposición,
para regalar a los demás. Debemos dejar ser al otro y no encasillarlo en lo que
nosotros creemos adecuado y/o correcto. Por ser cristianos y cristianas no somos
ni debemos creernos mejor que nadie; debemos mezclarnos entre la multitud y,
siguiendo el ejemplo de Jesús, servir con humildad y misericordia, predicando
la buena noticia a todos sin acepción.
-
Aunque haya cosas que no entendamos o que nos
parezcan innecesarias, no debemos quedarnos estancados en nuestras estructuras,
sino seguir creciendo como hijos de Dios, y permitirle obrar en nosotros para
llevar adelante su perfecta voluntad para nuestras vidas.
-
Debemos cultivar la paciencia y un sano amor,
exhortando a los demás con mansedumbre y misericordia.
-
Finalmente, identificarnos con esas palabras de
Dios que figuran en el último versículo, sentir su amor incondicional hacia
nuestras vidas y pedirle en oración el ser dignos hijos e hijas de Él, para que
día a día podamos tener la convicción en nuestro corazón de que Él nos mira y
dice “ese es mi hijo amado, mi hija amada, de quien me siento orgulloso y en
quien me complazco”
Buena semana a todas y todos.
Pbra. Ana Mássimo
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