Jesús opta por las personas que el sistema político religioso vulnera - Lucas 7,11-17


Tercer domingo después de Pentecostés

1.    El texto en su contexto:


Este texto es propio del evangelio de Lucas, no lo encontramos en los sinópticos y es utilizado por el evangelista para preparar la respuesta de Jesús a los enviados de Juan (Lucas 7,22).

Naín era una aldea ubicada a pocos kilómetros de Nazaret, al sudoeste de Galilea, próxima a la ciudad de Sunam, donde el profeta Elías había resucitado al hijo de otra mujer (2 Reyes 4,18-36). Naín estaba situada sobre una colina con vista a la Llanura de Esdraelón. Ubicada en la frontera entre Galilea y Samaría. Su nombre significa “agradable”.

Jesús iba acompañado de la comunidad discipular, sus seguidores y seguidoras más próximos, pero relata Lucas que además, lo acompañaba una gran multitud (versículo 11). Próximos a la entrada de la aldea, presencian un cortejo fúnebre. El muerto era el hijo único, hijo varón de una viuda (versículo 12).

En Palestina, los muertos eran enterrados lo más rápido posible porque eran considerados ritualmente impuros, también por eso se daba sepultura fuera de la ciudad.

Las viudas debían ser consideradas de manera especial (Éxodo 22,22). En la tradición religiosa se decía que Dios tenía compasión de ellas (Salmo 68,5; 146,9; Proverbios 15,25) y por eso, el sistema religioso y el pueblo debían hacer lo mismo (Isaías 1,17), también las comunidades cristianas adoptaron este mandato (1 Timoteo 5,3; Santiago 1,27). Las Escrituras enseñan que Dios bendice a quienes actúan así (Deuteronomio 14,29; Jeremías 7,5-7) y maldice a quienes no lo hacen (Deuteronomio 27,19; Job 22,9-11; Jeremías 22,3-5; Ezequiel 22,7.15.16; Malaquías 3,5). Joab apeló a la compasión de David hacia las mujeres viudas (2 Samuel 14,1-21). Ellas carecían de protección económica, legal y física que eran provistas por el hombre.

Ser viuda y sin hijos era una doble exclusión. No tiene marido que asuma el rol de proveedor y protector, ni un hijo varón que asuma ese rol. Con la viudez, también se ve interrumpida la continuidad familiar porque se interrumpe la procreación y no hay quien la cuide y sustente en la vejez (Rut 4,10; 2 Samuel 14,7; 1 Reyes 17,8-24).

Por esta razón, frente a tanta vulnerabilidad, los relatos bíblicos presentan a Dios, que en su compasión se les restauraba derechos y dignidad mediante un milagro: la resurrección del hijo (la viuda de Sarepta y la viuda de Naín) o a través de un nuevo matrimonio (Noemí).

La ley proveía a las viudas de un diezmo especial (Deuteronomio 14,28-29; 26,12-13) y una política de asistencia alimentaria (Deuteronomio 24,19-21).

El evangelista relata que Jesús, al ver a esa mujer viuda, desconsolada, vulnerable, sintió compasión (versículo 13). No es la primera vez que Jesús se conmueve frente a la indefensión de la mujer en su cultura y su sociedad.

El versículo 14, presenta una situación verdaderamente escandalosa y desafiante en Jesús, tocando al muerto. Apartándose de las enseñanzas y tradiciones religiosas, Jesús se hace impuro al tocar al muerto para darle vida y devolvérselo a su madre (versículo 15).

El fin del relato, los versículos 16 y 17 presentan la reacción de la gente maravillada por la intervención divina. Seguramente todas las personas, asociaron la resurrección del hijo de la viuda de Naín, realizada por Jesús, con la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta, realizada por el profeta Elías (1 Reyes 17,2-9).


2.    El texto en nuestro contexto:

Nuestra sociedad y nuestra cultura, son el escenario donde se transita de lo sagrado a lo profano y de lo profano a lo sagrado. Es el lugar donde las personas, imagen y semejanza de Dios (Génesis 1,27), son victimizadas por otras personas, por eso, es el lugar donde Dios revela su compasión y predilección, actuando por gracia la restauración.

El sistema cultural, en diferentes momentos de la historia, va naturalizando situaciones opresivas y discriminatorias, que terminan por aceptarse como “naturales”. Es así que en determinado momento de la historia se afirmó la naturalidad de la esclavitud, sometiendo a seres humanos a condiciones degradables; se afirmó con naturalidad que los pueblos originarios de América no eran humanos, oprimiéndolos y llevándolos incluso enjaulados a exposiciones organizadas por la civilización; se afirmó con la misma naturalidad, que las mujeres eran inferiores a los hombres, ubicándolas en un lugar de dominación por parte del patriarcado; igualmente se afirmó con la misma naturalidad, la existencia de dos géneros y dos sexos que se corresponden uno al otro, discriminando y excluyendo a las personas GLTB; y así podríamos continuar una larga lista de situaciones naturalizadas por la cultura y validadas por el sistema religioso.

Si queremos ser la Iglesia de Jesús, tenemos que seguir su ejemplo: sentir compasión por las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, e involucrarnos en su proceso de liberación, porque “lo que no se asume no se redime” (San Agustín), más allá de cual sea el mandato social, cultural o religioso en nuestra época; de lo contrario, Diversidad Cristiana será algo muy bueno, pero no será la Iglesia de Jesús.


Buena semana para todos y todas.
+ Julio, obispo de Diversidad Cristiana.

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