Hechos de los Apósotoles - Comentarios de la Biblia Queer
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
BOHACHE, Thomas; GOSS, Robert; GUEST, Deryn y WEST, Mona.
Traducción MCRP
LA HISTORIA DEL EUNUCO ETÍOPE / Mona West
La historia del eunuco etíope en el libro de Hechos, narra la conversión del primer gentil al Cristianismo. Es una narración significativa para las personas “queer” que tienen fe, porque el eunuco pertenece a una minoría sexual en el contexto de la religión judía durante estos años. Y hasta este punto en la narrativa de Hechos, la única forma de convertirse en cristiano era convertirse primero al judaísmo.
La razón por la que el eunuco es considerado una minoría sexual, proviene de Deuteronomio 23.2, donde ser prohíbe a los eunucos la adoración en la comunidad de Israel: “Ningún hombre cuyos testículos hayan sido amputados o cuyo pene haya sido cortado, será admitido en la asamblea del Señor”. El texto de Hechos indica que el eunuco está regresando a su tierra de Etiopía, después de haber sido lo que se conoce en el libro de Hechos como un “temeroso de Dios”: alguien que cree en los principios éticos de la Torá y que venera al Dios de los judíos, pero no sigue la ley en su totalidad, tampoco se ha sometido a la circuncisión (Fitzmyer 1998: 449)
El eunuco es identificado como un oficial en la corte de la reina de Etiopía. Katherine Ringrose afirma que este eunuco etíope es un perfecto ejemplo bíblico de lo que ella ha identificado como un “perfecto servidor” (Ringrose 2003: 206) Utiliza esta autora el término para referirse a los eunucos como un tercer género, “fabricado” por la castración, y distinguido por ciertos modelos de vestimenta, discurso, rasgos psicológicos y afecto general. Eran altamente respetados y confiables como oficiales de la corte, servidores de reyes y reinas. Eran considerados “perfectos” servidores, porque no tenían obligaciones familiares y no podían poner en peligro el linaje dinástico por su propia descendencia. Podían moverse atravesando género y límites sociales y a menudo eran considerados hombres santos, debido a su habilidad para acceder también a reinos espirituales (Ringrose 2003: 5-6)
En esta narración, el Espíritu Santo dice a Felipe, quien acaba de realizar una campaña de predicación exitosa en Samaria, que vaya hacia el sur, al camino que conduce de Jerusalén a Gaza. Felipe obedece, y encuentra al eunuco judío en este camino. Regresando de Jerusalén, el eunuco viaja en su carroza, leyendo un pasaje del profeta Isaías, en voz alta. Felipe lo escucha, y – con otro consejo del Espíritu – pregunta al eunuco si comprende lo que está leyendo. El eunuco responde: “¿Cómo puedo yo hacerlo, si alguien no me guía?” (8.31 a)
El pasaje es de uno de los “Sufrimientos y triunfo del siervo del Señor”, 53.7-8, en el cual el servidor es humillado y se le niega justicia. El perfecto servidor que es reverenciado en su propia tierra de Etiopía, pero a quien se le prohíbe entrar en la comunidad de Israel, está buscando comprender al servidor sufriente de Israel, de quien habla Isaías.
El eunuco invita a Felipe a subir a su carroza, y Felipe interpreta el pasaje de Isaías, a la luz de las buenas noticias de Jesús. La apertura que hace Felipe de la Escritura abre la comprensión del eunuco, y cuando encuentran un curso de agua en el camino, le pide a Felipe que lo bautice como cristiano y este accede.
Las personas “queer” de fe deberían leer esta narración como su propia historia. Se nos impide participar plenamente en la Iglesia, debido a lo que se percibe como un estatus sexual extranjero. Se nos ha negado la ordenación y la comunión. Nuestras relaciones no son bendecidas por la Iglesia. En el mejor de los casos, se nos permite concurrir a las celebraciones, si “dejamos nuestra sexualidad en la puerta”. Se nos permite la participación marginal en el cuerpo de Cristo, si adoptamos una política “no pregunte, no diga nada”, o si prometemos no ser un homosexual “practicante”.
Como el etíope eunuco, hemos luchados para entender el sentido de la Escritura, para encontrar nuestro lugar en ella, cuando otros la utilizan para condenarnos. La buena noticia para nosotros es que ha habido esos “Felipes” que han interpretado la Escritura en formas que han empoderado a la comunidad “queer”. El Padre John McNeill llama a Felipe el santo patrón de la comunidad “queer”, por esta razón. (McNeill 1995: 143) Me gusta pensar en este eunuco como el primer gay bautizado como cristiano, dice McNeill. Justin Tanis identifica al etíope con las personas transgénero: “ni el género del eunuco ni la variante de género es motivo fundamental para la inclusión o exclusión en la comunidad, sino más bien su deseo de ser bautizado e incluido” (Tanis 2003: 79)
El Canto del Siervo que Felipe interpretó por el “perfecto servidor” aquel día en el camino de Jerusalén a Gaza está ubicado muy cerca de otra profecía en Isaías, que trata específicamente de los eunucos:
“Si un extranjero se entrega al /Señor / no debe decir:
El Señor me tendrá separado / de su pueblo.”
Ni tampoco el eunuco debe / decir: / “Yo soy un árbol seco.”
Porque el Señor dice: “Si los eunucos respetan mis / días de reposo,
Y si cumplen mi voluntad / y se mantienen firmes en mi pacto,
Yo les daré algo mejor que hijos e hijas;
les concederé que su nombre quede grabado para siempre
en mi templo, dentro de mis muros; / les daré un nombre eterno,
que nunca será borrado.
Y a los extranjeros que se entreguen a mí,
para servirme y amarme, para ser mis siervos,
se respetan el día de reposo y no lo profanan
y se mantienen firmes en mi pacto, yo los traeré a mi monte sagrado
y los haré felices en mi casa de oración.
Yo aceptaré en mi altar sus / holocaustos y sacrificios,
Porque mi casa será declarada casa de oración para todos los pueblos.
Yo haré que vuelvan y se reúnan los que aún están en el destierro”.
Esto lo afirma el Señor, que hace que vuelvan a reunirse
los israelitas que estaban dispersos. (Isaías 56. 3-8)
En esta profecía mesiánica, todos los eunucos serán un día servidores perfectos del Señor, capaces de ministrar y presidir en el altar. Felipe proclamó al eunuco etíope que esa profecía se había cumplido en Jesús. Tomó a la Iglesia – en el libro de Hechos – varios “actos del Espíritu Santo” más, antes de que finalmente aceptara el mensaje de que “Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno” (Hechos 10.34) Pero hay todavía un trasfondo en el libro de Hechos, que resiste a un evangelio tan inclusivo. Lo vemos en el Concilio de Jerusalén, en el capítulo 15.
Las personas “queer” de fe, deben continuar reclamando la experiencia de nuestro antecesor espiritual, el eunuco etíope, que debemos continuar la tarea de nuestro patrón San Felipe, a pesar de una Iglesia que ha olvidado esta historia del libro de Hechos.
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Próxima entrega: "El Concilio de Jerusalén".
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