Carta de Santiago - Tercera entrega.

SANTIAGO / L. William Countryman
Traducido por MCRP

Los estudiosos de Santiago han debatido mucho si 5.1-6 se dirigía a los cristianos ricos o más bien, en el modo retórico de “apostrophe”, a los destinatarios ricos de fuera de la comunidad. Estos estaban a salvo, lejos del discurso, y podría ser la intención de Santiago dar fuerza y consolar a sus destinatarios. A favor de esta última hipótesis, se puede notar que antes se refiere a los ricos como opresores (2.6) Más todavía, al menos nos cuesta pensar en la posibilidad de que miembros de alguna comunidad cristiana primitiva habría efectivamente cometido asesinato.

Por otra parte, si tomamos el pasaje como dirigido a los de fuera, entonces no tomamos en serio la evidencia, ya anotada en este comentario, de que las iglesias a las que Santiago se dirigió, incluían miembros ricos. Aún más al punto, esta referencia al asesinato, aunque es chocante, se ha adelantado en dos pasajes, asociando la posibilidad de asesinato con los destinatarios de la epístola. En un pasaje (2,11), Santiago ha propuesto la posibilidad hipotética de que sus auditores pudieran haber cometido asesinato, acción que los haría culpables en lo que se refiere a la ley general, aunque esos pecados no hayan sido específicamente cometidos. En el segundo pasaje (4.2) aparentemente acusa a la congregación en general de haber cometido asesinato (Hay alguna dificultad con el texto aquí; ver el comentario)

No tenemos en realidad que asumir un caso de homicidio premeditado en la congregación. Lo que Santiago especifica es que los ricos se han quedado con los salarios de sus obreros (5.4) Dada la existencia marginal de estas personas, esto pudo haber contribuido a la muerte de algunos de ellos. La Tora, en efecto, dos veces requiere que los salarios sean pagados en base diaria (Lev. 19.139; Deut. 24.14-25) Incluso si la retención de los salarios hubiera sido el factor de muerte de algún obrero, esto no es un asunto sin importancia.

En esta lectura de la Epístola, la voluntad de Santiago de confrontar a los cristianos ricos es particularmente notable. La falta de voluntad en los lectores posteriores para reconocer que los cristianos son capaces de cometer este tipo de violencia unos contra otros o contra los de fuera, se convierte en el real problema. En una iglesia que ha a menudo fallado en decir la verdad, no solo a la riqueza y al poder, sino específicamente a la riqueza y al poder cristianos, Santiago se convierte en un documento particularmente importante, cuestionando tanto el uso de la violencia, como nuestra frecuente negación de ella.

La retórica que utiliza para encuadrar este argumento se merece una discusión. Es una persona de autoridad; un maestro que cuenta con su sabiduría, que ha sido reconocida por sus destinatarios. En el contexto patriarcal del antiguo mundo mediterráneo, se espera que se dirija a la asamblea de la comunidad (comprendida como compuesta de sus hombres adultos) en una forma que sea a la vez persuasiva y demandante. En algunos aspectos, sigue el modelo esperado. Está dispuesto a dar órdenes. Y con el uso frecuente de “aner” (ser humano masculino adulto), no siempre claramente traducido), pinta a su audiencia como predominantemente masculina. Habiendo hecho así, luego usa esta identificación para entregar un insulto a ellos, cuando los llama “mujeres adúlteras” (una traducción más literal de 4.4, dice simplemente “adúlteras”) (Algunos antiguos copistas estaban incómodos con la elección de términos que hizo Santiago, de modo que los alteraron en “hombres y mujeres adúlteros”)

Por otra parte, Santiago es también cuidadoso para confundir o incluso violar los crudos límites del estatus y género trazado por las expectativas patriarcales. Él incluye a mujeres en su audiencia, aunque no destruye el privilegio masculino. Su fórmula usual de dirigirse a la audiencia es “adelphoi”, traducido adecuadamente como “hermanos y hermanas”. Es cuidadoso en especificar que la persona necesitada podría ser “un hermano o hermana” (2.14) En su referencia a Dios, como “Padre de luces” (1.17) con la afirmación de que Dios “nos dio a luz”, usando un verbo específico con el papel de la madre (1.18) Propone la figura de Rahab, la prostituta, con la de Abraham, el patriarca (2.23-5)

Si bien Santiago escribe de una forma apropiada a su estatus de figura de autoridad, es cuidadoso, al mismo tiempo, en presentarse como parte de la comunidad. Los destinatarios son “hermanos y hermanas”, no “hijos”, como en 1 Juan. Utiliza la primera persona del plural libremente, para identificarse como uno de ellos. Su autoridad proviene de su ser “servidor” (o esclavo) de Dios y el Señor Jesús (1.1) Es más parecido a su audiencia, que diferente a ella. Incluso trae al gran Elías al lugar común, “un ser humano como nosotros” (5.17), sugiriendo que la distancia entre un maestro como él mismo y sus destinatarios no puede ser muy grande. Nada de esto anula el contexto social patriarcal de la época. Pero sí muestra un precoz líder cristiano que están negociándolo con cuidado y fineza considerables.

Hay algunos temas críticos aquí para el lector “queer” de hoy en día. Uno es la insistencia de Santiago en que la auténtica fe cristiana se hace evidente solo cuando hay un tratamiento generoso y de respeto hacia los demás. El rigor de la fe como creencia en ciertas doctrinas desde la fe, como una forma de vida en relación con la generosidad de Dios y un esfuerzo duro para compartir esa generosidad con los demás – demasiado a menudo típico del conservadorismo social del presente – no es suficiente en el pensamiento de Santiago. En efecto, en una revisión interesante de la imagen usual, describe las obras como el espíritu que anima, sin el cual la fe es meramente un cuerpo muerto. (2,17)

Más aún, las buenas obras en cuestión no están restringidas a asistencia material, aunque esto está incluido. El aspecto crítico es tratar a todas las personas con respeto, tanto a los de fuera como a los de dentro, a los pobres y marginados, así como a los ricos y poderosos. Santiago se regocija del igualitarismo de la comunidad cristiana, que coloca a ricos y pobres, en algún sentido, en una base común (1.9-11) Se nota la mala voluntad de algunos cristianos hoy día para hacer esto con las minorías sexuales, a quienes descartan como sin valor en su consideración, o activamente, exilándolos de la comunidad.

Esta conducta invalida, desde la perspectiva santiaguina, su reclamo de hablar auténticamente desde una visión de la fe.

Además, Santiago ofrece algún importante consejo sobre la conducta cristiana en tiempos de tensión – consejo que ha sido muy ignorado siempre, desde que fue escrito: “que cada uno sea rápido para escuchar, lento para hablar, lento para la ira 2 (1,19) Este modelo de conducta es diametralmente opuesta al estilo superior, declamatorio, demandante y excluyente de la retórica derechista cristiana. Si se observara esta conducta predicada por Santiago, se transformarían las disputas corrientes entre cristianos.

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