Tercer domingo del Tiempo de la Promesa: Los tiempos mesiánicos son tiempos de dignidad y derechos.
Tercer domingo del Tiempo de la Promesa
Mt 11,2-11
Los
tiempos mesiánicos son tiempos de dignidad y derechos.
1.
El
texto en su contexto:
El versículo 2 nos pone
en el contexto del texto. Juan el Bautista se encontraba en la cárcel (Mt 4,12)
por orden del gobernador de Galilea y Perea, Herodes Antipas (Mc 6,17-18; Mt
14,3). Allí se enteró de la actividad profética de Jesús, entonces envía a
algunos de sus discípulos a comprobar si efectivamente era el Mesías o sólo un
profeta (versículo). Estos discípulos de Juan son mencionados varias veces en
los escritos del Nuevo Testamento (Mc 9,14; Lc 11,1; Jn 1,35; 3,25; incluso en
Hch 19,1-6) lo que demuestra que constituyeron un movimiento religioso que
perduró varios años.
La respuesta de Jesús es
categórica; los signos del Reinado de Dios se estaban manifestando (versículos
4-6 cf Is 29,18-19; 26,19; 35,5-6; 61,1), la era mesiánica había iniciado y ya
no quedaban dudas; Jesús, se presenta a sí mismo como el Mesías, el Elegido de
Dios, es decir, el Ungido, Cristo (Lc 4,18-21) concluyendo con una bienaventuranza a quienes no se sienten
defraudados por él como Mesías. Este mensaje del evangelista Mateo, es en
primer lugar para los judíos y en segundo lugar, para los paganos convertidos.
Tengamos en cuenta que el Evangelio se escribe hacia el año 80 dC; Jesús había
sido rechazado por las autoridades religiosas y ejecutado de una forma
vergonzosa por las autoridades romanas; esto todavía resonaba en las primeras
comunidades cristianas.
Una vez que los
discípulos de Juan se retiran con la información que constataba la presencia de
los tiempos mesiánicos instalados ya en la vida cotidiana del pueblo, continúa
el evangelista Mateo su relato, poniendo en boca de Jesús el testimonio sobre
Juan, reconociéndolo no solo como profeta (versículo 9) con las características
de Elías, el primero de los profetas (1Re 17-18), diferenciándolo de los
elegantes y poderosos líderes, aún más, como el precursor, aquel mensajero
(versículo 10) que abrirá camino al Señor que viene a gobernar en medio de su
pueblo (Mal 3,1 cf Eclo 48,10-11; Ex 23,20).
2.
El
texto en nuestro contexto:
El tercer domingo del
Tiempo de la Promesa continúa proponiendo como personaje sobre el que
reflexionar, a Juan el Bautista, un profeta que encarnó la esencia del
profetismo siendo la conciencia moral del pueblo: por un lado la denuncia de la
injusticia (Mt 3,7-10) que no se queda en la culpabilización sino que se abre
la esperanza en la Promesa (Mt 3,11): los tiempos mesiánicos están próximos!
Tiempos que inaugura
Jesús (Gal 4,4), con sus palabras y sus acciones, acercando a Dios a la
humanidad (Mc 1,15 cf Mt 4,12-17), manifestando la plenitud (Col 2,9) del amor inmenso
(Ef 3,19) de un Dios, que es rico en misericordia (Ef 2,4), que sale al
encuentro de la humanidad para liberar, sanar e incluir (Lc 4,18-21 cf Heb
3,7-4,13) restaurando derechos y dignidad (Lc 15,22).
Finalizando ya el año
2016, nos sentimos con el deber de preguntarnos ¿qué hicimos en nuestra
sociedad y nuestra cultura, en nuestros contextos sociales, familiares,
laborales, educativos para hacer posible los tiempos mesiánicos, para presentar
a Dios perdonando, curando y restaurando con ternura a la humanidad (Sal
102[103]3-4), haciendo justicia a las personas vulneradas en sus derechos y su
dignidad (Sal 102[103]6) manifestándose compasivo y misericordioso, no como un
dios sanguinario y cruel, rencoroso y acusador, sino como un Dios tierno y
conocedor de la humanidad (102[103]8-14)?
El relato evangélico
nos interpela a cerca de nuestro rol en la sociedad y la cultura, los
discípulos y las discípulas de Jesús ¿actuamos como las personas poderosas en
medio de comodidades y lujos, en busca de honor y respeto, o somos la
conciencia moral en nuestro entorno, tomando partido por las personas
excluidas, discriminadas, invisibilizadas por el sistema religioso y político?
¿qué cosas denunciamos este año? … Ciertamente las injusticias abundaron, la
exclusión de millones de personas continúa, el planeta está más contaminado, la
vida en todas sus formas en riesgo inminente de ser destruida … ¿Dónde
estuvimos las Iglesias? ¿qué hicimos las cristianas y los cristianos? ¿los
obispos y las obispas, los presbíteros y las presbíteras, los diáconos y las
diáconas encarnamos el espíritu profético denunciando la injusticia y la
insolidaridad como Juan el Bautista o nos quedamos cómodamente en nuestros
templos, nuestras liturgias, nuestros ornamentos y nuestros espacios sagrados,
olvidando que lo único y verdaderamente sagrado es el ser humano, imagen y
semejanza de Dios (Gn 1,26) especialmente aquellas personas que son vulneradas
en sus derechos y su dignidad, con quien Jesús quiso identificarse de forma
especial (Mt 25,31-46), como describe el evangelista Mateo respecto de las
personas con ropas elegantes en los palacios? Y ¿estamos siendo constructoras y
constructores de esperanza, una esperanza activa y transformadora (Lc 12,49),
capaz de despertar las conciencias devolviendo visión (Jn 9,1-41), superando
las parálisis del miedo y el individualismo (´Mt 9,1-19), devolviendo voz a las
personas silenciadas (Mc 7,31-33), restituyendo la vida digna (Jn 11,38-44)?
Este Tiempo litúrgico
de promesa y esperanza nos pone de cara al gran desafío de testimoniar que es
posible otro mundo, otra sociedad y otra iglesia, donde los valores del
Evangelio de Jesucristo sean el cimiento de realidades justas y solidaridad; no
perdamos la posibilidad de ser activos protagonistas en la instalación del
tiempo mesiánico en nuestro tiempo.
Buena semana para todos
y todas +Julio.
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