Cuarto domingo de Pascua: Tomando como guía el Evangelio tras las huellas de Jesucristo
Cuarto domingo de Pascua
Ciclo C – Juan 10,13-30
1.
El
texto en su contexto:
Jesús se presenta como el
pastor, quien acompaña, protege, alimenta y guía a las personas bautizadas en
el camino del discipulado (versículo 27). Existe un mutuo conocimiento entre Jesús,
Maestro y Señor y sus discípulas y discípulos, al punto que cada discípulo y
discípula es llamado por su nombre e invitado al seguimiento (cf versículos 3-4);
este seguimiento no es otra cosa que “tomando como guía el Evangelio” (RB Prólogo
21) imitemos la vida de Jesucristo “qué pasó haciendo el bien” (Hch 10,38).
Jesús, el Camino, la Verdad
y la Vida (14,6) comunica vida plena, vida digna y vida abundante (10,10), eso
significa en el Evangelio, vida eterna y la comunica a todos sus discípulos y
todas sus discípulas. La plenitud, la dignidad y la abundancia son producto del
seguimiento radical de Jesucristo.
Por el bautismo participamos
del misterio pascual de Jesucristo participando de su vida en el misterio
trinitario (Rom 6,5-11 cf Ef 4,22; Col 3,9; Gal 2,19-20; 5,24-25; 1Pe 4,1; 2Tim
2,11; Rom 3,24; 1Co 1,30; Gal 3,27; Fi 1,1; 1Co 1,9; Col 1,4). Nos podrán
quitar los bienes, nos podrán quitar la libertad, nos podrán quitar la vida,
pero jamás podrán quitarnos la dignidad que nos fue conferida en el bautismo
(versículo 29). Todas las personas son amadas entrañablemente por Dios, porque
son su imagen y semejanza (Gen 1,27), sin embargo, quienes hemos sido
bautizados y bautizadas, participamos de la dignidad de hijos e hijas de Dios
ya que el Bautismo nos confiere la filiación (Lc 15,22-23).
Jesús afirma su unión a Dios
(versículo 30: “El Padre y yo somos uno”).
La participación en el discipulado nos une a Él (17,21-23). Por lo tanto, si
nos mantenemos en unión con Jesucristo, estaremos participando anticipadamente
de la vida en el Misterio Indecible al que llamamos Dios.
2. El texto en nuestro contexto:
Nosotros y nosotras, la
Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana sentimos la voz de Jesucristo que nos
invita al discipulado y confiamos plenamente en Él, porque lo reconocemos como
nuestro Maestro y nuestro Señor que nos envía a servir (13,13-14).
En estos tiempos, y en estos
contextos, el servicio que Jesucristo nos confía es trabajar por la paz y la
justicia, contribuir en la defensa de los derechos civiles de quienes están
vulnerados y vulneradas en su dignidad, demostrar con nuestro testimonio de
vida que otro mundo es posible, que otra sociedad es posible, que otra economía
es posible, que otra relación con la naturaleza es posible, que otra iglesia es
posible.
Sentimos la voz de
Jesucristo que nos llama en las personas y los grupos vulnerados en sus
derechos y su dignidad, que sufren la discriminación y la opresión, que son
visibilizados por el sistema religioso y político; y respondemos a su voz generando
procesos de liberación, de sanación y de inclusión (Mt 25,31-45).
El Bautismo nos abre la
puerta al discipulado de Jesucristo, a su seguimiento comprometido y radical.
La Confirmación ratifica esta respuesta a la voz del Maestro y del Señor. Todos
y todas, en esta Iglesia recibimos el llamado para dar testimonio del amor
incondicional de Dios a todas las personas, en todos los lugares y en todos los
tiempos. No hablamos de lo que no sabemos. Cada uno de nosotros y cada una de
nosotras está aquí, en esta Iglesia, porque experimentó en su vida que Dios es
Amor (1Juan 4,8), un amor que libera, que sana y que incluye en una comunidad
de iguales. Esta experiencia nadie nos la podrá quitar (Jn 10,29).
El Evangelio de Jesucristo
es nuestra guía.
Buena semana para todos y
todas + Julio.
Comentarios
Publicar un comentario