Domingo de Pentecostés - Catequesis sobre el Espíritu Santo
Domingo
de Pentecostés – Catequesis sobre el Espíritu Santo
19
de mayo de 2013
La doctrina bíblica sobre el
Espíritu Santo podemos encontrarla en el Antiguo Testamento, los Evangelios
sinópticos, el Evangelio de Juan, Hechos de los Apóstoles y las Cartas de
Pablo.
1.
El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento.
En esta parte de las
Sagradas Escrituras se enfatiza la actividad del Espíritu Santo en el Plan
Divino, y no tanto su naturaleza. El vocablo hebreo para nombrarlo es ruaj, que luego la versión griega de los
LXX traduce por pneuma, que para
nuestra cultura se podría traducir por viento,
aliento, espíritu.
El Antiguo Testamento
presenta al Espíritu Santo actuando en el acto creacional (Génesis 1,2; Job
26,13; Isaías 32,15), sosteniendo todo lo que fue creado (Salmo 104,30; Job
34,14) y comunicando vida a la humanidad (Génesis 2,7; Job 33,4).
El Espíritu Santo actúa en
la humanidad como Espíritu de sabiduría, entendimiento y conocimiento (Éxodo
28,3; 35,3.31; Deuteronomio 34,9), dando racionalidad (Job 32,8). Algunos
ejemplos que podemos encontrar son: José (Génesis 41,38 ss), Moisés (Éxodo
18,22 ss; Números 11,7), los setenta ancianos (Números 11,16 ss) y Bezaleeel (Éxodo
31,2 ss; cf 35,3 – 36,2),
El Espíritu Santo actúa en
la humanidad como Espíritu de santidad (Salmo 51,11; Isaías 63,10 ss) creando
en la humanidad el carácter moral de Dios haciendo de la moralidad humana una
necesidad (Salmo 143,10; Isaías 30,1; Nehemías 9,20), que puede ser contristado
por el pecado (Isaías 63,10) y testificar en contra de la persona pecadora
(Nehemías 9,30). A manera de ejemplo tenemos a Saúl (1 Samuel 16,14; 18,10;
19,9).
El Espíritu Santo actúa en
la humanidad como Espíritu religioso – profético. El profeta era un hombre
portador del Espíritu (Oseas 9,7; cf Ezequiel 2,2; 3,24) a través del cual se
comunicaba la Palabra de Dios (Zacarías 7,12 cf Amós 3,7) y declaraba la
Palabra de Dios (Miqueas 3,8 cf 2 Samuel 23,2), percibiéndose como el Espíritu
de revelación, descubriendo al profeta la voluntad de Dios y el mensaje para el
pueblo. Pero esta vocación profética era personal y no participaba el pueblo de
esa experiencia (Números 11,29), pero predicen o anticipan una era del Espíritu
en medio del pueblo (Jeremías 31,32 ss; Ezequiel 11,19 ss; 39,29 cf 36,26 ss)
cuando llegara el Mesías (Isaías 11,2; 42,1; 48,16; 61,1 ss; Zacarías 12,10;
Joel 1,28 ss).
2.
El Espíritu Santo en los Evangelios
Sinópticos.
En el nacimiento de Jesús,
el Espíritu Santo fue el agente activo (Lucas 1,34 ss; Mateo 1,18), al igual
que en su bautismo (Mateo 3,13-17) y en las tentaciones (Marcos 1,12). El
propio Jesús da testimonio de la presencia del Espíritu Santo en él capacitándolo
para el ministerio que le Padre le encomendó (Lucas 4,18-21).
En su enseñanza, Jesús pone
especial énfasis en el pecado contra el Espíritu Santo (Marcos 3,22-30) ya que
todo su ministerio era obra de ese Espíritu y decir que actuaba por el príncipe
de los demonios (Mateo 12,24) era blasfemar contra el Espíritu Santo (Mateo
12.31).
3.
El Espíritu Santo en el Evangelio de Juan.
En la teología joanina, el
Espíritu Santo es el agente por el cual la persona creyente entra al reino
(Juan 3,22 ss); el factor importante en la fórmula bautismal no es el agua sino
el Espíritu (Juan 3,8); es un manantial inagotable de agua viva capaz de
regenerar a la persona creyente (Juan 4,14; 7,37-39).
Resulta significativa
entonces, la doctrina del nuevo nacimiento expresada en un culto sincero y
espiritual (Juan 4,23).
Los tres nombres que utiliza
Juan, en el discurso de despedida de Jesús (capítulos 13 – 16), para referirse
al Espíritu Santo, revelan su naturaleza: el Paráclito (Juan 14,16) con la actividad de proteger, sostener y
consolar; el Espíritu de verdad (Juan
14,17; 15,26; 16,13) una característica significativa para su naturaleza y la
ética cristiana; Espíritu Santo (Juan
14,26) otra característica significativa para su naturaleza.
En el cuarto Evangelio, el
Espíritu Santo tiene ciertas funciones: enseña al creyente (Juan 16,12-15 cf
2,2,; 12,16; 14,26; Lucas 24,8); alimenta la vida cristiana (Juan 14,16);
muestra a las personas no creyentes el pecado de no creer a través del
testimonio de quienes creen (Juan 16,8-11 cf 15,26 ss; Hechos 2,37; 5,33; 7,54).
Jesús, ya resucitado,
comunica su Espíritu Santo (Juan 20,21 ss) a la comunidad creyente para que
continúe su misión; siendo el propio Espíritu el que testifica a Jesús - Cristo
– Señor a través de la Iglesia.
4.
El Espíritu Santo en los Hechos de los
Apóstoles.
Este libro del Nuevo
Testamento, pone su énfasis en la experiencia del Espíritu Santo y no en su
doctrina.
Jesús resucitado comunica el
Espíritu Santo a la comunidad eclesial (Hechos 1,4-5.8; 2,1 ss), transformando
las actitudes personales de la comunidad discipular: paciencia (Hechos
2,37-40), arrojo (Hechos 3,11-15), unidad (Hechos 4,32-35), acompañadas de una
fuerte presencia espiritual (Hechos 2,22-36) y de éxito en el testimonio
(Hechos 2,37-47), demostrando que la promesa se había cumplido.
El Espíritu es presentado
como el Paráclito que sostiene a la Iglesia en momentos de persecución (Hechos
4,8 ss), fortaleciéndola para el testimonio cotidiano (Hechos 4,31),
preservando la unidad (Hechos 4,31-35), eligiendo sus líderes (Hechos 6,3;
20,28). Pero también con un ministerio hacia los no creyentes (Hechos 11,19 ss)
actuando a través de una comunidad eclesial que da testimonio (Hechos 13,1 ss),
actuando a través de los grupos misioneros (Hechos 13,52; 16,6 ss; 19,1 ss;
20,28).
Los dones con que el
Espíritu enriquecía a la Iglesia daban testimonio ante los no creyentes (Hechos
2,42-47).
5.
El Espíritu Santo en las cartas de Pablo.
En los escritos paulinos se
encuentra abundante literatura sobre el Espíritu Santo.
Pablo afirma que no se puede
ser creyente sin recibir el Espíritu Santo (Gálatas 3,2), que tener el Espíritu
Santo es pertenecer a Cristo (Romanos 8,9), que la vida cristiana es una vida
en el Espíritu (Gálatas 5,16) y sus características son el resultado de la
presencia del Espíritu en la persona creyente (Gálatas 5,22), que lo que la ley
jamás pudo realizar lo hace ahora el Espíritu desde dentro (Romanos 8,1-4), que
la persona creyente quedó liberada de la ley (Romanos 7,6).
Para Pablo, el Espíritu
Santo es el Espíritu de Cristo (Romanos 8,14 ss; 1 Corintios 6,17; 2 Corintios
3,17; Gálatas 4,6).
También Pablo, expone que el
Espíritu Santo es el Espíritu de Dios (Romanos 8,9; 1 Corintios 3,16; 2
Corintios 6,16) y es una de las personas de la Divinidad (2 Corintios 13,14 cf
Mateo 28,19).
También Pablo, expone la
naturaleza personal de la actividad del Espíritu Santo: su prerrogativa para
conceder dones (1 Corintios 12,4-11); la forma en que revela la voluntad del
Padre (1 Corintios 2,10-12); como enseña a la persona creyente (1 Corintios
2,13); llevándola a emprender una lucha contra el mundo (Romanos 6,12-14; 8,13;
Efesios 4,30), produciendo en ella los efectos de la pascua de Cristo (Romanos
6,9 ss; Filipenses 3,10 ss) efectuando una clara transformación moral (2 Corintios
3,18) y liberación (Romanos 8,5-8); bendiciendo el testimonio cristiano (1 Tesalonicenses
1,5).
Y también la naturaleza
comunitaria – eclesial de la actividad del Espíritu Santo: dando poder a la
Iglesia , de forma que su culto (1 Corintios 14,15; Filipenses 3,3), comunión
(Efesios 4,3; Filipenses 2,1), dones (1 Corintios 12,4-11) y su propio origen
(1 Corintios 12,13) se deben a la presencia vitalizadora del Espíritu Santo por
medio del cual Cristo permanece en la comunidad eclesial (= Iglesia).
6.
A manera de conclusión.
En la experiencia de la
Iglesia apostólica, el Espíritu Santo no era una doctrina sino una experiencia
de fe, que animaba la propia vida eclesial. Citando a James Denney, afirmamos
que “su santo y seña no era, crean en el Espíritu Santo sino reciban el
Espíritu Santo”.
Buena semana para todas y
todos.
Domingo de Pentecostés.
+Julio, obispo de Diversidad
Cristiana.
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