Lineamientos pastorales para el culto público de Diversidad Cristiana




Diversidad Cristiana

Lineamientos pastorales sobre el culto público

 

La asamblea eclesial del pasado 30 de marzo definió la participación activa, no solo en la realización sino también en la preparación, de la liturgia comunitaria.

Por esta razón, sentimos la necesidad de realizar un aporte pastoral a todas las personas que forman la membresía eclesial, a los efectos de que, en el desarrollo de su diaconía a la comunidad eclesial, cuenten con los instrumentos necesarios para dicho servicio.

Introducción

El vocablo de origen griego que se traduce por liturgia, en su origen significaba un deber público. La versión griega del Antiguo Testamento, que denominamos comúnmente como versión de los LXX, aplica el término liturgia a los actos cúlticos en el Templo de Jerusalén. En el Nuevo Testamento, frecuentemente hace referencia al servicio sacerdotal (Lc 1,23; Fil 2,17; Heb 8,6).

En la Tradición de la Iglesia hace referencia a dos realidades. En primer lugar, en sentido general, a cualquiera de los servicios y oficios establecidos por la propia Iglesia (ejemplo: Liturgia de la Palabra, Liturgia de la Luz, Liturgia Bautismal, etc.). En segundo lugar, en sentido específico, la Iglesia se refiere a la celebración eucarística, a la que llama Liturgia de la Eucaristía o Eucarística.

En la Didajé ([1]), encontramos las formas litúrgicas más antiguas, donde se normatiza la acción de gracias para el pan y el vino, pero otorga libertad a “los profetas” para que utilicen las palabras que crean convenientes o adecuadas para consagrar los elementos.

Las narraciones de Justino Mártir ([2]) también contienen enseñanzas litúrgicas evidenciando que en ese tiempo, había lugar para incorporar espontáneamente oraciones y acciones de gracias.

Hay indicios que recién hacia el siglo III aparece una fórmula fija para la consagración del pan y del vino; aunque también hay indicios, que la fórmula variaba de acuerdo al lugar ([3]).

Las principales liturgias del cristianismo surgen entonces, alrededor de tres grandes patriarcados: Antioquía, Alejandría y Roma.

Se asocia al patriarcado de Antioquía el rito del siglo IV que se encuentra en las Constituciones apostólicas y que se conoce como liturgia clementina; el rito bizantino, del patriarcado de Constantinopla se deriva de la liturgia clementina, donde destacó la liturgia de San Juan Crisóstomo, que en la actualidad continúa utilizando la Iglesia Griega Ortodoxa, como también las de rito persa y sirio.

Se asocia al patriarcado de Alejandría la liturgia de San Marcos, hacia los siglos IV o V, y varios rituales egipcios y etíopes.

Se asocia al patriarcado de Roma, la liturgia desarrollada en occidente, empleando el latín en lugar del griego; los ritos más antiguos provienen de los siglos VII y VIII; junto con la liturgia romana existió hasta el siglo IX el ritual galicano, que se extendió por gran parte de Europa (España, Francia, Italia del norte e Islas Británicas). Pero a partir del crecimiento y poder de Roma fue suprimido por Pipino y Carlomagno ([4]).

Las liturgias provenientes de la Reforma en el siglo XVI dependieron libremente de las formas de la antigüedad, aunque introdujeron cambios significativos y de bastas consecuencias. En este tiempo, la renovación litúrgica se dio con Lutero ([5]) en Alemania, Zuinglio ([6]) en Zurich, Bucero ([7]) en Strasburgo, Calvino ([8]) en Ginebra y Carnmer ([9]) en Inglaterra ([10]).

1.    Jesucristo, modelo de oración 

Jesús, nuestro Maestro y Señor, ofrece ejemplos de oración: cuando el Padre le revela su misión (Lc 3,21-22), luego de realizar signos de sanación (Mc 7,34; Lc 5,16), antes de elegir a los apóstoles (Lc 6,12), antes de compartir los alimentos con la multitud (Mt 14,19; 15,36), frente a la muerte de su amigo (Jn 11,41-42), en momentos de intimidad con los suyos (Lc 9,18.28-29), como modelo para sus seguidores (Lc 11,1), cuando los enviados regresan de la misión (Mt 11,25-26), en momentos de prueba y dificultad (Lc 22,41-46), frente a la muerte (Lc 23,34.46).

La vida de Jesús, fue una vida de diálogo con el Padre en distintos momentos de su vida cotidiana, un diálogo personal (Mc 1,35; 6,46; Mt 4,1; 14,23; Lc 5,16; 6,12) pero también en comunidad, con el pueblo (Mt 21,13; Lc 4,16) y con los suyos (Mt 26,26.30; Lc 24,30).

La carta a los Hebreos lo presenta como el gran orante (Heb 5,7).

2.    La Iglesia, sigue el ejemplo de su Maestro y Señor.

La Iglesia recibe de su Maestro y Señor el mandato de orar (Mc 13,33; 14,38; Mt 5,44; 7,7; 26,41; Lc 6,28; 10,2; 11,9; 18,1; 22,40.46; Jn 4,13; 15,16).

Los apóstoles también insisten a sus comunidades en que oren (Rom 12,12; 1Cor 7,5; Ef 6,18; Col 4,2; 1Tes 5,17; 1Tm 5,5; 1Pe 4,7) a Dios (Heb 13,15) por medio de Jesucristo (2Cor 1,20; Col 3,17) en el Espíritu Santo (Rom 8,15; 1Cor 12,3; Gal 4,6; Jds 20) para la sanación, perdón y santificación (1Tm 4,5; Stg 5,15; 1Jn 3,22; 5,14), alabando (Ef 5,19; Hb 13,15; Ap 19,5), dando gracias (Col 3,17; Fil 4,6; 1Tes 5,17; 1Tm 2,1), pidiendo (Rom 8,26; Fil 4,6) e intercediendo por todas y todos (Rom 15,30; Ef 6,18; 1Tes 5,25; Stg 5,14.16).

Por lo tanto, la Iglesia es continuadora de la oración de Jesucristo, el único mediador (1Tm 2,5; Heb 8,6; 9,15; 12,24) por quien accedemos al Padre (Rom 5,2; Ef 2,18; 3,12). Y esta oración de la Iglesia es motivada por el Espíritu Santo (Rom 8,26) que ora en cada miembro de la comunidad eclesial y en la Iglesia en su conjunto (Rom 8,15 cf Gal 4,6; 1Cor 12,3; Ef 5,18; Jds 20).   

3.    El culto público y la realidad sacramental en Diversidad Cristiana.

a)    Realidad sacramental en sentido amplio. 

La vida cotidiana de cualquier hombre y de cualquier mujer, como parte de una sociedad y una cultura, está marcada por elementos simbólicos; ellos son parte integrante de nuestra experiencia humana: compartir el mate, por ejemplo, no es únicamente ingerir una infusión de yerba en forma grupal; dentro de los elementos simbólicos podemos señalar los siguientes: convocar (cuando alguien prepara un mate nuclea otras personas en torno a sí), compartir (en la ronda la persona que ceba ofrece el mate pero también a ella se le pide el mate), unir (el mate pasa de mano en mano acompañado de historias, canciones, anécdotas, cuentos, estudio, silencio…).

Al introducirnos en el tema de la realidad sacramental es necesario asociarlo a otros conceptos como signo, símbolo, mito y a la experiencia humana que se ve transversalizada profundamente por esta realidad sacramental. 

Los hombres y las mujeres para comunicarnos utilizamos el lenguaje. Éste pude ser oral, corporal - gestual, simbólico. Los signos forman parte de este lenguaje humano. “El signo es la cosa que evoca en el entendimiento la idea de otra cosa; es la asociación de un significado y de un significante” ([11]).

En el lenguaje encontramos signos naturales y signos convencionales. Los signos naturales revelan de inmediato la realidad que significan ([12]). Los signos convencionales son producto de acuerdos entre las personas y por lo tanto se hace necesario aprender la realidad que significan ([13]). 

Los signos se asocian a un contexto determinado y a una cultura determinada ([14]). Pero en cada cultura, sociedad e idioma se utilizarán distintos grafismos y distintos fonemas (español, inglés, francés, alemán) aún en otras culturas cambiarán los símbolos gráficos utilizados para designar un objeto (chino, árabe, griego, hebreo). Pero también dentro de una misma lengua el uso local  asigna distintos significados a los mismos grafismos y fonemas ([15]). Existen algunos signos que adquieren un valor diferenciado de acuerdo a los valores afectivos que algunas personas desarrollan o depositan hacia el mismo.

Los signos cumplen la función de conducirnos a la realidad significada, son funcionales, no existen por sí mismos sino en función de lo que quieren significar. Cuando estos signos pasan a cumplir otras dimensiones, cuando expresan un valor agregado, les denominamos símbolos. 

Los símbolos son “figuras o divisas con que se representa un concepto, por alguna semejanza que el entendimiento percibe entre ambos…” es una “clase especial de signo” ([16]).

Los mitos, como conjunto de símbolos “emanan de una sociedad y llevan los ecos de sus estructuras, que a veces legitiman. Todo orden social conocido se mantiene unido por un sistema de mitos” ([17]); una realidad del hombre y de la mujer que es vivida y experimentada desde una concepción global de la humanidad y del cosmos ([18]).

Los sacramentos son “signo sensible de un efecto interior y espiritual que Dios obra en nuestras almas” ([19]). En cuanto signos sensibles forman parte del lenguaje humano.

b)    Los sacramentos de la Iglesia.

La palabra sacramento tiene su origen en el latín sacramentum como traducción del término griego mysterion.

El universo sacramental cristiano y dentro del cristianismo el católico, trasciende los siete sacramentos: la creación y la historia son sacramento del Misterio Divino en cuanto que tienen la capacidad de decir a Quién es su origen y brindar el escenario para que Éste se revele a la Humanidad ([20]); la Humanidad es sacramento de la Divinidad en cuanto creada a su imagen y semejanza ([21]); Jesucristo es sacramento del Padre en cuanto Palabra Divina comunicada a la Humanidad ([22]); las Comunidades Eclesiales son sacramento en cuanto semejantes al Hijo y revelan el Misterio Divino al resto de la Humanidad ([23]).

El sacramento en su carácter de lenguaje, cultural e histórico, tiene que poder expresar a las discípulas y los discípulos de Jesús la buena noticia que el Hijo encarnado y resucitado por la intervención del Espíritu Santo revela del Padre; cuyo centro es el Misterio Pascual: muerte del Santo y del Justo (Hch. 3,14) – intervención por excelencia del Padre en la Historia Humana resucitándolo y haciendo justicia (Hch. 3,15) – envío del Espíritu a la Comunidad Eclesial (Hch. 2,1-13).

Ellos son signos convencionales que, aunque no todos fueron explicitados directamente por Jesús de Nazaret, sacramento del Padre (Col.1,15), las Comunidades Eclesiales, sacramento de Cristo a la luz del acontecimiento pascual fueron definiendo. Por lo tanto, tenemos sacramentos de origen bíblico, bautismo (Mt 28,19) y eucaristía (Lucas 22,19); y sacramentos de tradición eclesiástica (confirmación, reconciliación, unción de las personas enfermas, matrimonio, orden sagrado).

Los sacramentos expresan la fe y la vida de estas Comunidades donde la Divinidad se hace presente en la historia en Jesús de Nazaret, el Cristo sanando y liberando (Lc. 4,18-19); una fe que es trinitaria y que se experimenta en la vida cotidiana. Fe y experiencia vital que no se limitan al aquí y al ahora sino que se proyectan al futuro escatológico.

c) Breve evolución histórica:

En la patrística se encuentran fundamentalmente reflexiones pastorales sobre los sacramentos pero no existe un tratado sobre los mismos ([24]). Es a partir de la teología escolástica apoyada en las reflexiones exegéticas y dogmáticas formuladas por San Agustín contra los Pelagianos y Donatistas, en que se comienza a exponer en forma de tratados teológicos todo el contenido doctrinal sobre los sacramentos ([25]). Hacia comienzos del siglo XX son Romano Guardini (sacerdote y profesor),  y  Odo Casel (monje benedictino), ambos estudiosos de la Iglesia Católica Apostólica Romana, quienes aportan un movimiento doctrinal desplazándose de la consideración teológica como “cosa santa” hacia la consideración teológica de “acción eclesial en la liturgia”. Otros autores más recientes han contribuido con su reflexión teológica a la doctrina de los sacramentos ([26]).

 4.    Los sacramentos de iniciación cristiana en la antropología de los ritos de iniciación.

La vida humana está pautada por ritos de iniciación en los diversos momentos de la misma. Estos ritos van construyendo la cultura y a la vez la van transmitiendo. El nacimiento de un niño o una niña va acompañado de la elección del nombre, la preparación de un espacio físico determinado dentro de la vivienda, de ropas de determinado color, de visitas y regalos, de inscripción en el Registro Civil y de la primer Cédula de Identidad. La primera infancia va acompañada del ingreso a la educación primaria, de la incorporación de la túnica, el acompañamiento del niño o la niña por parte del núcleo familiar el primer día de clase.

El tránsito de la infancia a la juventud también está acompañado de ritos de iniciación en la adolescencia, la experiencia del primer cigarrillo o de la primera cerveza en el grupo de pares, la autorización para ir al primer baile acompañada de un interminable ritual de baño, peinado, perfume y ropas adecuadas, la entrega de las llaves y en el caso de los varones en la mayoría de las familias la entrega del primer preservativo.

El ingreso a la vida adulta también está pautado por ritos de iniciación. Las jóvenes y los jóvenes obtienen la Credencial Cívica pudiendo ejercer los derechos de ciudadanía de pleno derecho, pueden ingresar al mercado laboral (capacitación para hacer el currículum, preparación para el desempeño en la entrevista laboral, pasantía laboral que le posibilite adquirir experiencia hasta que llegado el día y la hora con ropas adecuadas a la situación, currículum en mano, con posturas y gestos determinados tiene su primer entrevista laboral) y al mundo de los negocios (adquisición de la primer moto, el primer auto, etc.).

También existen en todos los grupos humanos comidas rituales. El cumpleaños del primer año de un niño o una niña, la bienvenida a un nuevo integrante del grupo, el aniversario de bodas, la despedida del año en el trabajo o en el grupo de amigos y amigas. Ciertamente, cada uno de estos ritos de iniciación en cuanto a su contenido y sus formas, responden a la cultura dominante en el momento; contenidos y formas que irán cambiando y adaptándose a las pautas socialmente aceptadas; lo que no cambiará será la iniciación en las distintas etapas de la vida humana.

a)    Iniciación cristiana. 

La iniciación cristiana es un único proceso compuesto de tres sacramentos en una unidad indivisible: el bautismo, la confirmación y la eucaristía.

BAUTISTMO: Las Comunidades Originarias ponen en boca del Señor Resucitado el mandato de bautizar (Mt. 28,19).  En las Escrituras Hebreas encontramos que eran prácticas acostumbradas por el pueblo (Ex. 40,12; Lev. 8,6; 13,6; 4,9), incluso en los tiempos de Jesús los movimientos bautistas no eran extraños (Mt. 3,1-6), los propios discípulos de Jesús bautizaban (Jn. 4,1-4). Es a partir de la experiencia del Señor Resucitado que las comunidades eclesiales originarias practican el bautismo no ya como rito de perdón y purificación (Mt. 3,1-12) sino invocando el Nombre de Divino sobre el discípulo y la discípula (Hch. 2,38.41; 8,36-38; 9,18; 10,47-48; 19,2-6; 1Co. 1,14-16).

El rito bautismal es la finalización de un proceso de preparación que tiene las siguientes etapas: predicación, escucha de la Palabra, cambio de vida, voluntad expresa de ser bautizado (Hch. 8,26-39).

A lo largo de la historia y dependiendo de las diferentes culturas, la liturgia bautismal ha ido cambiando. Los principales ritos son: la signación, el agua (materia) acompañado de las palabras “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (forma); la señal de la cruz  y la imposición de manos. El bautismo imprime carácter.

Los efectos  primarios del bautismo son: participación en el misterio pascual de Jesús, el Señor Resucitado (Rom. 6,1-14; Ef. 2,1.4-6; Fi. 3,10-11; Col. 2,12); configuración e incorporación a Él participando de la naturaleza divina, es constituido – constituida: sacerdote – sacerdotiza, profeta – profetiza, rey – reina; recepción del Espíritu Santo, inhabitación del Misterio Divino; participación en la vida comunitaria; el efecto secundario es el perdón de los pecados.

Quien ministra el bautismo es el obispo u obispa o el presbítero o presbítera o la persona designada para administrar el sacramento en forma extraordinaria, haciendo ejercicio del sacerdocio universal.

CONFIRMACION: La confirmación es el sacramento propio del Espíritu Santo (Hch. 2,1-13;10,34-48). En la práctica de las Comunidades Eclesiales originarias estaba asociado al bautismo (Hch. 8,12-17; 19,1-7). Los profetas anunciaron una amplia difusión del Espíritu en los tiempos mesiánicos (Is. 58,11; Ez. 47,1; Joel 2,28) y el propio Jesús lo anunció como el que completaría su obra (Jn. 14,16.26;16,13-15; 1Jn 2,3).

Si bien  la confirmación no le agrega nada al bautismo, se puede afirmar que es el sacramento propio del Espíritu Santo.

A lo largo de la historia y hasta el siglo XI se celebró como rito de iniciación unido a los otros dos sacramentos de la iniciación. En la tradición romana se separa en el tiempo estableciéndose una liturgia propia. Los principales ritos son la imposición de manos (materia) con la invocación al Espíritu Santo (forma), la unción con óleo en forma de cruz (materia) acompañada de las palabras "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" (forma). Los efectos de la confirmación es la plenitud del Espíritu Santo diferenciada pero no distinta a la del bautismo. Imprime carácter siendo el ministro de la confirmación el obispo o la obispa, actuando extraordinariamente el presbítero o presbítera dotado de facultades, o la persona designada para administrar el sacramento en forma extraordinaria, haciendo ejercicio del sacerdocio universal.

EUCARISTÍA: La historia del pueblo hebreo testifica diversas comidas rituales: para sellar pactos o alianzas (Gen. 31,54; Ex. 24,3; Tob. 7,11-15), para agasajar visitas (Gen. 18,3-5; 19,3). La comida ritual sagrada más importante es la Cena Pascual (Ex. 5,1-3; 10,8-9; 12-13). La celebración pascual concentró los grandes momentos en que Israel renovó la alianza (Num. 9,1-14; Jos. 4,19-5,12; 2Re. 23,33; 2Cro. 30; 35).

Las Escrituras Cristianas conservan cuatro relatos sobre la institución de la Eucaristía (1Co.11,23-25; Mc.14,22-25; Mt. 26,26-29; Lc. 22,19-20), de los cuales el primero se puso por escrito más de 20 años después del Acontecimiento Pascual. Estos relatos incorporan tres aspectos teológicos fundamentales: la expiación vicaria (Is. 52,13-53,12), la alianza (Ex. 12-13; Jr. 31,31; Is. 42,6; 49,8) y las bendiciones mesiánicas.

Contamos con diferentes posturas, de acuerdo a las tradiciones cristinas. El Magisterio romano define en el Concilio de Trento la presencia real (canon 1), el memorial y anuncio de su muerte (canon 2), la presencia del cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo después de la consagración, bajo la apariencia de pan y vino (canon 3) los demás sacramentos tienen por virtud santificar pero la Eucaristía está el autor de toda santidad; por la consagración se realiza la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo y de toda la substancia del vino en la substancia de la sangre de Cristo (canon 4), y continúan los Padres Conciliares en la XIII sesión del 11 de octubre de 1551. La doctrina de la transubstanciación  fue desarrollada por Tomás de Aquino en el siglo XIII. En el siglo XVI los reformadores presentaron otras  interpretaciones a la transubstanciación. Martin Lutero habló de la consubstanciación (Cristo está presente en, con y bajo los elementos). Ulrico Zuinglio negó cualquier conexión real entre el pan y el vino y el cuerpo y la sangre de Cristo; planteando que en la celebración de la eucaristía, que recuerda a los fieles las palabras y la obra del Señor, Cristo está con ellos por el poder del Espíritu Santo; consideraba que el pan y el vino recuerdan la última cena, pero no se da ningún cambio de substancia en ambos elementos. Juan Calvino afirmó que Cristo está presente tanto en un sentido simbólico como por su poder espiritual, que es impartido por su cuerpo glorificado a las almas de las personas creyentes cuando participan de la eucaristía. Esta doctrina es llamada presencia dinámica. La doctrina anglicana afirma la presencia real de Cristo, pero no especifica el modo.

Los principales ritos son: la iniciación, la liturgia de la Palabra, la liturgia de la Eucaristía, la despedida.

La materia son: la imposición de manos, el pan y el vino; la forma es la invocación al Espíritu Santo y las palabras consagratorias. Quien ministra este sacramento el obispo o la obispa,  el presbítero o la presbítera, o la persona designada para administrar el sacramento en forma extraordinaria, haciendo ejercicio del sacerdocio universal. 

Estos tres sacramentos de la iniciación cristiana, comunican la acción salvífica del Padre, en el Hijo, por su Espíritu, y forman una unidad orgánica. 

5.    Ubicación de los sacramentos de sanación en la antropología de los ritos de sanación y exorcismo.

 El ser humano debe ser comprendido en su dimensionalidad integral que comprende lo físico, lo psíquico, lo social y lo espiritual. Se ubican dos sacramentos entre los de sanación: la reconciliación y la unción. Para tener una mayor comprensión del sacramento cristiano es necesario recurrir a la práctica del judaísmo.

ENFERMEDAD – SANACIÓN. La ley mosaica presenta un código sanitario y de prevención en materia de salud pública (Lv 11–15). Según las Escrituras Hebreas YHWH es quien sana las enfermedades, tanto por medios naturales (Lv. 13,18-37; 14,3; Eclo. 38,1-15); como sobrenaturales (Sal 103.3; Mt 8.16–17). La utilización de medicinas y otras prácticas no entraban en contradicción con la creencia en YHWH como sanador (Ex. 15,26; cf. Dt. 7,15; 32,39; Jer. 17,14; 30,17; Sal. 6,2; 41,3-4; 103,3; Tob. 12,14) quien también obraba por medio de personas a través de diversas formas: por intermedio de otras personas (Gn. 20,17-18; Num. 21,4-9; 2Re. 5; 20,1-11).

A través de la revelación, se puede ubicar el origen primero de la enfermedad y de la muerte en la desobediencia Humana a la llamada Divina, lo que las Sagradas Escrituras relatan como el pecado y en la caída. La humanidad creada a imagen de Dios fue destinada a una vida íntegra y plena, y no al sufrimiento al que se halla sometida (Gn. 1,27. 31; 2,7; 3,22). Por la desobediencia, la muerte –en cuanto ruptura y pérdida- entró en la historia; con las enfermedades que llevan a ella (Rom. 5,12); las enfermedades son entendidas por el judaísmo, como el castigo por un pecado concreto (Dt. 28,58-61; 2Sam. 24,15; 2Re. 5,27), o por las faltas cometidas por los padres (Ex. 20;5). Encontramos en las Sagradas Escrituras otros dos orígenes más: hay enfermedades que no son el resultado de un pecado personal; tal es el caso de Job (Job 1,8; 2,5-7) o del ciego de nacimiento (Jn. 9:2-3) y en ocasiones, el mal –representado en Satanás- puede ser la causa de ciertas enfermedades (Job. 2,6-7; Lc.13,16; Hch.10,38).

Las Comunidades Eclesiales originarias identificaron el Siervo Sufriente de Isaías con Jesús de Nazaret (Is. 53,4-5), él cargó con las enfermedades y sufrimientos de la Humanidad (Mt. 8:16-17). Las curaciones de todo tipo realizadas por Jesús en medio de su pueblo fue la señal de la irrupción del Gobierno de YHWH venciendo al mal y a la muerte. Pero, sin lugar a dudas fue a la cruz donde llevó los pecado de la Humanidad, con todas sus consecuencias –físicas, psíquicas, sociales y espirituales-.

Encontramos en las Escrituras Cristianas que el acto de sanar fue practicado por Jesús y la Comunidad Apostólica: curaciones de leprosos (Mt 8.1-4; Lc 17.11-19), de fiebre (Mt 8.14-15), de parálisis parálisis (Mt 9.1-8; 12.9-14; Jn 5.1-18), de hemorragias (Mt 9.20-22), al sordomudo (Mc 7.31-37); a los ciegos (Mt 9.27-31; 20.29-34; Mc 8.22-26; Jn 9.1-12); a la mujer jorobada (Lc 13.10-13), al hidrópico (Lc 14.1-6); incluso curaciones desde lejos de las personas enfermas (Mt 8.5-13; 15.21-28; Jn 4.43-54); confiriéndosele a la Comunidad Discipular el don de sanar (Mc 16.18; 1 Co 12.9,28,30; Stg 5.14-[27]5). Estas acciones de sanación también estaban ligadas a exorcismos (Mt 8,28-34; 9,32-34; 12,22-23; 17,14-20; Mc 1,23-28).

Tanto para el judaísmo como para las comunidades cristianas primitivas la sanación física y el perdón de los pecados son del mismo YHWH (cf. St. 5,15; Mc. 16,18) quien sana y perdona (Pr. 12,18; Jer. 3,22; 30,17; Os. 14,4 (5); 5,13; 6,1; 7,1).

Jesús de Nazaret, el Mesías enviado por YHWH, tenía el poder de sanar a las personas enfermas, las Escrituras Cristianas presentan 26 casos de sanaciones individuales y 10 casos de sanaciones colectivas; en ellas se encuentra en 7 pasajes que Jesús sanó a todas las personas enfermas (Mt. 8,16; 9,35; 12,15; 14,36; Lc. 4,40; 6,18-19; 9,11). A la Comunidad Apostólica le dio el poder de sanar (Mt. 10,1- 8; cf. Hch. 5,15; 9,40; 19,11-12; 20,9-12). Santiago plantea qué debe hacer el discípulo o la discípula de Jesús en caso de enfermedad (San. 5.14-16). La persona enferma es conducida a un proceso de discernimiento y a confesar su pecado (1Cor.11,30-31); debe llamar a los ancianos de la comunidad, ya que ella participa de su sufrimiento (1Cor.12,26), intercesión en común (Tit. 18,19; Gá. 6,3).

Quien ministra este sacramento es el obispo o la obispa o el presbítero o la presbítera, o la persona que el obispo o la obispa designen para administrar el sacramento en forma extraordinaria, haciendo ejercicio del sacerdocio universal.

RECONCILIACIÓN: PECADO – PERDÓN.  En las Escrituras Hebreas es común la idea de que por un pecado hay que hacer penitencia para reconciliarse con YHWH. El pecado tiene como consecuencia la ruptura en las relaciones personales DIVINIDAD – HUMANIDAD. Retomar esa relación exige de la persona pecadora retornar (1Re.8,33-48) a YHWH que es el único que puede perdonar (Sal. 14; 23; 31; 37; 49; 50; 51; 52; 80; 94; 105; 129).

La era mesiánica se inicia con un llamado a la conversión y la penitencia (Mt. 3,1-2) con una invitación especial de YHWH, el Dios de Israel, el Padre de Jesucristo, a las personas pecadoras (Mt. 9,12-13) que tiene como contraparte el arrepentimiento – retorno y la conversión – cambio de rumbo en la vida (Mc. 1,15; Mt. 4,17). Jesús de Nazaret reveló a la Humanidad el rostro Divino como paternal – maternal y misericordioso (Mt. 9,12; 21,28-32; 22,1-10; 20,1-15; Lc. 7,36-50; 15; 7,41-43; 18,9-14; 19,1-10) que sana (Is. 30,26; 57,18 cf. Mc. 1,21-28.32-34.40-45; 2,1-12; 3,1-6; 5,1-20.21-34.35-43; 6,53-56; 7,24-30.31-37; 8,22-26; 9,14-29; 10,46-52), perdona (Mt. 9,1-8; Mc. 2,1-12; Lc. 5,17-26; 6,36-48; ) y salva (Mt. 9,22; Lc. 6,50; 19,1-10).

Las palabras y los gestos de Jesús de Nazaret perdonando (Mt. 9,1-8; Mc. 2,1-12; Lc. 5,17-26) manifiestan la Misericordia Divina que al ser experimentada tiene como consecuencia inmediata el arrepentimiento y el cambio de mentalidad (Lc.19,1-10). Las Comunidades Discipulares, en cuanto sacramento del Señor Resucitado reciben el mandato de perdonar (Mt. 16,17-19 y Mt .18,15-18; Jn. 20,19-23). Estos textos presentan el mismo contenido desde la experiencia de dos comunidades diferentes: la comunidad que produjo el Evangelio de Mateo y la comunidad que produjo el Evangelio de Juan.

El sacramento de la reconciliación se expresa a través de arrepentimiento - confesión - reparación de la persona pecadora (materia) y la absolución (forma) siendo el ministro de este sacramento es el obispo o la obispa, el presbítero o la presbítera, o la persona designada para administrar el sacramento en forma extraordinaria, haciendo ejercicio del sacerdocio universal.

 

6.    Ubicación de los sacramentos al servicio de la comunidad incluyendo su marco antropológico.

MATRIMONIO:  La narración de la creación de la humanidad a partir de un hombre y una mujer (Gn. 2,18-24), con igual dignidad en cuanto imagen y semejanza Divina pero diferentes en cuanto a su cuerpo indica la relación única de esposo y esposa, y sirve como ejemplo de la relación entre YHWH y su pueblo (Jer. 3; Ez. 16; Os. 1–3), y entre Cristo y la Comunidad Discipular (Ef. 5,22–33).

El matrimonio y la vida en familia constituyen el modelo socialmente y culturalmente aceptado (Jn. 2,1-11; Ef. 5,22-6,4; 1Tim. 3,2; 4,3; 5,1) si bien el permanecer soltero o soltera también es aceptado (Jr. 16,2 cf. Mt. 19,10-12; 1Cor. 7,7-9).

El matrimonio es una realidad de la Humanidad, querida por la Divinidad desde los orígenes y que la Comunidad Eclesial ha identificado como una realidad sacramental en cuanto que es figura del AMOR del Padre por la Humanidad y de Cristo por su Comunidad Discipular.

Es la pareja quienes actúan como ministros y/o ministras del sacramento del matrimonio a la vez que protagonistas sujetos del mismo;  el amor libre, consciente y responsable, de ambas personas es la materia, el intercambio de los consentimientos en la pareja como elemento indispensable es la forma.

El sacramento del matrimonio está directamente relacionado a una realidad definitiva en medio de la historia: revela a la Humanidad el amor libremente elegido del Padre por todas las personas (= la Humanidad) y de Cristo por sus discípulos y discípulas (= la Iglesia). No tiene que ver con la sexualidad humana, ni con la convivencia o la procreación, la Divinidad acepta y bendice la convivencia de la pareja humana (Gn. 1,28). Por eso es un amor personal y único, de libre entrega e incondicional, fiel e indisoluble (= de Alianza), haciendo de la pareja la Iglesia Doméstica.

A partir de la aprobación de la ley del matrimonio igualitario, la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, reconoce como válido, tanto el matrimonio heterosexual como el matrimonio homosexual.

ORDEN SAGRADO.  Jesús de Nazaret fue un laico judío que no pretendió una ruptura con el judaísmo sino su purificación y profundización como lo demuestran los Escritos Cristianos más antiguos (los Evangelios de Marcos y Mateo y la Fuente de los Dichos).  No es al Jesús histórico a quien se recurre para fundamentar la estructura eclesial existente, ni a la reflexión cristológica de las Comunidades Discipulares originarias.

Eusebio de Cesarea (263 - 339) escribió la Historia Eclesiástica donde relata los tres primeros siglos del cristianismo. Un relato que está impregnado del contexto histórico e ideológico de Eusebio: el emperador Constantino acepta la fe cristiana y las comunidades anteriormente perseguidas pasan a ser aceptadas y reconocidas por el imperio instalándose la cristiandad. Su extensa obra intentó ser y de hecho así fue, la historia oficial de los orígenes del cristianismo con que fundamentó teológicamente la cristiandad constantiniana.   En este esfuerzo por presentar el cristianismo Eusebio describe una “Iglesia” estructurada y ordenada, subordinada a los obispos, siguiendo el proceso histórico narrado por Lucas en Hechos. Una lectura de los orígenes cristianos, despojada del entusiasmo de Eusebio por la nueva situación, de religión clandestina a religión oficial del imperio, nos presenta otra realidad muy diferente: eran Comunidades Discipulares que se organizaban autónomas, eran guiadas por dirigentes escogidos o escogidas dentro de la propia comunidad y por la propia comunidad.   

La Comunidad Eclesial de Jerusalén o las Comunidades (el grupo de los Doce, el grupo de las Mujeres y los Familiares de Jesús) siguió siendo esencialmente judía como lo muestra Lucas en Hechos. Otras Comunidades Eclesiales originarias de primera mitad del siglo I dC tomaron distancia de la de Jerusalén generándose una diversidad en las cristologías, en las prácticas cúlticas, en las estructuras organizativas entre otras diferencias ya mencionadas más arriba. Entre el acontecimiento pascual (aproximadamente 36 dC) y mediados del siglo II dC surgieron diversas formas en que se organizaron las discípulas y los discípulos de Jesús a medida que se fue propagando su movimiento. La expresión de ello fue la formación de comunidades en Siria, Galilea, Jerusalén, las comunidades helenistas, la del discípulo amado, las de Grecia y Asia, Edesa y Egipto, Cirenaica y Etiopía, sin mencionar otras como la comunidad de Tomás de la que no se da cuenta en los escritos canónicos.

Presentar una unidad y ortodoxia primitiva, originaria es contraria a la realidad histórica. No podemos identificar unidad con ortodoxia y diversidad con herejía, ello es un simplismo. Las comunidades cristianas han sido diversas y han generado y sostenido modelos diversos en los primeros siglos de existencia.  

Intentando recuperar y reconstruir la diversidad de expresiones organizadas de las discípulas y los discípulos de Jesús, superando la visión parcial de Lucas en Hechos y la visión ideologizada de Eusebio, podríamos estar abriendo las puertas a modelos alternativos para nuestras comunidades cristianas en América Latina.

Modelos que reflejen la cultura local, que contemple las decisiones y formas de organización comunitaria, que desarrollen nuevos vínculos basados el Señor Resucitado que también se sigue revelando y manifestando en la época actual en la vida, experiencia y celebración de cada Comunidad Discipular.

En los comienzos de la humanidad antes que se organizara el sacerdocio eran las mismas personas quienes ejercían las funciones religiosas; por ejemplo los patriarcas asumieron estas funciones para sus familias: Noé (Gn. 8,20), Abraham (Gn. 12,7; 22,9-14), Isaac (Gn. 22), Jacob (Gn. 46), entre otros.

En el pueblo israelita el sacerdote era el encargado del culto divino, sobre todo del ofrecimiento de los sacrificios. El sacerdocio israelita propiamente dicho apareció cuando se construyó el tabernáculo del desierto, del cual estaban encargados Aarón y sus descendientes. Las funciones del sacerdocio se especializaron más con la construcción del Templo de Jerusalén. Al regreso del exilio apareció la sinagoga como centro de instrucción doctrinal, la cual estaba a cargo de la clase sacerdotal; sin embargo, no ejercía en sentido estricto, lo que hoy llamamos ministerio pastoral.  El sacrificio es un acto del culto, tan importante que los israelitas lo consideraban indispensable. Generalmente, entendemos por sacrificio ligado al culto, la inmolación, es decir, el acto de matar para ofrecer a Dios.  Pero para los israelitas, esta era sólo una de las muchas formas posibles del sacrificio, quizá la principal, pero no la única. También se hacían ofrendas de alimentos, de bebidas y de incienso. En cuanto a su propósito, el sacrificio podía ser de acción de gracias, de expiación por los pecados en que se pide el perdón de Dios, de reconciliación con Dios o de purificación. Una de las formas principales del sacrificio era el holocausto ([28]).

En términos generales el sacerdote o sacerdotiza es la persona “dedicada y consagrada a hacer, celebrar y ofrecer sacrificios”. Especialmente designada para el culto, oficiando ante el altar, y ejecutor de ciertos ritos en nombre de la comunidad. Siendo mediadoras entre la humanidad y la divinidad, los sacerdotes y sacerdotisas constituían por lo general una casta entre los egipcios, madianitas, filisteos y griegos (Gn. 47:22; Éx. 2:16; 1 S. 6:2; Hch. 14:13) ([29]).

A manera de conclusión.

Estas páginas pretenden aportar elementos para la realización creativa, del culto público de Diversidad Cristiana. Proporcionan elementos de historicidad, bíblicos y teológicos que pretenden contribuir al desarrolla de la tarea pastoral en el área litúrgica para nuestra comunidad. Los mismos debieran tomarse con libertad y creatividad, como lo realizaron las comunidades eclesiales originarias de la Iglesia antigua, del primer siglo.

 

Montevideo, 21 de abril de 2013.

Cuarto domingo de Pascua.

+Julio Vallarino, obispo de Diversidad Cristiana.



[1] Aproximadamente año 70 a 100, también conocida como “Enseñanzas de los Doce Apóstoles”. Es considerada uno de los escritos más venerables del cristianismo.  Propone normas morales, litúrgicas y disciplinarias, para la conducta, oración y vida de las comunidades cristianas.
[2] Padre de la Iglesia y mártir. Sus dos obras: “Apología por la religión cristiana” y “Diálogo con el Judío Tripo” de mediados del siglo II, se consideran dentro de las más importantes.
[3] “Al principio cada congregación tenía su propia fórmula; después cada obispo tuvo una fórmula especial para su diócesis, invitándose, no obligando, a las varias congregaciones a adoptarla. Cuando se establecieron las congregaciones metropolitanas, no fue  sino natural que los obispos provinciales o sufragáneos abandonasen sus fórmulas por aquellas de la catedral metropolitana; en forma similar, las formas usadas por las metropolitanas fueron naturalmente asimiladas por las usadas por los primados o patriarcados cuando estas dignidades aparecieron en la escena” (canónigo F. Meyrick – Protestant Dictionary).
[4] Siglo VIII rey de los lombardos y emperador de Occidente.
[5] Alemania, 1438 – 1536.
[6] Suiza, 1484 – 1531.
[7] Alsacia, 1491 – 1551.
[8] Ginebra, 1509 – 1564.
[9] Oxford, 1489 – 1556.
[10] Fuente: DICCIONARIO DE TEOLOGÍA E.F.HARRISON. Libros Desafío, 2002.
[11] Diccionario Enciclopédico Ilustrado. Editorial Océano, 1991.
[12] Por ejemplo: al ver la aurora reconocemos la proximidad del sol, al ver la barba del choclo marrón nos permite reconocer el grano maduro y la proximidad de la cosecha, observar la presencia de gaviotas volando sobre la costa nos permite reconocer la presencia de un cardúmen.
[13] Por ejemplo: las distintas luces de un semáforo, los íconos de una computadora, la fórmula H2O.

[14] Por ejemplo cuando nos referimos al sujeto “perro” expresado a través de fonemas (expresión oral) y a través de grafismos (expresión escrita) lo asociamos a mascota con pelos perteneciente a la familia de los caninos que se moviliza sobre cuatro patas terminadas en garras, que tiene rabo, que ladra y se encuentra amaestrado integrándose a la convivencia humana, etc.
[15] Por ejemplo el término “botija” en España significa vasija de barro mediana, redonda y de cuello corto y estrecho mientras que en el Río de la Plata significa niño o niña.
[16] Diccionario Enciclopédico Ilustrado. Editorial Océano, 1991; por ejemplo: en la ciudad de Montevideo tiene dos símbolos que asociamos indiscutiblemente a la defensa de la dignidad y los derechos humanos: el Obelisco y la Plaza Cagancha. Son símbolos indiscutibles de resistencia, de lucha, de reivindicación capaces de convocar a personas de diferentes sectores de la sociedad y la cultura uruguaya (no sólo montevideana) frente a temas como derechos humanos, políticos, laborales, sexuales, etc.
[17] Diccionario Enciclopédico Ilustrado. Editorial Océano, 1991
[18] por ejemplo la estructura machista, patriarcal y kiriarcal de nuestra cultura sostiene el mito de la desigualdad de género y la superioridad del varón (asociado a la fortaleza, lo social, la rudeza) sobre la mujer (asociada a lo débil, lo doméstico, lo afectivo).
[19] Diccionario Enciclopédico Ilustrado. Editorial Océano, 1991
[20] Este es el fundamento de la Teología Fundamental.
[21] Este es el fundamento de la Antropología Teológica.
[22] Este es el fundamento de la Cristología.
[23] Este es el fundamento de la Eclesiología.
[24] San Ambrosio en “De Mysteriis” y “De Sacramentis”.
[25] Los autores de la escolástica que más contribuyeron a la elaboración de un tratado sobre los sacramentos fueron: Berengario de Tours, Pedro Abelardo, Hugo de San Victor, la Summa Setentiarum, Pedro Lombardo y Santo Tomás de Aquino.
[26] Entre los más destacados se señala a: Semmerlroth “La Iglesia como Sacramento Original” (San Sebastián 1966);  Rahner “La Iglesia y los Sacramentos” (Barcelona 1964); y en 1957 el estudio de Schillebeeckx “Cristo, Sacramento del Encuentro con Dios” (San Sebastián 1968).

[28] (Wolfgang Gruen: PEQUEÑO VOCABULARIO BIBLICO (bajado de internet); DICCIONARIO BIBLICO (bajado de internet); DICCIONARIO DE COMPUBIBLIA. Sociedades Bíblicas Unidas, 1998)  
[29] Para esta nota se tomaron como referencia dos publicaciones: Diccionario Enciclopédico Ilustrado. Edit. Océano, 1991. DICCIONARIO DE COMPUBIBLIA. Sociedades Bíblicas Unidas, 1998.

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