El único lugar donde es posible reconocer la presencia del Señor Resucitado: en la comunidad cristiana y en la práctica liberadora de las personas oprimidas y excluidas - Domingo después de Pascua
Juan
20,19-31
Jesús ya no estaba. La
primera generación de cristianos, testigos de los dichos y hechos de Jesús
estaba desapareciendo. La Iglesia, como un movimiento formado por diversas
comunidades, estaba recogiendo las tradiciones sobre el Jesús histórico que
circulaban, algunas orales, otras escritas en pequeños relatos. Cada comunidad,
reelaboraba estos testimonios orales o escritos y los transmitía de acuerdo al
contexto en que se encontraba.
La Iglesia se encontraba en
un contexto de grandes conflictos con el imperio romano, a partir de que la
asamblea de Yammia había expulsado a la secta de los nazarenos (= nuestras
primeras comunidades cristianas) del judaísmo. La Iglesia no contaba con la
protección del poder religioso y era perseguida por el poder político. Ella
estaba descubriendo su propia identidad y poniendo el fundamento de su fe.
El evangelio de Juan nos
sitúa en un día como hoy, ocho días después de la Pascua (20,26).
El relato se ubica en
Jerusalén y tiene dos partes, narra los antecedentes que nos permiten
comprender el mensaje de hoy (Juan 20.19-23 cf Mateo 28,16-20; Marcos 16,14-18;
Lucas 24,36-49) y narran el mensaje propiamente dicho de hoy (Juan 20,24-31).
1. El texto en su contexto:
En la primera parte, el
primer día de la semana, las discípulas y los discípulos de Jesús se habían
reunido de forma clandestina, tenían las puertas cerradas por miedo a las
autoridades judías. Este término en el evangelio de Juan hace referencia a las
autoridades religiosas judías (20,19 cf 2,18; 5,10, 7,1).
En ese escenario, Jesús
entra y les anuncia la paz. Shalom, que es el vocablo hebreo que corresponde a
este saludo, para la comunidad cristiana, no es solo un saludo de llegada o
despedida, sino que incluye los bienes que Jesús comunica a su comunidad (20,19
cf Números 6,26; Salmo 29(30),1; Isaías 9,6-7 [5-6]; 57,19; Lucas 2,14; Juan 14,27;
16,33; 20,21.26; Romanos 5,1; Efesios 2,14). Dicho esto, les mostró los signos
de su pasión (20,25-27; Lucas 24,39) que permitió a sus discípulas y discípulos
reconocerle, un reconocimiento que produce gozo y alegría (20,20 cf Juan
16,20-22; 17,13). Luego Jesús Resucitado les envía (20,21 cf Juan 17,18) no sin
antes comunicarles la fuerza del Espíritu Santo (20,22). Tanto en griego como
en hebreo, la misma palabra significa espíritu, soplo o aliento (cf Ezequiel
37,1-14; Juan 3,6-8; Hechos 2,2-4). Para la comunidad de Juan, la Pascua de
Resurrección y Pentecostés acontecieron el mismo día.
El envío, la comunicación
del Espíritu y el perdón de los pecados (20,23 cf Mateo 9,2-8; 16,19; 18,18),
es puesto en el evangelio de Juan en un mismo plano de importancia y con un
matiz altamente significativo; en esta Pascua – Pentecostés, toda la comunidad
de discípulos y discípulas recibe la autoridad para perdonar pecados.
En la segunda parte, las
discípulas y los discípulos contaron a Tomás, uno de los apóstoles que no se
encontraba el primer día de la semana, cuando Jesús se presentó a la comunidad
discipular, que habían visto al Señor. Pero Tomás no creyó (Juan 20,24-25).
A la semana siguiente
(20,26) nuevamente Jesús se presenta a la comunidad discipular y esta vez Tomás
estaba allí. Nuevamente Jesús comunica la paz e invita a Tomás, no solo a ver
sino a tocar, los signos de pasión y muerte; reprochándole su falta de fe
(20,24-27).
Tomás le reconoce como Señor
y como Dios (20,28 cf Salmo 35(36),23; 88(89),1[2]; Juan 1,1; 5,18; 10,33-36;
Romanos 9,7; Filipenses 2,5-11; Colosenses 1,19). El apóstol cree porque vio,
pero la fe de las personas que creen sin haber visto, se fundamenta en el
testimonio de las discípulas y los discípulos (20,29 cf Juan 17,20; 1 Pedro
1,8.12; 1 Juan 1,2-3).
2. El texto en nuestro contexto:
Hoy, en el siglo XXI, al
igual que a finales del siglo I, la Iglesia está desafiada a descubrir su
identidad y a definir el fundamento de su fe. Necesitamos signos que nos
indiquen la presencia del Señor. Y el evangelio de Juan nos muestra que ellos
son los mismos de siempre:
-
Fuera de la comunidad discipular no se puede
experimentar la presencia del Resucitado. La comunidad no es una opción para el
cristianismo. Ella es el lugar del encuentro con el Maestro y el Señor (Juan
20,19.26), en el servicio a las hermanas y los hermanos (Mateo 20,24; 23,11;
Marcos 9,35; Lucas 22,25-27 cf Juan 13,12-15; Filipenses 2,5-7). Únicamente en
ella es posible experimentar la Pascua – Pentecostés y el perdón en la
comunidad.
-
Fuera del compromiso, experimentado en
servicio a las personas discriminadas, oprimidas y excluidas, no es posible
experimentar la fuerza liberadora del Evangelio de Jesucristo (Hechos 3,6 cf
Mateo 8,1-17.28-34; 9,1-7.18-34; 12,9-14; 14,34-36; 15,21-31; 17,14-21;
20,29-34).
En Diversidad Cristiana, nos
identificamos con la iglesia antigua del primer siglo, un movimiento diverso e
inclusivo, que recogiendo los diversos testimonios de Jesús histórico de
aquellos tiempos, los reelaboramos teniendo en cuenta nuestro contexto, para
comunicarlos a las mujeres y los hombres del siglo XXI, con fidelidad creativa (Mateo
13,52)
En Diversidad Cristiana,
definimos el fundamento de nuestra fe, que como en la iglesia antigua del
primer siglo, es Jesús, el Señor Resucitado (Hechos 2,36) nuestro único camino,
nuestra única verdad y nuestra única razón de vivir (Juan 14,6), la razón de
nuestra alegría y de nuestro gozo (Juan 20,20), quien nos envía a la sociedad y
la cultura contemporáneas (Juan 20,21 cf 17,18; Mateo 20,19-20).
En Diversidad Cristiana, nos
ejercitamos en el perdón, experimentado en el seno de la comunidad (Juan 20,23
cf Mateo 18,15-22). Semana a semana, en el rito de reconciliación pedimos
perdón y perdonamos, sellando en el abrazo de paz, la reconciliación con Dios,
la reconciliación con la creación, la reconciliación con las hermanas y los
hermanos.
En Diversidad Cristiana, nos
comprometemos, como la iglesia antigua del primer siglo, en el servicio a las
personas vulneradas en sus derechos y su dignidad (Hechos 5,15-16.), porque en
ellas reconocemos los signos de la injusticia (Juan 20,20) y experimentamos la
presencia del Señor (Mateo 25,35-40.).
Este es el único camino para
ser la Iglesia de Jesús.
Buena semana a todos y
todas.
Segundo domingo de Pascua de
Resurrección.
+Julio Vallarino, obispo de
Diversidad Cristiana.
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