Reflexión semanal. Cuarto Domingo del Tiempo de la Iglesia.

 Jesús en la sinagoga de Cafarnaún inaugura el Reinado de Dios.

“Llegaron a Cafarnaúm, y en el sábado Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley.

En la sinagoga del pueblo había un hombre que tenía un espíritu impuro, el cual gritó: —¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? Has venido a destruirnos ( ). Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios. Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole: —¡Cállate y deja a este hombre!. El espíritu impuro hizo que al hombre le diera un ataque, y gritando con gran fuerza salió de él.
Todos se asustaron, y se preguntaban unos a otros: —¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad! ¡Incluso a los espíritus impuros da órdenes, y lo obedecen! Y muy pronto la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea” (Marcos 1,21-28 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).



1-    Contextualización del texto bíblico

El relato evangélico se realiza en tres escenas.

En la primer escena, la presentación (versículos 21 – 22), Jesús llega a Cafarnaún, la ciudad más grande a orillas del lago de Galilea y entra en la sinagoga. El sábado, que era el día de reposo dedicado especialmente a YHWH (Ex 20,8-11; 31,12-17; Lv 23,3; Dt 5,12-14) Jesús entra en la sinagoga. La sinagoga era el centro de reunión e instrucción de la comunidad judía, cumpliendo funciones significativas en materia religiosa, educativa y social. El jefe de la sinagoga presidía todos los asuntos (Lc 8,41; 13,14; Hch 13,15) y tenía un ayudante (Lc. 4,17). Cualquier persona competente, esto es hombre –ni mujer ni niño- tenía derecho a dirigir la oración o leer las Escrituras y luego explicarlas (Lc 4,20-21; Hch 13,14-41). Y Jesús comienza a enseñar con autoridad y eso causaba admiración en la gente que le oía, pues los Maestros de la Ley enseñaban basándose en doctrinas transmitidas de generación en generación. Esta autoridad de Jesús hizo que la gente le admirara y respetara (Lc 4,22: Jn 7,16).

En la segunda escena, el contenido central del texto (versículos 23-26) presenta a un hombre con un espíritu impuro que entabla diálogo con Jesús. En la antigüedad, se veía en muchas enfermedades de las personas una incidencia de espíritus malos o del propio demonio (Mc 5,2-16, Lc 7,21; Hch 19,12).  El hombre realiza dos afirmaciones: “Has venido a destruirnos” y “te conozco y sé que eres el Santo de Dios” (versículo 24). Esta última expresión hace referencia a la estrecha e íntima relación de Jesús con YHWH. En este punto y en este contexto literario, no podemos forzar el texto bíblico para fundamentar la divinidad de Jesús. Es una clara referencia al rol mesiánico. Referencia que se reafirma en la respuesta de Jesús: “Cállate y deja a ese hombre” (versículo 25). “Cállate”: imponiendo ya desde el comienzo de su ministerio el secreto mesiánico (cf. Mc 1,25 impone silencio a un demonio que le reconoce; 1,34 impide que muchos demonios revelen su identidad; 1,43 impide a un leproso sanado contar sobre lo sucedido; 3,12 impide que los demonios le den a conocer; 5,43 al resucitar a la hija de Jairo advierte a los testigos que no lo digan a nadie; 8,26 al restablecer la vista del ciego le dice que no entre a la aldea para no ser revelado; 8,30 cuando Pedro lo reconoce como Mesías lo conmina a que no sea revelado a nadie; 9,9 luego de la transfiguración Jesús prohíbe que se hable sobre lo sucedido). Y “deja a ese hombre”: revelando que el Reinado de Dios se había establecido (Lc 4,16-21). Esta escena finaliza con la liberación del hombre. Jesús lo sana, restituye su dignidad vulnerada por las creencias del sistema religioso (Lc 5,17-26; Jn 9,1-7) y le incluye nuevamente en la comunidad.

Pero en esta escena central sucede algo más. Este hombre endemoniado fue liberado de su mal e incluido en la comunidad el sábado. Jesús comienza a revelar la irrupción del Reinado de Dios en la historia humana, el día sagrado de reposo. Este gesto reiterado una y otra vez lo pone en clara confrontación con el sistema religioso de su época (Mt 12,9-14; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn 5,9-18; 7,21-24; 9,13-16).

En la tercera escena, la conclusión (versículos 27-28), presenta a las personas en la sinagoga maravillada por la nueva forma de explicar las Escrituras. Jesús no repitió las tradiciones farisaicas, sino que, con fidelidad creativa en sus palabras y con gestos que permitían suponer el inicio de los tiempos mesiánicos, transmitió autoridad a quienes le escuchaban. Tanto, que dieron testimonio y su fama se extendió por la región.

2-    El mensaje aquí y ahora:

Las comunidades cristianas debemos ser muy cuidadosa en nuestras afirmaciones respecto de otras personas y otros colectivos.

Aquellas afecciones físicas o psicológica, que en tiempos de Jesús se entendía que eran posesiones demoníacas, en la actualidad sabemos que son hechos naturales (enfermedades mentales: Mc 5,1-20; epilepsia: Mc 9,1-29; mudez: Mt 9,32-35; la ceguera: Mt 12,22-24). Lo diferente y lo desconocido nos genera temor. Lo que no responde a nuestras expectativas socio culturales nos lleva a excluir. La apariencia nos confunde y nos conduce a discriminar. Recuerdo que hace poco, un miembro de la comunidad me llamó al celular preocupada porque un joven drogadicto estaba tirado en la vereda hacía algunas horas. Le pregunté cómo sabía que era drogadicto. Ella me respondió por su apariencia. Entonces le pregunté si tal vez no sería un joven pobre que iba caminando y lo asaltaron, o que se sintió mal y se desmayó. El hecho de ser joven y vestirse de forma que no responde a nuestras expectativas hizo que este miembro de la comunidad supusiera que era un adicto y disparó su mecanismo de discriminación y exclusión: “llamo a la policía pero no me acerco”.

Pero esas personas, al igual que el hombre endemoniado del relato evangélico, podrían estar reconociendo la presencia mesiánica mientras que a nuestras comunidades nos pasa desapercibida. Tal vez porque seguimos como los maestros de la Ley, aferrados a nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestras doctrinas y sistema de creencia.

El mensaje de Jesús interpela a las personas que lideran las comunidades cristianas, a desarrollar con fidelidad creativa, la interpretación de las Escrituras, para comunidades que transitan el siglo XXI profundamente influenciada por la modernidad (cf Mc 1,22); pero también interpela a esas comunidades, a dar testimonio a una sociedad y una cultura, profundamente marcada por la ciencia y la tecnología sin lugar para las manifestaciones sobrenaturales (cf Mc 1,28).

Este es el contexto en el cual Diversidad Cristiana está llamada a desarrollar su misión, que no es otra, que continuar la obra de Jesús el Mesías: establecer el Reinado de Dios en las relaciones humanas, constituyendo una comunidad de iguales, abierta a la diversidad en todas sus formas, restituyendo dignidades vulneradas; porque “Dios no hace diferencia entre las personas” (Hch 10,34).

Buena semana para todos y todas.
+ Julio.

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(1) Esta frase puede traducirse en interrogativo o en afirmativo. En el presente contexto literario es preferible la afirmación a la interrogación

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