Jesús, Maestro radical e intransigente.-

Mensaje semanal:
Jesús, Maestro radical e intransigente.


“Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: “Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? De otra manera, si pone los cimientos y después no puede terminarla, todos los que lo vean comenzarán a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.’ O si algún rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a quien va a atacarlo con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos, le mandará mensajeros a pedir la paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo”. (Lc. 14,25-33 Versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).


Ser una persona cristiana es bastante fácil. Basta con participar del culto semanal y dar la ofrenda, recitar algunas oraciones diarias, dar limosna a los pobres y casi está todo cumplido. Pero esto no es discipulado, seguimiento de Jesús.

Para el discipulado Jesús exige radicalidad (Lc. 9,57-62; 11,23). No hay lugar a la mediocridad. (Lc. 16,13; Mt. 19,16-22). Es intransigente (Lc. 9,49-50).

Dos mil años de cristianismo han adormecido el proyecto revolucionario y alternativo que Jesús llamó Reino. Un proyecto que lo llevó a enfrentarse con las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, quienes lo mataron a él y a varias generaciones de sus seguidoras y seguidores. Un proyecto que comienza en la historia y se concreta a través de la solidaridad y la justicia (Mt. 25,35-36), la inclusión de las personas excluidas (Lc. 4,31-37.38-39; 5,12-16; 8,41-44), la eliminación de los prejuicios que nos dividen (Lc. 5,27-31) y la aceptación de la diversidad (Lc. 7,1-10).

Seguir a Jesús hoy, significa, entonces:

- Comprometernos con el Evangelio, que es Buena Noticia para las personas excluidas del sistema económico y social, cultural y religioso de nuestro tiempo (Lc. 4,16-21; 7,22-23).

- Comprometernos con la denuncia de las estructuras injustas (Lc. 6,1-5.6-11; 11,37-54; 13,10-17; 14,1-6), y el rechazo a la discriminación en cualquiera de sus expresiones (Lc. 7,36-50; Mt. 15,21-28; Jn. 4,4-42).

- Comprometernos con la vida digna y abundante para todas y todos (Jn. 5,21-24) porque “Dios no hace diferencia entre las personas” (Hch. 10,34).

Y si no hacemos esto, seremos muy buenas personas cristianas pero no discípulas de Jesús, quien termina esta exposición sobre las exigencias del discipulado con las siguientes palabras: “La sal es buena; pero si deja de estar salada, ¿cómo volverá a ser útil? No sirve ni para la tierra ni para el montón de abono. Simplemente, se la tira. Los que tienen oídos, oigan.” (Lc. 14,34-35).

Buena semana para todas y todos.
Julio.-

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