Quinto Domingo de Pascua



Proponemos tres lecturas de la patristíca para esta semana, tomadas de la obra Caminar con los Padres de la Iglesia  José Argüello y Equipo Teyocoyani.



El camino para llegar a la vida verdadera
Del Comentario de Santo Tomás de Aquino, presbítero, sobre el evangelio de San Juan

Lectura bíblica: Jn 14, 6-7
Tomás de Aquino (1224-1274)

Aunque descendía de la clase social más alta de su tiempo, ingresó como fraile a la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán, que hacía su apostolado entre los más pobres. Para cumplir su ideal enfrentó y venció la resistencia de su familia. Estudió en Italia, Alemania y Francia. En la ciudad alemana de Colonia fue discípulo de San Alberto Magno. Enseñó teología en la famosa Universidad de París y asimiló al cristianismo las ideas del gran pensador griego Aristóteles (384-322 a.C.), que recién se divulgaban entonces en Europa y constituían una gran novedad. Por tal innovación tres años después de su muerte el obispo de París condenó su doctrina, pero cincuenta años después la Iglesia rectificó y pasó a considerar a Tomás de Aquino como uno de sus teólogos más profundos y geniales. El Papa León XIII (1878-1903) presentó su doctrina como fundamento de la teología y el pensamiento católico. Su gigantesca obra está escrita en lenguaje sencillo y preciso, y resume y profundiza el saber teológico acumulado hasta entonces por la Iglesia. Detrás de su estilo reflexivo palpita una profunda piedad. Tomás de Aquino, además de teólogo, era un místico que vivía en profunda e íntima comunión con Dios.


Si buscas por dónde has de ir, acoge en ti a Cristo, porque él es el camino: Éste es el camino, caminen por él. Y San Agustín dice: «Camina a través del hombre y llegarás a Dios.» Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que caminar rápidamente fuera de camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando a la meta; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando de la meta.

Si buscas a dónde has de ir, aférrate a Cristo, porque él es la verdad a la que deseamos llegar: Mi paladar repasa la verdad. Si buscas dónde has de quedarte, aférrate a Cristo, porque él es la vida: quien me alcanza encuentra la vida y obtiene el favor del Señor.

Aférrate, pues a Cristo, si quieres vivir seguro; es imposible que te desvíes, porque él es el camino. Por esto, los que a él se agarran no van descaminados, sino que van por el camino recto. Tampoco pueden verse engañados, ya que él es la verdad y enseña la verdad completa, pues dice: Yo para esto nací y para esto vine al mundo: para declarar, como testigo, a favor de la verdad. Tampoco pueden verse decepcionados, ya que él es la vida y dador de vida, tal como dice: Yo he venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia.




Ser cristiano es asemejarse a Cristo
Del Tratado de San Gregorio de Nisa, obispo, Sobre el perfecto modelo del cristiano

Lectura bíblica: 2 Co 13, 5 - 6; Ef 4, 17- 5, 1

Gregorio de Nisa (335-394)
Hermano menor de San Basilio de Cesarea y de Santa Macrina, poseía una inteligencia penetrante y un corazón ardiente. Durante su juventud estudió por su cuenta a los grandes pensadores griegos y aprendió a expresarse con elegancia y belleza. Recibió el bautismo ya adulto y se casó con Teosebia, fina mujer que compartía sus mismas inclinaciones espirituales y moriría pronto. Pasó varios años de retiro en el Ponto, dedicado a la oración y el estudio de la Sagrada Escritura. Obligado por las circunstancias a abandonar esa forma de vida tan acorde a sus inclinaciones, aceptó el cargo de obispo de la pequeña ciudad de Nisa en Cesarea (371). De su diócesis fue expulsado por intrigas de sus enemigos y volvió triunfalmente a ella en 381. Participó en Constantinopla en el segundo concilio ecuménico (381), donde impartió el discurso inaugural. Su “Vida de Moisés” describe el ascenso del alma hacia Dios y su “Gran Catecismo” expone ordenadamente la doctrina cristiana. Junto con su hermano Basilio contribuyó decisivamente a desarrollar la doctrina católica de la Santísima Trinidad, por lo que ha tenido una influencia enorme.


Hay tres cosas que manifiestan y distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De ellas, ocupa el primer  lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de hablar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; en este orden de cosas, al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre, pues, que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar o a hablar, debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema.

Todo aquel que tiene el honor de llevar el nombre de Cristo debe necesariamente examinar con diligencia sus pensamientos, palabras y obras, y ver si tienden hacia Cristo o se apartan de él. Este examen puede hacerse de muchas maneras. Por ejemplo, toda obra, pensamiento o palabra que vayan mezclados con alguna perturbación no están, de ningún modo, de acuerdo con Cristo, sino que llevan el sello del adversario, el cual se esfuerza en mezclar con las perlas el lodo de la perturbación, con el fin de afear y destruir el brillo de la piedra preciosa.

Por el contrario, todo aquello que está limpio y libre de toda turbia impresión tiene por objeto al autor y príncipe de la tranquilidad, que es Cristo; él es la fuente pura e incorrupta, de manera que el que bebe y recibe de él sus impulsos y afectos internos ofrece una semejanza con su principio y origen, como la que tiene el agua nítida del cántaro con la fuente de la que procede.

En efecto, es la misma y única nitidez la que hay en Cristo y en nuestras almas. Pero con la diferencia de que Cristo es la fuente de donde nace esta nitidez, y nosotros la tenemos procedente de esta fuente. Es Cristo quien nos comunica el adorable conocimiento de sí mismo, para que como humanos, tanto en lo interno como en lo externo, nos ajustemos y adaptemos, por la moderación y rectitud de nuestra vida, a este conocimiento que proviene del Señor, dejándonos guiar y mover por él. En esto consiste (a mi parecer) la perfección de la vida cristiana: en que, hechos partícipes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, el poder de este nombre.





El camino de la luz
De la llamada Carta de Bernabé

Lectura bíblica: Tob 4, 5-11.14-19
Carta de Bernabé

Comentario
En la antigüedad se atribuyó por error al apóstol Bernabé, compañero de Pablo en sus viajes misioneros. En realidad no sabemos quién la escribió, pero sí que es un escrito de los tiempos apostólicos, divulgado entre comunidades cristianas de origen judío. El pasaje seleccionado aborda el tema del camino de la luz, opuesto al de las tinieblas. Tanto el Salmo 1 como los consejos de Tobit a su hijo Tobías claramente indican que se trata de un tema muy popular, proveniente del Antiguo Testamento. Para la Carta de Bernabé el camino de la luz pasa ahora por el acontecimiento salvador de Jesucristo. Caminar por el sendero de la luz es ya parte del seguimiento de Cristo. Sus recomendaciones pertenecieron desde un inicio al ideal cristiano de vida y mantienen plena actualidad.


El camino de la luz es como sigue: el que quiera llegar al lugar señalado de antemano ha de esforzarse al hacerlo con sus obras. Ahora bien, se nos ha dado a conocer cómo debemos andar este camino. Ama a Dios, que te creó; venera al que te formó; glorifica al que te redimió de la muerte; sé sencillo de corazón y rico en el espíritu; no te juntes a los que van por el camino que lleva a la muerte; aborrece todo aquello que desagrada a Dios; aborrece toda simulación; no olvides los mandamientos del Señor. No te ensalces a ti mismo, sé humilde en todo; no te arrogues la gloria a ti mismo.

No maquines el mal contra tu prójimo; guarda tu alma de la arrogancia. Ama a tu prójimo más que a tu propia vida. No cometas aborto, ni mates tampoco al recién nacido. No descuides la educación de tu hijo o hija, sino enséñales desde su infancia el temor de Dios. No desees los bienes de tu prójimo ni seas avaro; tampoco te juntes de buen grado con los soberbios, antes procura frecuentar el trato de los humildes y justos.

Cualquier cosa que te suceda recíbela como un bien, consciente de que nada pasa sin que Dios lo haya dispuesto. No seas inconstante ni hipócrita, porque la hipocresía es un lazo mortal.

Comparte todas las cosas con tu prójimo y no tengas nada como tuyo, pues si todos comparten y son a la vez dueños de los bienes incorruptibles, ¿cuánto más no deben compartir los corruptibles? No seas precipitado en el hablar, porque la boca es un lazo mortal. Procura al máximo la castidad (o dominio de la propia sexualidad), en bien de tu alma. No seas fácil en abrir tu mano para recibir y en cerrarla para dar. A todo el que te comunica la palabra de Dios ámalo como a las niñas de tus ojos.

Recuerda día y noche el día del juicio y busca constantemente la presencia de los santos, ya sea argumentando, exhortando y meditando con qué palabras podrás salvar un alma, ya sea trabajando con tus manos para obtener la redención de tus pecados.

No seas indispuesto para dar, ni des de mala gana, sino ten presente cuán bueno es el que te ha de premiar por tu generosidad. Conserva la doctrina recibida, sin añadirle ni quitarle nada. El malo ha de serte siempre odioso.

Juzga con justicia. No seas causa de enfrentamientos, antes procura reconciliar

a los que pelean entre sí. Confiesa tus pecados. No vayas a la oración con mala conciencia. Éste es el camino de la luz.


Comentarios

Entradas populares