Tiempo de las Promesas – Primer Domingo de Adviento




Is 63,16-64,7


1.     El texto en su contexto:

El texto propuesto para la Liturgia de la Palabra en este primer domingo del Tiempo de las Promesas se ubica en la tercera parte del libro del profeta Isaías que comprende los capítulos 56-66. Presenta tres ejes temáticos: la paternidad de Dios (63,16-19), el pueblo pidiendo una teofanía (64,1-4) y la confesión de pecados (64,5 ss).

El primer eje temático presenta dos atributos divinos: Padre y Redentor (vv 16b) La experiencia vital del pueblo nos sitúa en el período persa el cual remite inexorablemente al período pre exílico, cuando se encontraban en Egipto. El pueblo recuerda aquel tiempo en que experimentaba la paternidad bondadosa de Dios: “El Señor su Dios los ha tomado en sus brazos durante todo el camino que han recorrido hasta llegar a este lugar, como un padre que toma en brazos a su hijo” (Dt 1,31; Tob 13,4; Eclo 23,1). La paternidad divina hacia el pueblo, es una experiencia que lo acompaña a lo largo de su historia (Ex 4,22; Dt 32,6; Is 1,2; 43,6; Jr 3,19), con el correr de los siglos se experimenta que la paternidad no solo es grupal sino individual, Dios es padre de cada persona del pueblo (Eclo 23,4; 51,1; Sab 2,16; 14,3). También recuerda cuando fue rescatado de: “El Señor afirma: - Israel, pueblo de Jacob, por pequeño y débil que seas, no tengas miedo; yo te ayudo. Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor –“ (Is 42,14). El término goel que se traduce por redentor hace referencia al miembro de la familia más próximo que tenía la obligación de auxiliar a la persona que había perdido la libertad o la herencia familiar (véase Lv 25,47-49; Rut 2,20; Jer 32,7). Al designar a Dios como redentor (goel), el profeta está afirmando que Dios rescatará al pueblo de la situación de destierro y esclavitud y le devolverá la tierra que le había sido tomada por la fuerza (Is 54,5-8), despojándolo de su herencia (Gn 12,1).

El segundo eje temático presenta la petición de una teofanía, un advenimiento, una manifestación divina como en otros tiempos (Ex 19,16-18; Jue 5,4-5; Hab 3,3-15), cuando Dios se manifestaba a su pueblo.

El tercer eje temático es la confesión del pueblo. El pecado de injustica (vv 5) e idolatría (vv 6), había aparecido una y otra vez en la historia de Israel quedando, éste, dominado por su culpa. Esta idea la retomará más adelante el apóstol Pablo al referirse a que Dios les ha abandonado a sus pasiones vergonzosas (Rom 1,26). Pero el profeta abre la puerta a la esperanza: Dios es padre y alfarero (vv 7). La imagen del alfarero nos remonta a la misma creación (Gn 2), a la relación de la creatura con el creador (Is 29,16; 45,9), al proceso de perfeccionamiento de la obra (Jer 18,1-6), a la finalidad de la misma (Eclo 33,13; Sab 15,7). De esta forma, queda planteada brevemente la creación del pueblo, su vínculo con Dios y el destino del mismo.


2.     El texto en nuestro contexto:

Este texto del libro del profeta Isaías tiene plena vigencia en el siglo XXI a pesar de tener quince siglos.

En un contexto de tanto desigualdad, donde diversos grupos son vulnerados en sus derechos y su dignidad por la sociedad y la religión por motivos de raza, situación económica, orientación sexual, estado civil, género, consumo problemático de drogas, salud, edad, etc; se torna necesaria la intervención divina rescatando de esas situaciones de discriminación y opresión, devolviendo los derechos y la dignidad que fueron arrebatadas. Pero, no podemos desde una fe mágica, esperar que Dios actúe sin que no exista un doble movimiento, por un lado de quienes están en situación de ser rescatados – rescatadas y por otro lado de quienes les pusieron y les mantienen en ese lugar de vulneración. Las discípulas y los discípulos de Jesús no podemos permanecer indiferentes ante esta realidad que somete e invisibiliza a millones de seres humanos. Gentes que esperan la liberación.

Dios, que es infinitamente misericordioso (Ef 2,4), lleno de amor por la humanidad envió a su Hijo (Jn 3,16), para que siendo un humano más (Fi 2,7) anunciara la buena noticia de liberación a quienes eran vulnerados en sus derechos y su dignidad (Lc 4,18-20), comunicando vida plena, digna y abundante (Jn 10,10) a todas las personas que acudían a Él agobiadas por su situación (Mt 11,28). Jesús es el goel de Dios. Jesús rescata de situaciones de exclusión y devuelve el derecho de pertenecer al pueblo de Dios y la dignidad de ser sus hijos e hijas, derechos que habían sido arrebatados a algunas personas; algunos ejemplos de ello son:

-         El hombre con lepra que quedó limpio (Lc 5,12-16)
-         El hombre con parálisis que recobró la movilidad (Lc 5,17-26)
-         El hombre con la mano tullida que es sanado (Lc 6,6-11)
-         La mujer con hemorragias que es purificada (Lc 8,43-47).

La Iglesia, continuadora de la misión de Jesús, es enviada al mundo (Mt 10,16) para liberar, sanar e incluir comunicando al mundo su única riqueza (Hch 3,6): Jesucristo. La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, en cuanto parte de la Iglesia de Jesucristo, asume el compromiso de trabajar con algunos grupos en situación de desigualdad social; ellos son: las personas adultas mayores, las personas GLTB, las personas con consumo problemático de drogas, las personas con VIH, las personas que constituyen “familias contra la naturaleza” según algunas iglesias. Este compromiso supone un acompañamiento pastoral que se identifica por el respeto y la aceptación de la otra persona, la desculpabilización y no juzgar; pero también supone una denuncia radical y constante de todas aquellas situaciones que limitan los derechos y la dignidad de estos grupos, llamando a la conversión, tanto a la sociedad como a las denominaciones religiosas que llamándose cristianas contradicen las enseñanzas del Maestro, tanto con sus palabras como con sus acciones.

Este tiempo de adviento, tiempo de las promesas de Dios a la humanidad, redoblamos nuestro esfuerzo en sembrar esperanza, pero no una esperanza pasiva e ingenua esperando que Dios actúe mágicamente. Trabajamos en la formación de una esperanza transformadora de la realidad, constructora de otra sociedad y otra iglesia posibles, sin personas vulneradas, sin personas discriminadas, sin personas excluidas, sin personas invisibilizadas porque tenemos la certeza absoluta de que Dios es “nuestro padre; nosotros somos el barro, [Él]  nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por [Él]! (Is 64,7).


Buena semana para todos y todas.

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