Cristo es nuestra paz


Cuarto domingo del Tiempo de Esperanza
Ciclo B- Miqueas 5,1-4


1.    El texto en su contexto:

El profeta Miqueas ejerció su ministerio en el reino de Judá en la segunda mitad del siglo VIII en la zona rural siendo testigo del sufrimiento del campesinado frente a la presión de los poderosos que ambicionaban sus tierras. El libro puede dividirse en tres secciones. La primera del capítulo 1 al 3 donde el profeta denuncia el acaparamiento de tierras en mano de los poderosos, la corrupción de los tribunales y la maldad de la clase dirigente. La segunda del capítulo 4 al 5 el profeta continúa denunciando pero anuncia mensaje de esperanza y salvación. La tercera del capítulo 6 al 7, el profeta dirige un reproche a Israel y la referencia al pequeño resto de los rescatados.

El texto que compartimos hoy es el anuncio de la restauración de la dinastía davídica, ubicándose en la segunda sección del libro.

Efrata es una palabra que significa producir, pero antiguamente estaba relacionada a uno de los clanes relacionados con Caleb (1Cr 2,19.24.50) que se había establecido en Belén (Rut 1,2; 1Sam 17,12; 1Cr 4,4) y más tarde se comenzó a designar a la ciudad de Belén con el nombre de Efrata (Gn 35,19; 48,7; Rut 4,11). Los escritores cristianos del Nuevo Testamento, identifican a Belén como el lugar donde nación Jesús el Mesías (Mt 2,6; Jn 7,42).

Belén, aunque pequeña entre los clanes de Judá, será el lugar donde nazca el Mesías (versículo 2 cf 1Sam 16,1) donde el Profeta David recibió el anuncio del profeta Natán (2Sam 7,14-16 cf Sal 89,3-4; 132,11-12; Is 9,2-7; 11,1-10). Sin embargo, habrá un tiempo donde Dios no estará con su pueblo, ese será el tiempo cuando Israel esté en el destierro, lejos de la ciudad Santa y del Templo donde Dios reside. En ese tiempo, el pueblo simbolizado por una mujer con dolores de parto (Miq 4,9-10) donde un rey justo lo librará del destierro (versículo 3).

Este rey será y traerá la paz al pueblo (versículos 4-5 cf Sal 72,7; Is 9,6; 11,6-9; Zac 9,10). El concepto de paz en las Sagradas Escrituras incluye la reconciliación con Dios y con la humanidad, haciendo referencia muchas veces a la unión de todos los pueblos con el pueblo de Dios (cf Ef 2,14).


2.    El texto en nuestro contexto:

El espíritu profético no se ha agotado. Dios sigue hablando a través de hombres y mujeres, aún en nuestros tiempos. Ellas y ellos denuncian las injusticias que se cometen vulnerando derechos y dignidad de personas, pero también anuncian un mensaje de esperanza para todas aquellas personas que esperan en Dios, una esperanza de paz que se construye desde la justicia.

En un mundo marcado por las desigualdades, por el individualismo, por el consumismo, por el terrorismo y las guerras que producen la destrucción del planeta y de la humanidad, la voz del profeta Miqueas resuena muy fuerte invitando a trabajar por otro mundo posible, de una humanidad reconciliada consigo misma y con Dios, de una humanidad pacificada y pacificadora, de una humanidad comprometida con la paz planetaria.

Pero esta paz sólo es posible si aceptamos radicalmente en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras comunidades el mensaje liberador e inclusivo de Jesucristo porque Él es nuestra paz (Ef 2,14).

Este es nuestro compromiso en el día de hoy, como Iglesia asumimos la denuncia de todas aquellas situaciones que obstaculizan la paz planetaria y nos comprometemos radicalmente a continuar anunciando el mensaje de Jesucristo, un mensaje de liberación, justicia e inclusión, pues sin ellas es imposible la paz.

Buena semana para todos y todas +Julio.



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