Llamado a los Obispos de las Iglesias Católicas Independientes.




Saludo

Hermanos en el episcopado, “que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo, derramen su gracia y su paz sobres ustedes” (Filemón 1,3).

Esta carta es producto de mi reflexión y oración por el movimiento de Iglesias Católicas Independientes que ha florecido en las Américas, desde hace un tiempo a esta parte. Ello es un indicador de que el Espíritu Santo está actuando en nuestro continente y lo está haciendo por medio nuestro.

Sin embargo, muchas de nuestras acciones, parecieran conspirar contra la gracia que está actuando entre nosotros y nosotras, al estar divididos por cosas que nada tienen que ver con el Evangelio, con la Buena Nueva de Jesucristo, el Señor.



La situación actual

El catolicismo independiente está floreciendo en el continente, como una alternativa para quienes no se identifican con ninguna de las Iglesias de tradición o canónicas, sean católica romana, protestantes o evangélicas.

Prácticamente se ha extendido a todos los países del continente (Mateo 13,33 cf Lucas 13,20-21). Sin embargo, nosotros los Obispos, no estamos aprovechando esta situación para consolidarnos como movimiento continental. No estamos velando por los intereses de Jesucristo sino por los nuestros propios, ciertamente no todos, pero las divisiones son reales; esta situación, trae a mi mente la cita del apóstol Pablo: ¡Gálatas, duros para entender! ¿Quién los embrujó? En nuestra predicación hemos mostrado ante sus propios ojos a Jesucristo crucificado.Solo quiero que me contesten a esta pregunta: ¿Recibieron ustedes el Espíritu de Dios por el cumplimiento de la ley o por aceptar el mensaje de la fe?¿Son tan duros para entender, que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahora terminar con algo puramente humano?¿Tantas buenas experiencias para nada? ... ¡Imposible que hayan sido para nada!Cuando Dios les da su Espíritu y hace milagros entre ustedes, ¿por qué lo hace? No en virtud del cumplimiento de la ley, sino por aceptar el mensaje de la fe.” (Gálatas 3,1-5).

Pareciera que hemos olvidado las enseñanzas de la Iglesia de la antigüedad: “en lo que es necesario: unidad; en lo que es dudoso: libertad; en todo: caridad”(Agustín de Hipona) y bajo la consigna de unidad pretendemos la uniformidad rechazando a quien piensa o actúa diferente, como si el catolicismo fuera algo totalmente definido, acabado, inmutable, incuestionable, inflexible, rígido.


¿Qué es lo verdaderamente católico?

Como afirmaba Vicente de Lerins: “católico es aquello que fue creído y afirmado por todos y en todas partes”. Por lo tanto, ¿por qué estar divididos por cuestiones vanas?

Si todas nuestras iglesias comparten la fe de Jesucristo, y afirmo de Jesucristo, es decir la que transmitió a su comunidad discipular, no la fe en Jesucristo que hemos ido construyendo durante siglos, mientras tanto destruíamos su proyecto, entre divisiones, persecuciones y enfrentamientos; ¿por qué transitar por la vida separados y hasta enemistados? Es un tiempo de gracia que nos exhorta a morir a nuestras diferencias y mezquindades y abrazar el proyecto deseado por el Señor Jesús.

La base de nuestra unidad, la encontramos en el Símbolo de los Apóstoles. Este es nuestro punto en común, que nos une indisolublemente a Jesucristo y la tradición apostólica.

¿Por qué pretender que todas las Iglesias Católicas, teniendo en común los artículos de fe profesados en el Credo Apostólico, tengamos las mismas tradiciones, los mismos ritos, los mismos usos? Desde cuando la uniformidad es unidad?

El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de liberación (Lucas 4,18-21), de sanación (Lucas 4,31-40; 5,12-16), de perdón y reconciliación (Lucas 5,17-32), donde primero está la persona y luego la tradición (Lucas 6,1-11). No repitamos dogmatismos y fundamentalismos apegados a una tradición que no libera al ser humano (Lucas 11,37-54). Remitámonos al primer Concilio (Hechos de los Apóstoles 15), un acontecimiento eclesial liberador e inclusivo donde el Espíritu Santo marcó definitivamente el rumbo de la Iglesia de Jesucristo. La tradición quedo abolida frente a la gracia liberadora del Espíritu, “el amor por sobre la ley”


Algunas responsabilidad del episcopado

Señalo dos responsabilidades que tenemos en función de preservar la verdadera fe.

En primer lugar, los Obispos, tenemos la responsabilidad de “cuidar la iglesia de Dios” (1 Timoteo 3,5), así como Jesucristo cuidó de nosotros y nosotras; no sea que un día se nos reproche:Quieren ser maestros de la ley de Dios, cuando no entienden lo que ellos mismos dicen ni lo que enseñan con tanta seguridad” (1 Timoteo 1,7).

En segundo lugar, los Obispos, tenemos la responsabilidad de enseñar el contenido de las Sagradas Escrituras con fidelidad al mensaje fundamental (Efesios 2,20; 2Pedro 1,19-24; Gálatas. 1,6-7) pero también con fidelidad creativa (1Corintios 9,19. 22-23; Mateo 13,52; 2Timoteo 3,16-17), adaptándolo a nuestro tiempo y a nuestro contexto, pudiendo avanzar y trascender las tradiciones que cada cultura fue agregándole haciendo una carga difícil de llevar(Mateo 11,28-30).

Pero no es bueno que hagamos esta tarea en solitario, eso podemos aprenderlo del primer concilio ya mencionado (Hechos de los Apóstoles 15). Los Obispos Católicos Independientes somos muchos en este continente, sin embargo, caminamos separados, al parecer nuestras miserias y nuestros intereses se confunden y superponen al verdadero querer de Dios.


Llamamiento a un nuevo Pentecostés

Hermanos en el episcopado, les invito a iniciar un tiempo de oración y de reflexión, en estos días previos a Pentecostés, para que nos dejemos transformar por el Espíritu Santo.

La mucha gente que residen en nuestro continente, vulnerada en sus derechos y su dignidad, clama a Dios (Éxodo 2,23) necesitada de esperanza. Como pastores sabemos que la respuesta a esa necesidad es Jesucristo (Hechos de los Apóstoles 3,6).Partamos de lo que tenemos en común y dejemos las diferencias que nos separan, para construir y fortalecer un movimiento católico independiente, bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo, “para dar razón de nuestra esperanza” (1Pedro 3,15).

En el próximo Pentecostés no sólo oremos por la unidad de la Iglesia de Jesucristo, hagamos que esa unidad sea posible, aceptando la diversidad de expresiones del catolicismo y dando los pasos necesarios para reducir y eventualmente erradicar la brecha que nos separa, mientras caminamos hacia el Misterio Divino al que llamamos Padre, en plena comunión con Jesucristo el Señor, “a fin de que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15,28).


Montevideo, 24 de mayo de 2014.
+Julio, Obispo de la Iglesia Antigua de Uruguay – Diversidad Cristiana.

En el sexto domingo de Pascua.

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