Paz al pueblo venezolano.





Como pastor y latinoamericano no puedo mantenerme ni al margen ni en silencio.

Ser discípulo o discípula de Jesús nunca ha sido fácil. Las cristianas y los cristianos se adaptan a las circunstancias, a lo largo de la historia han tomado partido, algunos por los imperios y los emperadores, otros por las revoluciones y los revolucionarios. Desde nuestros inicios hasta la actualidad, en veintiún siglos de cristianismo, la división interna ha existido en varias oportunidades, pero sobre todo cuando se trata de posicionamiento político.

Pareciera que el ideal personal, el ideal político, siempre es mayor que la propuesta evangélica. Entonces se toma partido por un bando o por el otro. Se pierde de vista el contexto inmediato y el no tan inmediato, se olvida la historia y se cierran los oídos a las razones diferentes.

El discipulado, no el cristianismo, no ha sido comprendido ni siquiera por los propios cristianos y cristianas. El discipulado evangélico no supone consolidar la posición que se tenga, aunque eso signifique desprestigiar, argumentar sin fundamentos, burlarse o subestimar al contrario. 

El discipulado es apertura al diálogo, apertura a lo diferente para tratar de comprenderlo no de someterlo, imponerle lo propio o transformarlo a la manera de uno. Tal vez por eso, es que hay tantos cristianos y cristianas y tan pocos discípulos y discípulas de Jesús.

Ustedes se preguntarán ¿y a qué viene todo esto? …

Me da vergüenza decir que soy cristiano cuando escucho, veo o leo los posicionamientos simplistas de cristianos y cristianas, de iglesias, frente a problemas tan complejos como los que enfrenta nuestra sociedad mundial, continental y nacional. Por ejemplo, centrar el problema venezolano en dos líderes políticos, uno de izquierda y otro de derecha. La realidad venezolana, la realidad latinoamericana y la realidad mundial apenas pasa por las rivalidades entre esos señores.

Seguramente lo que está sucediendo, tiene que ver con aspectos mucho más profundos y serios que ni siquiera pasan por las manifestaciones estudiantiles y las represiones policiales o militares. Tal vez lo que está en juego en este momento en territorio venezolano se halla preparado en otro lugar. Me viene a la memoria en estos momentos la compleja situación en Arabia Saudita, el conflicto entre Irán e Irak y los arcenales químicos que jamás aparecieron, el conflicto entre Israel y Palestina; pero yendo un poco más atrás en el tiempo latinoamericano, la expropiación de la materia prima, el entrenamiento de grupos paramilitares, la instalación de las doctrinas de seguridad nacional en todo el continente, el entrenamiento a los grupos militares represivos…

Seguramente habrá quien ya me colocó en el cartel de la izquierda, esa persona o no tiene los elementos para leer los signos de los tiempos, los datos que nos proporciona la historia, o es cómplice de los poderosos.

No defiendo al gobierno de Maduro ni tampoco lo ataco. Simplemente trato de comprender qué produce estos desequilibrios en los países que no son del norte. ¿Qué tiene Venezuela que tanto interesa? ¿Será lo mismo que provocó y justificó las guerras en el Medio Oriente? ¿Será que somos tan ingenuos que todavía llevamos el caballo de madera dentro de nuestras mentes?

Como discípulo de Jesús:

- tengo la obligación de denunciar la violación a los derechos humanos y la dignidad humana que se da, tanto de un lado como del otro, porque los derechos humanos y la dignidad humana, no es de izquierda ni de derecha, es patrimonio de todos y todas; 

- tengo la obligación de anunciar el Evangelio de Jesús, un mensaje de paz con justicia y solidaridad, donde la dignidad y los derechos sociales, culturales y económicos son la meta para una sociedad justa, equitativa y solidaria, a la que Jesús, llamó el Reino que iniciaba aquí y ahora.

El pueblo venezolano se merece nuestro respeto, y son parte del pueblo, tanto los de izquierda como los de derecha, y no podemos hacer de su dolorosa situación, el campo de batalla para nuestras consignas políticas, de nuestro oportunismo político o de nuestro fundamentalismo religioso.

Pido a Dios:

- que conceda las luces necesarias a todas las personas involucradas en este conflicto, para que busquen el bien común, el progreso de su país y la justicia social dignificando a quienes están excluidos y discriminados;

- y que las cristianas y los cristianos, sean coherentes con el Evangelio de Jesucristo.


+ Julio, obispo de Iglesia Antigua de Uruguay - Diversidad Cristiana
Montevideo, 22 de febrero de 2014.

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