Dios perdona todo a todos y todas (Lucas 15)




1-    El texto en su contexto:

Las tres parábolas forman una unidad literaria, donde los términos “perder” “encontrar” y “alegrarse” (versículos 6, 9, 32) dan la unidad al único discurso de Jesús y reafirman el único tema, en el que Jesús contesta a los fariseos, representantes del sistema religioso de su tiempo, que lo criticaba por relacionarse con gente pecadora y comer con ella (versículos 1 – 2 cf Marcos 9,10).

El término “pecadores” incluía una gama importante de personas de mala fama entre quienes se encontraban: quienes no interpretaban la ley como ellos, las personas pobres que ejercían profesiones poco honorables, quienes cobraban impuestos para el imperio romano (Marcos 9,10 cf Mateo 5,46; 9,9-11; 21,31; Lucas 18,9-14; 19,1-10).

La clave para entender estas parábolas la encontramos al final de la tercera (versículos 25 – 32). Pero analicemos las parábolas de a una.

1.1.        Parábola del pastor que encuentra la oveja perdida (versículos 4 – 7).

La imagen del pastor y el rebaño es común en la literatura sagrada judía, el Antiguo Testamento (Isaías 40,11; Ezequiel 34 cf Juan 10,11). El pastor es la persona que apacienta, cuida, pero no es el dueño del rebaño. Por tanto, este ejemplo se refiere a una persona asalariada que estaba al cuidado de un rebaño de cien ovejas. Perder una oveja de su empleador podía tener como consecuencia el despido y por consiguiente el hambre para el pastor y su familia. Es por ello que el encontrarla es causa de alegría. Una alegría que produce seguridad (versículo 6).

Esta alegría, es presentada por Jesús, casi con ironía. Un Dios que se alegra más, cuando una de estas personas de mala vida se acercan al Reino que noventa y nueve que no tienen necesidad de acercarse (versículo 7).

1.2.        Parábola de la mujer que encuentra su moneda (versículo 8-10).

La imagen de la mujer buscando la moneda perdida, es otro ejemplo que refuerza los tres conceptos clave en este discurso: “perder” – “encontrar” – “alegrarse” (versículos 6, 9, 32). Nuevamente, Jesús plantea la alegría que se produce en el ámbito de lo divino por una persona de mala vida que va a su encuentro (= convesión).

1.3.        Parábola del padre que recobra a su hijo (versículos 11 – 32)

Jesús les pone otro ejemplo, el hombre que tenía dos hijos (versículo 11) y repartió su herencia aún en vida a pedido del hijo menor (versículo 12 cf Deuteronomio 21,17). De acuerdo a la ley mosaica, correspondían dos partes de la herencia al hijo mayor y una al hijo menor que unos días después se fue con el dinero de la casa paterna y lo malgastó llevando una vida desordenada, hasta que, ya no teniendo nada sintió hambre y consiguió trabajo apacentando cerdos (versículos 13 – 16). Podemos suponer que no se encontraba en Israel y que el hombre que lo contrató no era judío, puesto que los cerdos eran considerados animales impuros (Levítico 11,7-8; Deuteronomio 14,8). Cuidar cerdos, era uno de los trabajos más degradantes que un judío podía imaginar y en este caso particular, el hijo menor estaba considerando la posibilidad de alimentarse de la comida de los cerdos. Frente a esta cruel realidad, el hijo menor resuelve retornar a la casa paterna y se pone en camino (versículos 17 – 20 a).

Jesús continúa diciendo que, aún de lejos, el padre lo vio, se compadeció, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó (versículo 20 b). No dejó terminar de disculparse a su hijo (versículo 18b – 19 cf versículo 21) cuando ordenó a sus servidores vestirlo con la mejor ropa, poner un anillo en su mano, sandalias en los pies y faenar el mejor becerro para hacer una gran fiesta (versículos 22 – 24). Estos gestos en la cultura judía, significan la restitución de la dignidad de hijo: el anillo signo de autoridad y las sandalias signo de hombre libre, puesto que los esclavos andaban descalzos.

Jesús finaliza el ejemplo, poniendo en relieve la actitud de los fariseos y maestros de la ley (cf 15,1-7): El hijo mayor estaba en el campo y al regresar escucha la música, entonces se informa con una de los servidores sobre lo que sucedía. Este se enojó tanto, que no quiso entrar a la casa paterna, obligando al padre a salir. Los reproches del hijo mayor al padre no se hacen esperar (versículos 25 – 30). Con una finísima ironía, Jesús se dirige a los líderes religiosos que se jactaban de su fidelidad a la ley de Dios, imitar a la figura paterna que se alegraba por el hijo perdido que fue encontrado (cf versículos 6 y 9).

1.4.        El mensaje de las parábolas:

A lo largo de su ministerio, Jesús demostró una aceptación preferencial hacia las personas pecadoras, que eran excluidas por quienes sostenían el sistema religioso, hasta el punto de comer con ellas. Manifestando en sus palabras y en sus gestos, el rostro misericordioso de Dios que es Abba (= Papito, Papi, Pa), como gustaba llamarle.

Un Dios que siempre tiene la puerta abierta para que entren sus hijos e hijas sin pedir nada a cambio. Que cada vez que se acercan a la casa paterna, les restituye dignidad: sanando, liberando, incluyendo, comunicándoles vida plena, digna y abundante (Juan 10,10).

Esta actitud revolucionaria, escandalosa y provocativa de Jesús, ponía en evidencia la incapacidad del sistema religioso y de sus líderes, de experimentar la gratuidad divina y de transmitirla a aquellas personas que son sus predilectas.


2-    El texto en nuestro contexto:

Diversidad Cristiana, si quieremos ser fiel a Jesús, imagen de Dios, compasivo y misericordioso (Salmo 102 en las versiones católicas, 103 en las versiones protestantes) tenemos que ser una iglesia de puertas abiertas; una iglesia que sale al encuentro de las personas que el sistema político y religioso dicen que no son “buenas”; una iglesia que acoge sin preguntar ni pedir nada a cambio; una iglesia que abraza, consuela y dignifica; una iglesia que grita a los cuatro vientos que Dios es Padre y perdona todo a todos y todas.

Si no estamos dispuestos y dispuestas a hacer esto, somos muchas cosas buenas tal vez, pero simplemente, no somos la Iglesia de Jesucristo.


Buena semana para todos y todas.
+ Julio, obispo de Diversidad Cristiana.

24º Domingo del Tiempo de la Iglesia.

Comentarios

  1. El pasado domingo tuve una experiencia singular. Cuando preparaba la mesa para almorzar con mi familia, vi con extrañeza que Freddy no tomaba bocado. Estaba como expectante. Siempre era el primero en comer, apenas se sentaba a la mesa. Siempre colabora en el armado. Pero ni bien lleva algo (la frutera, la panera, etc), se pone a comer sin esperar a los demas. Esta vez en cambio, esperó. Yo no sabía qué. Mi madre trajo la sopa caliente, sirvió todos los platos, y Freddy tampoco comió. Mi madre se sentó. Y luego Freddy habló... "Bueno, Vartan, nos vas a dar la bendicion de la mesa...". Juass. Estaba esperando por mi! Encima, mi madre acota: Sí, Vartan, a Freddy le emocionan tus palabras, queremos escucharte...". Nunca pensè que las sencillas palabras de almuerzos anteriores podrian tener un efecto tan removedor. Me conmoví. Y sin saber què decir (como las veces anteriores), dejè que el Espiritu Santo fluyera. Gracias a la lectura que Julio nos adelantó, conseguí tema y les narrè la Paràbola del Hijo Pródigo. La sopa se enfriaba, pero me escucharon atentamente. Luego no supe cómo vincularlo a la bendicion de la mesa. Pero otra vez el Espiritu me alentó, y les dije algo asi como: "Dios permita que todas y todos podamos tener una familia que nos reciba de brazos abiertos en la mesa, y que podamos tener la humildad de reconocer nuestras faltas para acudir a su encuentro, como hijos de Dios que acudimos a su encuentro." Amen.

    ¡Gracias Dios por esta Comunidad que me estimula a sacar lo mejor de mi!
    ¡Gracias por el milagro de despertar la fe en quienes ya la abandonaban!

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