El escándalo del amor - Quinto domingo de pascua



Juan 13,31-35

El evangelista nos sitúa en el discurso de Jesús, durante la última cena. Acabada de lavar los pies a quienes compartían la mesa con él (13,1-20) y constataba que uno del grupo le traicionaría (13,21-30). En este escenario, entrega el mandamiento mayor.


1.    El texto en su contexto:

Jesús hace referencia a su muerte y resurrección (“la gloria del Hijo del Hombre”: 13,31 cf 2,4; 7,6.8.30; 8,20; 12,23; 13,1; 17,1) manifestando la presencia activa de Dios, que salva a su pueblo (“gloria” 1,14 cf 1 Reyes 8,10-11; Isaías 6,3; 58,8; 60,1; Juan 2,11; 17,5).

Dios, en Jesús de Nazaret, está obrando la salvación de su pueblo (13,32). En este obrar, se manifiesta el amor predilecto de Dios por las personas vulneradas en sus derechos y dignidad (Éxodo 3,7-9), y el amor incondicional de Jesús, a Dios y a esa porción de la humanidad amada por Dios (Marcos 6,34 cf Números 27,16-17; 1 Reyes 22,17; Jeremías 50,5-6; Ezequiel 34,5; Zacarías 10,2; Mateo 9,36).

Jesús, se despide de su comunidad (13,33) y lo hace con amor entrañable llamándoles “hijitos míos”. Ya no estará más en la comunidad tal como lo conocían. Su comunidad, las discípulas y los discípulos, tendrían que recurrir a otras formas, para hacer presente al Maestro. Les había enseñando que estaría presente en la comunidad orante (Mateo 18,20), que sirve a las personas que son vulneradas en sus derechos y su dignidad (Mateo 10,40-42; 25,35-40).

Jesús entrega su herencia a la comunidad (13,34). El único mandamiento que nos entrega es el amor mutuo y nos deja su ejemplo (15,12.17 cf  1 Juan 2,8; 3,23; 2 Juan 5). Este mandamiento no era extraño a su audiencia. El mandamiento del amor al prójimo ya estaba en la ley mosaica (Levítico 19,18), pero Jesús le da un nuevo significado al afirmar “como yo los amo a ustedes”. Un amor que es radical, solidario e inclusivo, y hasta el fin (13,1). Esta característica del amor de Jesús podía resultar escandalosa, tanto para el judaísmo practicante como para sus seguidores y seguidoras.

Un amor que da testimonio al mundo, del amor incondicional de Dios a la humanidad, pero especialmente a las personas discriminadas y excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad, revelado en Jesús el Mesías (13,35). Este amor expresado en el seno de la comunidad y testificado a la sociedad y la cultura, es el distintivo de las discípulas y los discípulos de Jesús (1 Juan 3,14).


2.    El texto en nuestro contexto:

La Iglesia que no ama escandalosamente, a las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, no transita el camino del discipulado de Jesús. Este camino, nos obliga a leer e interpretar los evangelios en su contexto, para luego, comunicar la buena noticia de Jesús, a nuestro contexto.

Y este amor, no puede caracterizarse por declaraciones. Jesús nos enseñó a amar con acciones. Algunas de ellas, escandalosas para el propio entorno religioso.

El cristianismo transita tiempos difíciles. Los templos se están vaciando. Casi no hay personas que quieran asumir el liderazgo de las comunidades eclesiales. La sociedad y la cultura no reconocen, en nuestras iglesias, el amor inclusivo de Dios a la humanidad. En este escenario, suele ponerse la responsabilidad fuera de las iglesias. Entonces, el problema no somos las comunidades eclesiales, sino el entorno: el laicismo, el liberalismo, el progresismo, el consumismo … y podríamos agregar muchos otros “ismos”.

Pero mientras, el liderazgo cristiano, sigamos responsabilizando a otros de nuestra incapacidad de dar testimonio (Apocalipsis 3,16), seremos como los pastores que se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34,2), atentando contra el proyecto de Dios (cf Jeremías 10,21; 12,10; 22,22; 50,6; Ezequiel 13,3; Zacarías 11,17; Juan 10,8).

Necesitamos reencontrarnos nuestra identidad. La iglesia antigua del primer siglo, es el modelo a seguir . Una comunidad eclesial solidaria y orante, sencilla y alegre (Hechos 2,46), inclusiva, capaz de motivar a otras personas a integrarse ((Hechos 2,47).

La Iglesia del siglo XXI, está llamada a dar testimonio al mundo, del amor incondicional y solidario de Dios, capaz de transformar las estructuras injustas y discriminadoras, en liberadoras y inclusivas, para todas las personas, de todos los tiempos y en todos los lugares (Hechos 10,34). Esta es la característica de la Iglesia de Jesús: el amor escandaloso.


Buena semana para todas y todos.
+Julio, obispo de Diversidad Cristiana.
Quinto domingo de Pascua.

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