Encarnación de Dios - Encarnación de la Iglesia


 
Navidad 2011.

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros (Juan 1,1-18)


1 'Al principio ya existía la Palabra
y la Palabra se dirigía a Dios
y la Palabra era Dios.

2Esta al principio se dirigía a Dios.
3Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.

4En ella había vida,
y la vida era la luz de los hombres;
5la luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.

6-Hubo un hombre enviado por Dios, llamado Juan, 7que vino  como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él. 8No era él la luz, sino un testigo de la luz.

9La luz verdadera que ilumina
a todo hombre
estaba viniendo al mundo*.
l0En el mundo estaba,
el mundo existió por ella,
y el mundo no la reconoció.
"Vino a los suyos,
y los suyos no la acogieron.
l2Pero a los que la recibieron
los hizo capaces de ser hijos de Dios:
a los que creen en él,
los que no han nacido de la sangre
ni del deseo de la carne
ni del deseo del varón,
sino de Dios

l4La Palabra se hizo hombre
y acampó entre nosotros
Contemplamos su gloria,
gloria como de Hijo único del Padre,
lleno de lealtad y fidelidad*

Juan grita dando testimonio de él: Este es aquel del que yo decía El que viene detrás de mí existía antes que yo, porque está antes que yo.

16De su plenitud hemos recibido todos
una lealtad que responda a su lealtad*
l7Pues la ley se promulgó por medio de Moisés,
la lealtad y la fidelidad se realizaron por Jesucristo

l8Nadie ha visto jamás a Dios,
el Hijo único, Dios,
que estaba al lado del Padre,
lo ha explicado*

(Juan 1,1,-18: versión Biblia del Peregrino)


1.    El texto de Juan.

El prólogo de Juan indica claramente la preexistencia de la Palabra (Logos en griego, Dabar en hebreo) y le confiere al Jesús histórico este título (1,14) presentando a Jesús como la suprema revelación de Dios a la Humanidad (Hebreos 1,1-4). Juan comienza su Evangelio diciendo que Jesús es Dios, una afirmación que se repite a lo largo del cuarto evangelio.

La Palabra y el Padre comparten una unidad y totalidad perfectas (1,18; 3,35; 5,20; 14,13); siendo eterna con Dios (Colosenses 1,16; Hebreos 1,2); no siendo creada sino creando activamente al comienzo de todo (1,3 cf Génesis 1). La Palabra que es Vida (14,6) y Luz (8,12), vino para sacar a la humanidad de la oscuridad (8,12; 12,46) pero ésta no la comprende ni acepta (1,11 cf 3,19). Aquellas personas que creen que Jesús es la Palabra adquieren la filiación divina (1,12) quedando hermanadas porque son hijos e hijas de Dios en el Hijo único.

Juan el Bautista es testigo de Jesús, la Palabra (1,7) pero una figura secundaria en el plan divino (1,8 cf Hechos 19,1-3), vino antes para preparar el camino (1,19-28) y darlo a conocer (1,29-34)

La Palabra que era Dios mismo, asumió la humanidad, haciéndose uno de tantos (Filipenses 2,6-7). Dios se acercó tanto a la humanidad que habitó en medio de su pueblo (1,14 cf Éxodo 40,34) siendo Emmanuel: Dios con nosotros y nosotras y entre nosotros y nosotras (Isaías 7,14). Jesús es la revelación más plena y perfecta de Dios a la Humanidad (1,18).


2.    El mensaje.

Este himno puesto al inicio del Evangelio de Juan, presenta una dinámica descendente. La Palabra preexistente, junto a Dios y anterior a todos los tiempos, puso su morada entre nosotros, asumiendo la condición humana. Es decir, la Divinidad asume la Humanidad, se hace uno de nosotros y nosotras, para que nosotros y nosotras partícipes de la Divinidad.

Las personas y las comunidades que nos denominamos cristianas, estamos llamadas a realizar la misma dinámica, encarnándonos en nuestro contexto (histórico, cultural, social, económico, político, religioso …) mirando “hacia abajo”, hacia aquellas personas que son discriminadas, excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad, buscando descubrir la revelación de Dios que acontece en la periferia (Lucas 2,1-7) y desde las personas excluidas (Lucas 2,8-20), aunque esto pese a las autoridades políticas y religiosas (Mateo 2,1-18).

Las personas y las comunidades que nos denominamos cristianas, estamos llamadas a seguir el ejemplo de Jesús que, abandonando la seguridad Divina asumió la inseguridad Humana para hacernos partícipes de la vida divina, una vida plena, digna y abundante para todas las personas en todas partes (Juan 10,10).

Al finalizar nuestra celebración navideña, dejamos el templo y regresamos a nuestros contextos, donde Jesús, el Dios encarnado nos desafía a seguir su obra transformadora: otro mundo posible, otra iglesia posible, otro Dios posible.

Feliz cumpleaños de Jesús.
25 de diciembre de 2011.
Diversidad Cristiana.

Comentarios

Entradas populares