¿Somos o no somos de Jesús?

Mensaje Semanal

“No todos los que me dicen: ‘Señor, Señor’, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Aquel día muchos me dirán: ‘Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.’ Pero entonces les contestaré: ‘Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores!’

“Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!” (Mt. 7,21-27 Versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).



Con este pasaje, el escritor sagrado, culmina el Sermón del Monte. Es un gran llamado de atención a las comunidades cristianas y sobre todo a sus líderes. No es suficiente la oración y la liturgia (Mt. 7,21a). Tampoco es suficiente enseñar y predicar en nombre de Jesús (Mt. 7,22). Esas acciones no nos aseguran la participación en el Reinado de Dios.

Para ser parte del Reino son necesarias dos cosas.

La primera: Hacer la voluntad del Padre (Mt. 7,21b). Y su voluntad es que cumplamos sus mandamientos (Dt.18-32). Estos mandamientos según Jesús son: el amor a Dios y el amor a, el prójimo o la prójima (Mt. 22,37-40). Estos dos mandamientos son la síntesis de la Ley y los Profetas, es decir, resumen toda la enseñanza bíblica. Y Jesús nos dejó el ejemplo de cómo amar. Los Evangelios relatan incontables acciones amorosas de Jesús hacia las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, por el sistema religioso y político.

La segunda: Dios nos hace justos y justas por la fe en Jesucristo (Rom. 3,21-31). Es puro don gratuito de Dios a la Humanidad. Es puro amor incondicional de Dios a la Humanidad.

Las comunidades cristianas y especialmente quienes las lideran, estamos llamadas a seguir ese ejemplo, de amor incondicional y gratuito a todas las personas. Un amor que se manifiesta en la inclusión de todas y todos en la comunidad de fe. Nadie pueda quedar fuera de la Fiesta y de la Mesa por disposición de líderes o comunidades, y si eso pasara, tengamos la certeza que escucharemos: “Nunca los conocí, aléjense de mí malhechores” (Mt. 7,23 cf. 1Co 8,3; 2Ti 2,19).

Buena semana para todos y todas.

+ Julio.

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