El Libro de los Doce Profetas Menores - cuarta entrega,


EL LIBRO DE LOS DOCE PROFETAS MENORES / Michael Carden
Traducción MCRP


¿DOCE LIBROS, O UN ROLLO EN DOS EDICIONES?

Son estas conexiones intertextuales de los Doce que han conducido a muchos estudiosos a argumentar que debería ser leído como un solo libro. Como ya se ha anotado más arriba, esta posición está de acuerdo con la tradición judía. En el siglo II AC, Jesús ben Sirach se refiere a “los huesos de los Doce Profetas” (Sir, 49.10) en un contexto que sugiere que los “Doce habían ya tomado la forma de un solo libro” (Reddit 2001: 49). Tanto 2 Esdras 14.44, como Josefo (“Contra Apion” 1.8) al hablar de los libros de la Escritura, aparecen como contando a los Doce como un único libro. Orígenes, Padre de la Iglesia, que estaba bien interiorizado de la exégesis Rabínica, también parece haber considerado a los Doce como un libro (Sweeney et al, 2000: xvi). Los Doce se considera como un único libro en el Talmud, pero existe una ambivalencia, porque también se afirma que “los libros deben ser separados en un rollo por tres líneas en blanco, solo una menos que para libros contados como separados” (Redditt 2001: 49).

La ambivalencia podría casi ser una característica definitoria de la estructura en las escrituras hebreas. El Génesis existe no en una, sino en tres versiones: Masóretica, la Septuaginta griega y la Samaritana, mientras otras versiones han sido encontradas en Qumran, sin forma de determinar cuál de ellas tiene prioridad sobre las demás. De manera similar, hay dos versiones de los Doce, que datan de la antigüedad, la Masorética hebrea y la Septuaginta griega (LXX)- La diferencia obvia entre las dos está en la secuencia de los profetas. El orden Masorético es: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías. En contraste, el orden de LXX difiere en la secuencia de los primeros seis profetas: Oseas, Amós, Miqueas, Joel, Abdías, Jonás, luego continuando, como en el orden Masorético, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías. La LXX se transformó en el Antiguo Testamento canónico para la Iglesia Ortodoxa Oriental. Además, en la LXX los Doce preceden a Isaías, en el orden  los libros proféticos.

La Iglesia Occidental, siguiendo a Jerónimo, no aceptó a los LXX como autoridad, sino que adoptó la tradicción latina Vulgata del hebreo y su orden en los Doce. La mayoría de los manuscritos hebreos y griegos de Qumran, parecen presentar un texto proto-Masorético de los Doce. Sin embargo, en las partes sobrevivientes de un rollo, 4QXIIª, que solo contiene partes de Zacarías, Malaquías y Jonás, este último sigue claramente a Malaquías. Es posible, entonces que una tercera versión de los Doce existiera en la antigüedad (Sweeney et al. 2000:xix), que concluía con Jonás, no con Malaquías.

De acuerdo con Sweeney, cuando se lee como un todo, la LXX se centra primero en la experiencia del reino norte de Israel y su destrucción – Oseas, Amós, Miqueas – como “un modelo para la experiencia de Jerusalén/Judá y las naciones” (Sweeney et al. 2000, xxix). Joel marca el cambio a las naciones, que están retratadas metafóricamente como langostas que amenazan la tierra. Abdías, Jonás y Nahum llevan la atención hacia Edom y Asiria, y el juicio divino que ellas sufren, en el caso de la última, a pesar de habérsele ofrecido la oportunidad de arrepentirse. Habacuc, Sofonías, Ageo y Zacarías se centran en Jerusalén y su experiencia de castigo y restauración. Finalmente, Malaquías resume los temas de los Doce, identificados por Sweeney como “el divorcio potencia…entre Israel y Yavé; el estado impuro del Templo, el sacerdocio y la tierra, el Día de Yavé; y la llamada para renovar la adhesión al pacto” (Sweeney et al. 2000: xxxi) Sweeney argumenta que, en contraste con LXX, la versión Masorética de los Doce coloca el foco central en el papel de Jerusalén y su relación con Israel y las naciones. Así, sigue Joel a Oseas, quien habló del castigo inminente de Israel, pero no de Jerusalén, a efectos de introducir la amenaza a Jerusalén y el eventual día de Yavé, así como la divina soberanía de Sión. En Amós, Israel y el santuario de Betel, con todas las naciones, están amenazados por la venganza de Yavé, quien ruge desde Sión. Abdías proclama la sumisión de Edon a Sion, mientras Jonás destaca el arrepentimiento de Nínive, permitiendo que ella “sobreviva y por fin destruya la tierra de Jonás” (Sweeney et al. 2000, xxiii). Mientras se centra en la destrucción de Samaria, Miqueas también apunta hacia la regla venidera de Yavé a Sión. Nahum presenta el castigo de Asiria y luego la secuencia se centra en la destrucción y restauración de Jerusalén y el templo, como signo de la autoridad universal de Yavé. Malaquías concluye, apuntando al día venidero de Yavé, cuando su mensajero regresará por fin, como la base para una llamada a observar la Torá de Yavé (Sweeney et al. 2000, xxxv)

Sweeney utiliza estos elementos temáticos de las ediciones Hebrea y LXX de los Doce, para hacer hipótesis sobre su contexto histórico y los pasos de su redacción. Conrad, sin embargo, no está interesado en estas cuestiones. Reconociendo que los Doce, como otros libros proféticos, funciona como un “collage”, Conrad desea “comprender a los Doce como es – no cómo llegó a ser” (Conrad 1997: 66) Trabaja con la edición hebrea, e identifica dos partes del libro. La primera, desde Oseas a Sofonías, está colocada en el período desde Uzías a Josías como reyes en Jerusalén, el período de la elevación asiria al poder y la supremacía. La segunda, desde Ageo hasta Malaquías, se coloca en el presente persa, cuando ya no existe reino en Jerusalén. En la primera parte, hay confusión sobre la identificación de los profetas, solo Habacuc puede identificarse claramente como uno de ellos. La segunda parte clarifica el estatus profético de estas figuras primeras en Zacarías, donde los individuos que hablaron en la primera parte son identificados como profetas anteriores. Conrad también lee a los Doce intertextualmente con Isaías, argumentando que, así como Isaías presenta la visión en 1-39, como un libro dentro del rollo más grande, así también los Doce presenta al profeta Oseas a través de Sofonías, como libros dentro de un rollo más grande. Estas palabras proféticas desde el pasado “se comprenden como cumplidas” en un tiempo “en que los reyes persas están en el poder” (Conrad 1997: 74). Figuras de ángeles y mensajeros son presentadas en la primera parte de los Doce, como un recuero del tiempo de Jacob, mientras la segunda parte abunda en mensajeros, culminando en Malaquías, “mi mensajero”. Conrad afirma que los Doce “pinta la elevación y caída de un pasado profético y la reinstitución de una presencia angélica/mensajera” (Conrad 1997: 67). La aparición de mensajeros coincide con un llamado a regresar “a la forma en que las cosas solían ser cuando los mensajeros hablaban a los padres, por ejemplo con Jacob en Betel” (Conrad 200: 87). La aparición de mensajeros representa la condición borrosa entre lo celestial y lo humano, e incluso lo divino y lo humano. Esta confusión nace de la reconstrucción del templo, que en sí misma marca una confusión de “la distinción entre cielo y tierra”, debida a la “presencia localizada de Yavé”, como el “dueño de la tierra entera” (Conrad 2000: 87). Mientras Conrad está trabajando con la edición Masorética de los Doce, sus conclusiones pueden aplicarse muy fácilmente a la LXX.

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Próxima entrega "SEXUALIDAD Y LOS DOCE: SEMILLA, SUELO Y EL MATRIMONIO ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA."

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