Reflexiones en el 7° Domingo de Pascua.-

 

Comienza el tiempo de la Iglesia.


“El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días». Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.» (Versión Biblia de Jerusalén: Hch. 1,1-11).

La comunidad discipular tuvo que enfrentar la realidad. Jesús ya no podía ser visto, ni oído, ni tocado; ya no caminaría más junto a ella, ni comería en su compañía. El Maestro lo había advertido. Ahora únicamente le quedaba su recuerdo. Un recuerdo lleno de palabras y gestos.

Las palabras y gestos de Jesús, vivos en la memoria comunitaria, la transformaron en comunidad enviada. La dimensión misionera es la nueva característica de la comunidad de discípulas y discípulos de Jesús.

El envío es amplio e inclusivo. Desaparecen todas las diferencias entre los pueblos y las personas. La comunidad discipular es enviada a Judea, Samaría y las zonas más remotas del mundo conocido.

Estas zonas geográficas representan lugares socio culturales específicos: Judea representa al pueblo israelita, depositario de las promesas divinas, poseedor de la Alianza, a quien pertenece el Templo y accede a él a través de normas de pureza ritual. Samaría representa a grupos y personas discriminadas, a grupos y personas excluidas de la Alianza, a quienes no pueden acceder al Templo por ser consideradas personas impuras. Los confines de la tierra representan la diversidad humana en su más amplia expresión: étnica, religiosa, cultural, económica, social, sexual, política.

Las comunidades cristianas del siglo XXI tenemos el enorme desafío de actualizar los tres lugares teológicos que Lucas nos plantea en Hechos: Judea (las personas y grupos incluidos), Samaría (las personas y grupos discriminados y excluidos), los confines de la tierra (la diversidad humana en su mayor expresión), para que nadie quede fuera del mensaje liberador e inclusivo de Jesús de Nazaret.

Comentarios

Entradas populares